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Al Alberto

Una alcaldía llena de avivatos

Hay mucho de ignorancia en su estrategia. Confían de manera absoluta en el “milagro de las redes”, tienen todas sus esperanzas puestas en el algoritmo.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Acribillar la ética se ha convertido en un deporte nacional. Esto se debe al imperio de la corrupción y la delincuencia que se ha instalado en todas las esferas de la vida política, económica y social de nuestro país.

Es una lástima, porque el tema ético era uno de esos atributos propios de nuestra especie. La ética nos dotaba de unas capacidades: 1.- La capacidad de preveer las consecuencias de nuestras propias acciones. 2.- La capacidad de elegir entre diversas alternativas de acción y 3.- La capacidad de formular juicios de valor.Debe decirse que esas tres condiciones han exigido desde siempre unos desarrollos intelectuales avanzados. Exige hacer abstracciones. Prever es anticipar el futuro.

El tema ha sido trabajado intensamente por Daniel Innerarity (PAIDOS 2009). De hecho, destaca que “el ser humano es el único en el reino de los seres vivos que sabe que hay futuro” (P,39). Reitera que el futuro es una construcción que tiene que ser anticipada con cierta coherencia, pues no se trata de pensarlo en los términos de “acumular presentes”. Pensar en el futuro exige en términos filosóficos, neurológicos, físicos, una gran capacidad de reflexión en torno a aquello que está por venir, lo que va a suceder o puede suceder. Exige entender de igual manera que no hay certezas sobre el futuro, que éste es impredecible en su totalidad. El futuro debe ser sabiamente gestionado y es esa sabiduría en la gestión, la que determina de igual manera el significado filosófico, cognitivo y físico del verbo aprender. Realmente, la función del conocimiento es la construcción de futuro.

Lo que está ocurriendo en Medellín es grave, pues la toma hostil por parte de una banda organizada de corruptos que montó la puesta en escena del señor Daniel Quintero, ha logrado en términos de horas, deshacer toda visión de futuro para esta ciudad. Ese grupo de avivatos solo piensa en el presente, en sus intereses personales y en el saqueo del erario público, aquí y ahora.

Desaparecida la ética, el vivo no mira atrás ni para los lados, avanza en su carrera ciega y se dota de todo tipo de artilugios. En el caso que nos ocupa, ha decidido construir una narrativa según la cual, Quintero y sus jefes son víctimas de una conspiración, son ellos los adalides de la lucha contra la corrupción y son sus críticos los que representan los más oscuros intereses. Un relato insostenible desde luego. Han roto un principio elemental del acto delincuencial: la oscuridad, el no ser vistos. Ahora todos los ojos de la ciudad y los del país están sobre ellos, todas las luces del escenario se dirigen a ellos. La inocultable mentira en la que se montaron, la insaciabilidad de sus pretensiones, su delirante ambición, los ha puesto en evidencia.

Hay mucho de ignorancia en su estrategia. Confían de manera absoluta en el “milagro de las redes”, tienen todas sus esperanzas puestas en el algoritmo, sueñan con ganar tiempo, esperan que las cosas se calmen, su inteligencia es la inteligencia del silicio, para ellos no existe la reflexión. Trabajan de afán para alcanzar sus objetivos, mientras imaginan que distraen al auditorio. 

No, el tiempo no camina a su favor. La soberbia les impide entender su condición efímera. El bello texto de García Márquez en Ixtapa da una idea del significado de los verdaderos tiempos: Desde la aparición de la vida visible en la tierra debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos, a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor”. (GARCIA M, 1986, p. 2)

Innerarity parece hablar en tono premonitorio de este actuar de los avivatos en la política: “Esa dificultad de relacionarse con el propio futuro es una de las causas que explica el triunfo de la insignificancia en las actuales democracias mediáticas(P,22)

Pasarse de vivo tiene siempre un precio.

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