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De pelotas y pelotudos…

No descansó en la denuncia de las injusticias en su país; se opuso a las dictaduras y luchó por la instauración de la democracia electoral, además de haber liderado un movimiento que fue pionero en la autogestión del deporte brasilero. Fue egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo, en donde se recibió en 1977. ¡Un hombre extraordinario!  

Por Alberto Morales Gutiérrez

En 1986 Jairo Aníbal Niño publicó “La alegría de querer”, un libro en el que, a la manera de poemas, relata historias de jóvenes y sus intereses: el fútbol, el amor, los sueños del colegio. Hay un poema en particular que encaja en el tema del que más se habla por estos días: el mundial de Qatar. Se llama “Llegó al aula un 15 de mayo”. Cuenta el arribo de la nueva profesora de filosofía y cómo uno de sus alumnos se enamora a primera vista. “Sonrió y entonces fue como si las gotas de lluvia que sobrevivían sobre su impermeable amarillo se hubieran convertido en pensamientos”. Ella empezó a habitar en su mente todos los instantes, incluso mientras oía en la radio programas de deportes y de música.

Ocurre que la profesora de filosofía fue al partido final del campeonato intercolegiado y el muchacho relata que, en esa ocasión, estuvo inspirado y marcó el gol de la victoria. Fue ella la que les entregó la copa.

El final del poema es de antología: “El día del examen final, al presentarle mi trabajo, me dijo que me parecía a Sócrates. Me llené de orgullo y creo que los ojos se me llenaron de lágrimas. Caminé hacia mi pupitre como si lo hiciera por el aire, en palomita. Era el mejor elogio que había recibido en mi vida. Yo, parecido a Sócrates, el gran jugador de fútbol del Corintia. Sócrates B.S. de Souza Vieira de Oliveira, el inolvidable mediocampista de la selección Brasil”.

Desde luego, el referente de la profesora era otro: el filósofo ateniense nacido en el 470 a.C. que integra, al lado de Platón y de Aristóteles, la trilogía del pensamiento sobre el cual se construye lo que se ha dado en llamar “la filosofía occidental”.

El Sócrates del muchacho, nació en Belém de Pará en 1954 y fue, sin lugar a dudas, un futbolista destacado. Jugó en el Botafogo y en el Corinthias, también en la Fiorentina en Europa, en el Flamengo y en el Santos. Fue capitán de la selección de fútbol del Brasil y estuvo en los mundiales de 1982 y 1986 y en las Copas de América de 1979 y 1983. Una celebridad sin lugar a dudas. Pero hubo algo más importante que lo hizo diferente: fue también una celebridad pensante, contestataria. No descansó en la denuncia de las injusticias en su país; se opuso a las dictaduras y luchó por la instauración de la democracia electoral, además de haber liderado un movimiento que fue pionero en la autogestión del deporte brasilero. Fue egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo, en donde se recibió en 1977. ¡Un hombre extraordinario!  

Pareciera que este último aspecto tampoco impactó al muchacho. Sospecho que no fue un tema a tratar en la educación que le fue impartida.

No es de extrañar lo que el relato refleja, porque para la década del 80 ya el daño sobre la educación había tomado forma. La propuesta neoliberal en ese terreno, entronizó tres conceptos para el sector educativo: eficiencia, eficacia y calidad, en la idea de alinearlo con el aparato productivo, para especializarlo en la “fabricación de capital humano”.

Así, la educación se transmuta en una empresa que debe mostrar, además de esa eficiencia, esa eficacia y esa calidad; también rentabilidad. No hay razón, en consecuencia, para dedicarle tiempo a temas “absurdos” como la filosofía o la historia, pues esos temas no reditúan. Observe usted que esas asignaturas han sido virtualmente borradas del pénsum en Colombia

Este modelo aplicado y perfeccionado a lo largo de los últimos cuarenta años, acompañado de la construcción de relatos dominantes tales como el exitismo, el individualismo, el consumismo; ha masificado y entronizado el perfil de los pelotudos (para que podamos finalmente integrarnos al espíritu del título de esta columna). Hablo del universo de los boludos, los pendejos, los tontos; para quienes el hecho de pensar es una pérdida de tiempo. Ahí están, pululan en el globo terráqueo, viven en un mundo feliz.

La idea de la educación era otra.

Es muy probable que al igual que me ocurrió a mí, el nombre de Woodrow Wilson no le diga a usted absolutamente nada. Indagué por él y aprendí que fue un abogado del partido Demócrata  estadounidense, que llegó a la presidencia de su país en 1912 y construyó un perfil francamente contradictorio: se opuso durante mucho tiempo a que las mujeres y los negros tuviesen derechos ciudadanos plenos; ejercía además un sectarismo partidario y una inflexibilidad que le generó grandes fracasos.

Firmó la ley que otorgó a los puertorriqueños la ciudadanía estadounidense, pero excluyó a los pobladores de la isla del derecho al voto en las elecciones presidenciales. Usó la fuerza para consolidar los intereses de EEUU en América Latina. Le correspondió abrir el canal de Panamá en 1914.

Pero este Wilson lideró de igual manera la construcción de toda una teoría sobre la Sociedad de las Naciones y soñaba con la construcción de un nuevo orden mundial “basado en la diplomacia abierta, el comercio libre y el desarme…”

Este extraño personaje es citado por Isaiah Berlin, quien recoge sus reflexiones sobre la educación y, debo confesarle que los contenidos sorprenden.

Dice Berlin que habló del peligro de la especialización académica de los profesores universitarios, puesto que el objetivo de la universidad, según Wilson “no es la obtención del título sino la vida intelectual y espiritual…aquella que nos permite arrojar más luz que pasión a una discusión…con un profundo respeto por la integridad de la mente humana”

Se refiere al espíritu de las cosas que los profesores exponen, y recrea su afirmación en términos extraordinarios: “solo pueden transmitirlo de forma atmosférica, haciendo que sus ideales permeen de alguna manera el ambiente…las voces que no atraviesan las puertas de las aulas, se pierden, carecen de efecto…”

Me parece pertinente escoger un personaje como Wooldrow Wilson para este reflexión, por su carácter contradictorio, por su repelencia, por representar la diferencia y porque, así y todo, da pie para abordar una discusión con interés.

Es muy serio el tema de la educación, en él descansa la construcción de la sociedad. A la distorsión de la educación se debe el espectáculo de la banalización de todo: la banalización del lenguaje, de la política, de la información, del gobierno, de la vida, de los sueños…¡la banalización de todo! Es el imperio de la pelotudez. Tal vez estemos de acuerdo usted y yo en que tenemos que detenernos.

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4 respuestas a «De pelotas y pelotudos…»

Excelente Alberto, ahí es donde muestras todo tu esplendor, educas, formas, invitas a pensar, a reflexionar. 👏👏👏👏👏👏👏

Pelotudos hay demasiados. Putin y sus deseos de retornar al zarismo; Inglaterra retirándose de la Unión Europea; Iván Duque “faltan horas para la caída de Maduro”; Alvaro Uribe “yo se que es un buen muchacho”; Jaime Dussan “Colpensiones puede ser una banca de segundo piso”,….etc.etc..
Gracias Alberto Morales. Tus columnas son siempre bienvenidas

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