Emociona pues que nos decidamos a pensar, que expresemos nuestra decisión de conversar y corramos el riesgo de hacernos preguntas y de buscar respuestas. Tal vez estemos a tiempo y en el tiempo que es.
Por Alberto Morales Gutiérrez
En un arrebato de intimismo, confesé la semana anterior esa desazón que me acompaña en los últimos tiempos, ante la evidencia de la virtual desaparición del humanismo y del ejercicio del pensamiento. Expresé la idea de impulsar una conversación abierta orientada a responder un interrogante sobre el significado último de la naturaleza humana y pedí ayuda sobre cómo hacerlo.
Las respuestas en redes y en mensajes directos me sorprendieron y animaron. Un amigo: Carlos Viviescaz, hizo referencia a que recibía la columna anterior “como la nota que lanza un náufrago, en una botella, esperando que alguien la encuentre y la lea”. Ya no tengo dudas en el sentido de que esa era la idea inconsciente que me animó a escribirla. Llevaba tiempo pensando en el “Proyecto Humanidad” y compartir ese pensamiento fue terapéutico.
He sostenido conversaciones con algunos de ustedes y aspiro a que, en una evaluación conjunta, seamos capaces de poner la idea en movimiento. Ya les contaré en los próximos días.
No obstante, quisiera compartir hoy una de las reflexiones que surgieron en esas conversaciones, acerca de los tiempos de las ideas y el hecho de que algunas, aunque sean brillantes, se estancan o incluso desaparecen porque se expusieron en tiempos en las que no eran pertinentes. La conversación nos ayudará a entender si estos son los tiempos propicios para exponer las ideas asociadas al “Proyecto Humanidad” y las preguntas que pueden orientarnos.
La idea del cristianismo, por ejemplo, no tuvo una aceptación inmediata. De hecho, Pablo de Tarso, a quien se debe la concepción organizativa de la Iglesia, ni siquiera conoció a su maestro, pues empezó a trabajar en la causa por lo menos 15 años después de la crucifixión. Y aunque hizo una gran tarea doctrinaria y organizativa, el apogeo del cristianismo tuvo que esperar más de 250 años para que llegara su tiempo. Fue el emperador Constantino quien hizo el “milagro”. Con asiento en Bizancio, la ciudad histórica convertida luego en Constantinopla, fue este pagano atrabiliario quien, a instancias de su madre, Flavia Julia Helena, terminó organizando al cristianismo a través del Concilio de Nicea. Así , con el apoyo de Constantino, el cristianismo terminó convirtiéndose en la religión oficial del imperio. Constantino recibió el bautizo en su lecho de muerte, doce años después de ese evento. Nunca fue cristiano. Su decisión fue una decisión política.
Así mismo, las ideas de la revolución francesa empezaron a cocinarse por lo menos 300 años antes de ese acontecimiento ocurrido en el 1789, 17 años después de que se terminara de publicar el último de los tomos de la Enciclopedia de Diderot.
El capitalismo, por el contrario, se expuso y surgió a tiempo. “La Riqueza De Las Naciones” el célebre texto de Adam Smith publicado en 1776 no solo dio sustento a la revolución francesa, sino que permitió que, entre 1820 y 1844 se hiciera evidente “el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad, desde el Neolítico…”
Su dominio y acelerada expansión hizo que surgieran afirmaciones tales como que habíamos llegado al fin de la historia. Ya todo estaba hecho.
Es sorprendente que, en el mismo período se haya presentado “la Comuna de París”, ese movimiento social de 1871, cuyo experimento duró tan solo 61 días. No era pertinente un “gobierno de la clase trabajadora”, cuando los patrones recién llegados, empezaban a generar y a distribuir riqueza. La movilización se desarrolló a destiempo.
Carlos Marx publicó el primer tomo de El Capital en 1867. El cuarto tomo se publicó en 1893, cuando ya Marx había muerto. Pero tan solo 25 años después, triunfó la revolución bolchevique que dio inicio a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¡Un récord!
Y en medio de esa agitación entre dos contradictores dialécticos, los trabajadores y los patrones, instaurando cada uno sus modelos, en 1844 los pioneros de Rochdale trabajaban en Lancashire (Inglaterra) en la creación del cooperativismo. Una idea brillante que surgió a destiempo.
El modelo económico neoliberal que toma forma y se extiende aceleradamente desde 1973, es definible como la etapa superior y ultima del capitalismo. La economía del shock, la exacerbación de la inequidad, las brechas insalvables, la destrucción del medio ambiente, la ganancia por encima de la vida, son engendros de esa mirada. Ya no hay dudas: la implosión se ve venir, se siente.
En términos prácticos, es a esa visión del mundo construida a instancias del modelo neoliberal, que se debe la decadencia del humanismo y la derrota del pensamiento.
Emociona pues que nos decidamos a pensar, que expresemos nuestra decisión de conversar y corramos el riesgo de hacernos preguntas y de buscar respuestas. Tal vez estemos a tiempo y en el tiempo que es.
No puedo menos que pensar en una sensación feliz que me desencadenó la lectura de “El Verano” de Camus… “Parecía que la mañana se hubiera fijado y el sol detenido durante un instante incalculable. En esa luz y ese silencio, años de furor y de noche se deshacían lentamente. Escuchaba dentro de mí un sonido casi olvidado, como si mi corazón, parado desde hacía mucho tiempo, se pusiera de nuevo a latir suavemente…”
Pensar en estas conversaciones que vamos a tener es la más feliz de las sensaciones. Gracias.
6 respuestas a «Los tiempos de las ideas no siempre ocurren a tiempo…»
Sr. Alberto Morales: Buen dia. Excelente organización y tengo la misma impresión que las preguntas son para hacerlas. Lo importante son las soluciones; desechando ilusiones falsaa y utopias ….
Tienes razón Juan, las preguntas son para hacerlas. Gracias por leer.
Hola Alberto
Creo que tú mensaje llegó al corazón de muchas personas.
Quedo atento y gracias por la referencia
Interpretaste la intención. Gracias por leer, Carlos
Ha sido tan grande el daño ocasionado por el neoliberalismo que pensar en regresiones a anteriores estados ( desaceleraciones) son tomadas como tontas utopías o discursos de locos ( Petro) o loquitas ( Irene Vélez), pero es la única solución: desnudarnos hacia una “Nada” digna, ir saliendo de atavismos y necesidades, de lastres culturales que nos volvieron infelices, ansiosos, competitivos y consumistas. En otras palabras, unas güevas.
Gracias Juan Fernando por leer. Un abrazo