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Al Alberto

¿Es usted una persona de poca o de abundante fe?

¡Ah de veganos, de petristas, de seguidores de Quintero; ah de uribistas! Cómo ha sufrido este país con sus superioridades intelectuales, sus saberes profundos, sus retóricas impecables, sus sentencias inapelables, sus verdades absolutas.

Por Alberto Morales Gutiérrez

La fe es, por decir lo menos, una creencia ciega. Hay quienes van más allá: sustentan que la fe se trata de creer en algo sin necesidad de entenderlo, con el argumento de que quien lo ha planteado, merece ser creído. Es fácil concluir, en esta perspectiva, que la fe carece de lógica, carece de razón y también de pensamiento.

Conozco un sinnúmero de personas inteligentes, informadas, lectoras; que poseen incluso una cierta cultura, pero que transitan por la vida exhibiendo sin pudor una fe de carboneros en aspectos nodales de sus vidas. Asumen que el carácter ciego de su creencia (la manera como hay que alimentarse, su idea del peso saludable, la línea política que profesan, por ejemplo) no es encajable en la invidencia conceptual y se amparan en el hecho de que ese tipo de fe irracional, si bien es típica de la religiosidad exacerbada, no lo es de las materias seculares que ellos sustentan. Les gusta aplicarse el muy religioso aforisma de estar “libres de toda culpa”.   

Una señora muy creyente, doña Alejandra Samame, arguye que la fe es un rasgo vital del ser humano y que no tiene que estar necesariamente relacionada con la religión. Distingue la fe religiosa de la fe no religiosa. Mientras la primera está asociada con Dios, (con todos los dioses, tendríamos que decirlo) la segunda habría que entenderla como confianza.

Muy astuta doña Alejandra, impregna con gotas de racionalidad esa fe secular, pues según ella, la confianza es una fe pensada.

Pero no, la fe carece de pensamiento. La fe aniquila la capacidad crítica. Una vez adoptada la creencia a la que tu fe te invita, todo lo digieres sin masticarlo, tragas entero. Una vaina aburridora ciertamente, ya que se vuelve imposible poder hablar contigo, pues iluminado por tu fe, te vuelves intemperante. La única verdad que existe es la tuya.

¡Ah de veganos, de petristas, de seguidores de Quintero; ah de uribistas! Cómo ha sufrido este país con sus superioridades intelectuales, sus saberes profundos, sus retóricas impecables, sus sentencias inapelables, sus verdades absolutas.

Jamás van a aceptar que esas ideas que ellos suponen que son de ellos, que son sus creaciones, fueron deslizadas sigilosamente en sus cerebros, filtradas a cuentagotas, de manera casi imperceptible, y fueron creciendo en sus mentes dispuestas, hasta quedar definitivamente sembradas, aceptadas, convertidas en una marca indeleble de sus mentes.

La fe del carbonero es la derrota del pensamiento.

Se me antoja esta larga reflexión, a propósito de un libro que me ha regalado mi amigo Jorge Mazuera: “El amanecer de todo”. Un texto soberbio escrito a dos manos por David Graeber y David Wengrow, dedicado con premeditación y derroche de talento, a romper paradigmas y a desmoronar creencias. Es el pensamiento crítico en acción, el fascinante ejercicio de la razón.

Conocía algunos escritos de Graeber y había leído sobre él. Fue definido como el último de los anarquistas (le gustaba, incluso, que lo definieran así). Antropólogo y activista ambiental, profesor destacado de la Universidad de Londres, murió tempranamente en el 2020, tres semanas después de haber culminado su trabajo en este ambicioso texto.

Sus primeros renglones dan una idea de la intención: “La mayor parte de la historia humana se ha perdido irremediablemente para nosotros. Nuestra especie, Homo sapiens, ha existido durante al menos 200.000 años, pero durante la mayor parte de ese tiempo casi no tenemos idea de lo que estaba sucediendo”.

 Y se dedican entonces, en casi 800 páginas, a diseccionar la historia, las verdades universalmente aceptadas, los conceptos más elementales y los más complejos, con una contundencia a prueba de balas. ¡Un goce genuino!

Quisiera darle un ejemplo, un minúsculo ejemplo de lo que significa el tipo de predicamento brillante que hacen alrededor de un tema que he seleccionado al azar, un tema que pareciera impregnado de obviedad: la igualdad.

Entonces dicen, “como sin querer, queriendo”, que la igualdad, en el caso que están tratando, es una extensión directa de la libertad y, bueno, usted como lector, lo acepta. Está bien, no hay incongruencia entre igualdad y libertad. Ellos le insisten: “de hecho, la libertad se expresa a través de la igualdad”.

Pero preste usted atención a lo que dicen a renglón seguido. Que la igualdad a la que quieren referirse, “no tiene casi nada en común” con esa noción tan familiar a todos nosotros de “igualdad ante la ley”.

Entonces, de inmediato, se activan sus antenas de abogado en desuso y demócrata con convicción. ¿Cómo así? -usted se pregunta- ¿no es la igualdad ante la ley un principio jurídico inalienable recogido incluso en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?  Y usted insiste: ¿ese reconocimiento en el sentido de que todas las personas deben ser tratadas de igual forma por la ley, sin distinción de raza, sexo, orientación sexual, origen, color, etc, no representa un claro mandato de igualdad?

Y es entonces cuando usted descubre el significado de la razón crítica, el poder de la reflexión, la urgencia y la necesidad del pensamiento, cuando ellos precisan que la “igualdad ante la ley” es, en  última instancia, “igualdad ante el soberano, es decir, una vez más, igualdad en la subyugación común”.

Sí, usted puede sacudirse y argumentar en contra, es cierto, pero lo que resulta inobjetable es que al sacudir su mente, el pensamiento se pone en acción, la razón se ejercita y todo su mapa neuronal se activa. La fe irracional es absolutamente incapaz de desencadenar algo que se parezca a esto…

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8 respuestas a «¿Es usted una persona de poca o de abundante fe?»

¡Ah de veganos, de petristas, de seguidores de Quintero; ah de uribistas! cómo ha sufrido este país con sus superioridades intelectuales, sus saberes profundos, sus retóricas impecables, sus sentencias inapelables, sus verdades absolutas.

En la anterior enumeración faltó el MOIR y especialmente en Antioquia el Fajardismo. Siempre se creyeron tan superiores intelectualmente que se quedaron solos y la enfermedad y la muerte ya empieza a extinguirlos, aunque algunos de sus hijos heredará la bobada.

Sigues enalteciendo sin querer a Quintero. Ponerlo al lado de Uribe y de Petro debe producirle gran alegría al personaje ese que es.

La fe es lo que hace que escribas Alberto querido, piénsalo bien y verás que si. Lo haces para que te leamos y para dejar algo para la posteridad.

Gracias por leer John. Reflexiono que todas mis militancias juveniles las asumí con espíritu de secta. Mucha información y poco pensamiento. Observo en el fajardimo, igual que tú, los efectos nefastos de la fe desbordada. Me gusta pensar que no escribo animado por la fe, a veces, me anima la esperanza.

La Fe, la Esperanza y la Caridad son energía en movimiento. Son conceptos de la filosofía antigua de los que se apropió la iglesia católica. Los tres son bellísimos y pueden justificar una vida.

Gracias John por el comentario. También tengo entendido que la doctrina católica se apropió de muchas creencias antiguas..

“La fe de carbonero”es la de tantos; de la muchedumbre y tambien ley de las masa y de la manada. Para J. Saramago, gran autor portugués, también la del conocido ensayo sobre la ceguera…✍️

Pornsolo citar unos cuantos autores, sin citar la de reconocidos desde la antigüedad a la época actual. Da para extemderse sobre las involucionesrecurrentes…de la tardía civilización…✍️

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