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Una sensación de vacío…

Como si estuviera adivinando lo que iba a ser el impacto de las redes sociales, destaca que “el emisor se ha convertido en el principal receptor”. Sí, las gentes producen contenidos para sí mismas y sólo se enteran de aquello que el algoritmo ya ha esclarecido como lo que les interesa. La comunicación es un monólogo perverso.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Amanecí pesimista. Este espectáculo lastimoso que brinda la actual confrontación electoral, unido a la inoperancia, torpeza y precariedad del gobierno Duque, más los niveles a los que ha llegado la descomposición social, la corrupción, la espiral sin fin de la barbarie; no dejan espacio alguno para la esperanza.

Fue Arthur Schopenhauer quien hizo del pesimismo un tratado filosófico. Es a él a quien debemos las reflexiones sobre “el peor de los mundos posibles”, cuando se piensa en un escenario que, por donde se le mire, no ofrece sino adversidad.

Para el filósofo alemán, la belleza del paisaje que nos ofrece esa visión de perfección aparente, contrasta con lo que se descubre al penetrar al interior, en el lado subjetivo y moral de la vida “con su predominio de necesidad, sufrimiento y tormento, de discordia, maldad, locura y absurdo”, pues es ahí en donde “nos damos cuenta con horror de que tenemos delante cualquier cosa menos una teofanía”. Schopenhauer escribió sobre el tema en el siglo XVIII.

Doscientos años después Gilles Lipovetsky describió, en el ya lejano 1984, lo que denominó “la era del vacío”. El diagnóstico es certero: una era del estallido de lo social y de disolución de lo político. Una era en la que el individuo, el individualismo, es el signo; de manera tal que cada quien maneja su existencia a la carta. Las actitudes que definen ese individualismo son la apatía, la indiferencia, la deserción. Y resalta un elemento patético que es ya un axioma contemporáneo: el principio de la seducción sustituye el principio de la convicción.

Mire usted cuál ha sido el rol de la comunicación en esta campaña electoral, el rol de los medios, y no podrá negarse a aceptar como cierta la reflexión de Lipovetsky, en el sentido de que, en esa era del vacío, diera la impresión de que la comunicación se mueve “sin sentido, ni público”.

Como si estuviera adivinando lo que iba a ser el impacto de las redes sociales, destaca que “el emisor se ha convertido en el principal receptor”. Sí, las gentes producen contenidos para sí mismas y sólo se enteran de aquello que el algoritmo ya ha esclarecido como lo que les interesa. La comunicación es un monólogo perverso.

Sorprende esta premonición de Lipovetsky: “¿Alguna vez se organizó tanto, se edificó, se acumuló tanto y, simultáneamente, se estuvo alguna vez tan atormentado por la pasión de la nada, de la tabla rasa, de la exterminación total?”

Sus preguntas siguen siendo válidas. Relata en ese 1984, que ahí en París, nadie se ha salvado de ese maremoto. Sostiene que, como en otras partes, han dejado de funcionar como principios absolutos e intangibles: el saber, el poder, el trabajo, el ejército, la familia, la Iglesia, los partidos. “Ya nadie cree en ellos, en ellos, ya nadie invierte nada”.

¿Qué es lo sorprendente? Que, sin embargo, el sistema funciona, las instituciones se reproducen y desarrollan, “pero por inercia, en el vacío, sin adherencia ni sentido, cada vez más controladas por los ‘especialistas’”

Resulta casi poética su alegoría, cuando afirma que el sistema en el que vivimos se parece a esas cápsulas de astronauta, en las que el individuo habita ahí, en la estratosfera, sufriendo una especie de vacío emocional, flotando en una “ingravidez indiferente”, la misma ingravidez en la que se despliegan las operaciones sociales, de donde resulta que nuestra cotidianidad transcurre a la manera de una vida vivida en espacios abandonados.

Mientras mi pesimismo es angustioso, Lipovetsky transita por un camino diferente.

Él sostiene que el hundimiento de los ideales no ha llevado “como cabía esperar, a más angustia, más absurdo, más pesimismo. Esa visión todavía  religiosa y trágica  se contradice con el aumento de la apatía de las masas, la cual no puede analizarse con las categorías de esplendor y decadencia, de afirmación y negación, de salud y enfermedad”.

En cambio, comparto su conclusión. Esta era del vacío degenera en una invitación al descanso, al descompromiso emocional. Eso es lo que la gran mayoría de las gentes están decidiendo, así están actuando.

Después del 19 de junio, ya en manos de Roy Barrera o Rudolf Hommes, ahora en los brazos de María Fernanda Cabal o el clan de los Char, el sinsentido de las adherencias pasará su cuenta de cobro… ciertamente, la única perspectiva a corto plazo es que, en nuestro país, empezaremos a habitar en el peor de los mundos posibles.

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7 respuestas a «Una sensación de vacío…»

Pesimista total Alberto. Te aseguro que gane quien gane tendrás muy buen material para seguir haciendo este ejercicio dominical, o sea, nada de que preocuparse por ese lado. Y si lo que te preocupa es el país, pues deberías saber por quien votar. No busques un candidato ideal y perfecto, esos no existen. Pero don Petro y si es de lejos mas preparado y confiable que el señor Hérnandez. Roy será un congresista y es posible que con influencia, pero si Petro no le hace caso a los amigos como dicen, ¿tú crees que le hará caso a Roy?

Hola Jhon. Gracias por leer. Acabo de responderle a Juan que urge un proyecto humanidad. Urgen las reflexiones sobre la ética, los principios, las formas y los sentidos de las ideas. Creo qué hay muchas urgencias, otras urgencias…

Decadencia moral absoluta, ausencia de ética, completa guerra sucia. No hay ideas y menos líderes que nos liberen de semejante hecatombe. Asistimos indefensos mientras la picada esta servida en una confrontacion de odios, venganzas y retaliaciones. Asi no se despeja ningún horizonte ni se producen cambios para mejorar.

Gracias Juan, por leer. Tenemos que pensar mucho en la reconstrucción ética de este mundo que nos tocó. Urge un proyecto humanidad.

En la sociedad del Cansancio se impone el monólogo consigo mismo. El sentido crítico desaparece para dar paso a un rabuleo que, quiérase o no, alimenta una soledad sin esperanza. Ya la escoria es transparente.

Gracias por leer Juan Fernando. Es el signo de estos tiempos. La pecera de la que habla Bjung Chul Han…

No sólo tú estás pesimista. Ya voté pensando en lo
Mejor para mi patria, pero si esa certeza que da el convencimiento.
Además horrorizada por lo que llevaba por todos los flancos . Un abrazo

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