Sí. Muchos demócratas y revolucionarios y rebeldes y gentes que han soñado por años con los cambios que el país necesita, han caído en esta trampa. ¿Qué se hizo esa fuerza desplegada cuando eran jóvenes contestatarios?, ¿en dónde está ese brío revolucionario?, ¿qué pasó con sus audaces reflexiones, sus discursos libertarios?
Por Alberto Morales Gutiérrez
Noam Chomsky en su texto “La propaganda y la opinión pública” (Crítica 2002) hace una reflexión sobre los “escuadrones de la muerte” y los paramilitares en Colombia que, no lo dudo, permite refrescar la memoria sobre las características de las relaciones de nuestro país con los Estados Unidos.
Relata Chomsky que, en 1962, la administración Kennedy envió a Colombia un equipo encabezado por el general William Yarborough, de las Fuerzas Especiales, quien aconsejó a los militares de nuestro país cómo se solucionaban nuestros problemas. Ellos, es bien sabido, siguieron sus consejos al pie de la letra. Primero, hay que decirlo, realizaron una serie de maniobras conjuntas a manera de entrenamiento y después recibieron la instrucción. Se trataba de la necesidad de que las tropas de seguridad fueran entrenadas “como fuerza paramilitar ejecutora y necesaria, para sabotear y/o realizar actividades terroristas contra los defensores del comunismo” (la frase textual es extraída por Chomsky de la “American Doctrine and Counteringsurgent State Terror” de Michael McClintock)
En su análisis, Chomsky destaca que tal doctrina desató la persecución y muerte de líderes sindicales y organizadores de los campesinos, de sacerdotes, maestros y activistas a favor de los derechos humanos. La propuesta de la administración Kennedy desencadenó, sin lugar a dudas, un cambio en las prácticas de la violencia en nuestro país.
Explica que la década del sesenta implicó la llegada del período de mayor influencia estadounidense en el sistema colombiano, cuyos gobernantes, desde años atrás, tenía una disposición genuflexa frente a todo aquello que ordenara el imperio.
Es evidente que, mucho antes de que el neoliberalismo se impusiera como la doctrina económica imperante y se creara la intrincada red de operaciones cosidas por el capital financiero para expoliar las riquezas del tercer mundo; la política y la economía de nuestro país estaban rendidas a sus pies.
De allí que las grandes movilizaciones populares realizadas a lo largo y ancho del planeta, contra la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos de nuestros países, no se hicieron esperar. El tema de la dignidad y de la soberanía nacionales no solo se convirtió en un grito de combate, sino en el eje de todas las reflexiones, estudios y análisis que explicaban y siguen explicando, la imposibilidad de construir libremente, autónomamente, una dinámica de democracia, progreso y justicia social.
Esa historia de abyección de los partidos tradicionales, explica las razones por las cuales la gran prensa a su servicio, ha glorificado desde siempre, en titulares, artículos y columnas de opinión, los encuentros cotidianos de nuestros gobernantes y burócratas con las autoridades estadounidenses. Recuerde usted la desvergonzada lagartería de Duque y Pastrana, por recibir el abrazo de Biden, quien resentía encontrarlos, habida cuenta del también desvergonzado apoyo que dieron a su contradictor, el candidato Trump, en las últimas elecciones de ese país.
El abrazo en la oficina oval ha operado siempre como una especie de ritual religioso. Desde las remotas épocas de José Manuel Marroquín, la reverencia frente a los Estados Unidos ha sido la constante.
Pero, como en un acto de prestidigitación sin precedentes, esa realidad histórica ha venido desapareciendo recientemente, no solo de las mentes de los colombianos en general, sino de las mentes de los rebeldes de ayer y de antier: ahora, a esa genuflexión, se la llama “cambio”
Así, bajo la influencia del gobierno de la Colombia Humana, se empieza a instalar una nueva narrativa. Resulta que no, que el abrazo en la oficina oval no es un acto de abyección y entrega, sino de legitimación de la justeza de la causa del Pacto Histórico.
Cuando el presidente Biden y sus secretarios, y los directivos de los organismos financieros internacionales, aplauden con genuino entusiasmo todo lo que en Colombia va a “cambiar” en materia fiscal, laboral, de pensiones, de agro; es porque tales cambios sí son cambios de verdad y en nada se parecen a los que los Estados Unidos han aplaudido de todos nuestros gobernantes, en los últimos 120 años.
La amnesia hace estragos. Todo ha sido olvidado: nuestra historia, nuestros muertos, Panamá, el Informe Atcon, los responsables de nuestra miseria, los estragos del régimen terrateniente, la CIA y sus tentáculos, las privatizaciones; todo ha ingresado mágicamente al universo de la desmemoria.
La eficiencia comunicativa y manipuladora del Pacto Histórica es contundente. Tan “contundente” como los “aportes” siempre vigentes de don Edward Bernays, nieto admirable de don Sigmund Freud. Los biógrafos de Bernays, el inventor de “la propaganda y las relaciones públicas” no ahorran palabras: “si usted se siente atraído irremediablemente por un producto que, si se detiene a pensarlo, en realidad no necesita, o usted siente simpatía por un partido político al que no sabe por qué vota, es porque usted ha sucumbido, como todos, a ese mago de la manipulación que fue Edward Bernays”.
De sus técnicas perversas, él mismo se defendía diciendo que eran “disciplinas necesarias para convivir en una sociedad sin sobresaltos”
Sí. Muchos demócratas y revolucionarios y rebeldes y gentes que han soñado por años con los cambios que el país necesita, han caído en esta trampa. ¿Qué se hizo esa fuerza desplegada cuando eran jóvenes contestatarios?, ¿en dónde está ese brío revolucionario?, ¿qué pasó con sus audaces reflexiones, sus discursos libertarios?, ¿qué los hizo sucumbir?
Tal vez, como nunca antes, la urgencia de atreverse a pensar sea más urgente, más necesaria.
7 respuestas a «Desmemorias y manipulaciones…»
La realidad es una sola sola y es tozuda. Colombia es una neocolonia dependiente tecnológica e ideologicamente del imperio. Procurar en forma violenta -casi infantil- una pretendida independencia para caer en otras garras, sería una postura descabellada. Casi infantil. Con lo que hay se sobrevive iniciando un proceso de concientizacion para establecer una serie de normatividades jurídicas con miras a que la expoliación no sea tan inmisericorde.
Las multinacionales y las grandes potencias saben que los recursos necesarios para controlar la crisis ambiental están en buena parte en Colombia: agua, oxígeno, madera y metales, de ahi la importancia de establecer un pacto con el nuevo gobierno, muy diferente a las negociaciones entreguistas y corruptas de las antetiores administraciones. LO QUE MENOS NOS CONVIENE ES ROMPER CON ESTADOS UNIDOS. Pelear con la cuchara es mal negocio, optar por la pobreza y encartarnos por falta de conocimiento es solo una pataleta de muchacho rebelde. Hay que transitar con calma, “hacernos pasito, con mañita”. A medida que nos educamos políticamente, hacemos una reforma agraria, sembrando y sustituyendo importaciones.
Muchos ríos de Europa y USA ya no desembocan al mar, se secan. Aquí todavía nos inundamos.
Hola Juan Fernando. Muchas gracias por leer. Creo que tu reflexión sobre el carácter neocolonial y dependiente de nuestro país es certero. Desde luego, estoy lejos de proponer una guerra independientista, pero no creo que la solución se encuentre en “una serie de normatividades jurídicas con miras a que la expoliación no sea tan inmisericorde”. Pienso que ese carácter inmisericorde es precisamente el que no es abordable ni solucionable, con actos legislativos que aprueben el gobierno de los Estados Unidos y las multinacionales.La estrategia que, según entiendo, consiste en “hacernos pasito, con mañita”, se me antoja totalmente improcedente, en la medida en la que el país no logrará con tal método la más mínima ventaja u oportunidad. El arte de la negociación no está concebido para que una de las partes termine aún más subyugada y expoliada. Sueño con que, en algún momento, este país empiece a asumir esas relaciones con una pizca de orgullo, una pizca de soberanía, una pizca de dignidad…Tal vez puedan explicarme, por favor, cuáles son las razones que animan la aceptación de las propuestas del “cambio” por parte del gobierno de los Estados Unidos y la alta dirigencia de los organismos financieros internacionales.
A pesar de la dependencia externa, el gobierno colombiano empieza a mostrar una dignidad que antes no conocíamos, y es precisamente esa la que nos hace concientes de nuestros recursos y de la necesidad que las grandes potencias tienen de ellos. Es en este momento precisamente cuando se necesita de una conciliacion aprovechable por ambos bandos iniciando con nuevas medidas en gravámenes y condiciones de explotación, sabiendo, que hasta ahora, esta sólo era regida por coimas y corruptela en todos los órdenes.
En otras palabras “HAY QUE JALARLE AL RESPETICO”
Maestro. Felicitaciones y buen fin de semana. Saludes. Gracias por sus invaluables aportes y contribuciones….
Juan, muchas gracias por leer. Tu comentario me estimula.
Alberto, de ser cierto lo que tú y todos los miembros del Moir sostienen, uno no se explica por qué entonces tanta preocupación en el empresariado y en la clase política tradicional con el gobierno de Petro. O será que actúan cual obra de teatro, fingiendo que están preocupados sin estarlo?
Ustedes los del Moir de siempre, son admirables por esa disciplina férrea de espíritu que los hace comulgar siempre diciendo, haciendo y pensando lo mismo.
Menos mal que quedan pocos y no alcanzarán ningún umbral en Octubre.
Hola John. Gracias por leer.Quisiera conocer tu opinión sobre el tema central de mi reflexión: el relacionamiento con el gobierno de los Estados Unidos. No es con ánimo conflictivo. Es para aprender y entender desde tu buen juicio, la razón por la cual ese gobierno y los organismos financieros internacionales están tan entusiasmados con las reformas. Estoy de acuerdo contigo en que, quienes hagan oposición a Petro, van a tener muchas dificultades en las próximas elecciones dados los altísimos niveles de confusión que se evidencian en el presente.