La rápida y pública defensa que hace Germán Vargas Lleras de la demanda de EPM, bien podría operar como una prueba reina. ¿Quién puede sentirse halagado con una apología que provenga de semejante personaje?
Por: Alberto Morales Gutiérrez
Hay muchas confusiones en la agitada discusión que se vive por estos días, sobre las falacias del señor Daniel Quintero y su inocultable condición de troyano al servicio de los intereses más oscuros. Pareciera urgente que todos tengamos claridades sobre el verdadero foco del problema.
Aunque se que es un ejemplo manido, no puedo menos que recordar la célebre anécdota de la campaña presidencial de USA en 1992, cuando James Carville, estratega del candidato Bill Clinton, pegó un cartel en la sede demócrata con un mensaje contundente sobre el deber ser del discurso, en el que todos deberían concentrarse: “¡Es la economía, estúpido!”. La frase aplica para nuestro caso con una variable de contenido.
En Medellín, el río está revuelto por la confluencia de intereses encontrados en los detractores del alcalde infiltrado. Mientras un sector de la ciudadanía, auspiciado por el predicamento de la casa Ramos (de la más rancia estirpe uribista) asume que la razón de su rechazo es la condición de “seguidor de Petro”, de “comunista”, que ostentaría Quintero (lo que es, desde luego, una fantasía), otro sector asume que no, que el rechazo se origina en su prepotencia, ambición, actitudes dictatoriales e histrionismo excesivo, tanto en redes como en los medios off line, lo que se les hace insoportable.
En ambos casos hay verdades que terminan siendo “pequeñas”, al lado de la gran verdad. Ciertamente el troyano medró por todos los partidos, todos, incluyendo el de Petro, buscando oportunidades, y es cierto también que su personalidad narcisista impregna todo lo que hace.
En el entretanto, otro sector asume que el foco de la discusión es el tema de Hidroituango, en el supuesto de que, la anterior Junta, si, la nombrada por Quintero recién se posesionó, la misma que renunció en pleno, representaba los intereses de los “causantes de la tragedia” de ese proyecto. Desde luego este megaproyecto no podemos convertirlo en un tema intocable, pero no pueden camuflarse en él las verdaderas intenciones de la toma hostil que estamos viviendo.
Lo cierto es que estas tres versiones al único al que le sirven es al mismo Quintero que, desde esas perspectivas, puede victimizarse con comodidad, darle “justeza” a su causa e incluso, armar relatos de heroísmo, de lo que, desde luego, no tiene un ápice.
No, el foco de este gravísimo problema, es el de la corrupción. Quintero es el patético instrumento de una banda delincuencial multipartidista, en la que confluye lo más granado de los usufructuarios del erario público, protagonistas de escándalos y tropelías, asociados a los más sonados casos de corrupción en Antioquia y el país. Una cofradía que carece de fisuras ideológicas porque su himno y su inspiración es “el negocio, socio”
Hay ahí representantes del Partido Liberal, del Partido Conservador, de Cambio Radical, del Partido de la U, del Centro Democrático, de vertientes como la Casa Suarez y, en fin, todo el variopinto espectro de esa suma de rémoras de la vieja política que, en el engaño que se construyó al servicio del troyano, habrían sido los “derrotados” cuando éste fue elegido “milagrosamente” como alcalde de Medellín.
La mar de negociados y chanchullos que se han de haber cosido en estos pocos meses, en donde quiera que la ciudad tenga recursos; la mar de negociados y chanchullos que se habrán diseñado para asaltar las más diversas instituciones del orden municipal; la mar de negociados y chanchullos que estarán cosiéndose en EPM.
La rápida y pública defensa que hace Germán Vargas Lleras de la demanda de EPM, bien podría operar como una prueba reina. ¿Quién puede sentirse halagado con una apología que provenga de semejante personaje?
La idea maligna de esa tropa de asalto, es que no exista control ciudadano, que nadie los vigile, que la institucionalidad se quiebre, que el mundo gire a su ritmo e intención.
Están desembozados tanto el troyano como sus secuaces. Creen que van a lograr su objetivo, pero no pasarán. Gilles Deleuze tiene una definición que parece encajar en la perversidad de lo que ha ocurrido: Esa gente vive su vida en fragmentos, no tienen sentido de la totalidad orgánica, y por eso su hacer tiene un sino trágico, sus experiencias terminan en desastres, la irreflexión es su constante. Están perdidos…
La mar de negociados y chanchullos que se han de haber cosido en estos pocos meses, en donde quiera que la ciudad tenga recursos; la mar de negociados y chanchullos que se habrán diseñado para asaltar las más diversas instituciones del orden municipal; la mar de negociados y chanchullos que estarán cosiéndose en E