Y entonces mira usted hacia acá, hacia nuestro país, y no pareciera existir diferencia alguna. El apego cariñoso a la ignorancia se ha convertido en una virtud. El terreno para la estafa multitudinaria está abonado desde tiempos inmemoriales.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Esta estafa con nombre propio se ha ejercido desde siempre y tiene una característica particular: es una estafa de temporada. El paquete chileno se agudiza en las épocas navideñas y a mediados del año, cuando las gentes reciben las primas laborales.
En un principio operaba precisamente con un paquete físico, cuidadosamente empacado, que simulaba ser un rollo de billetes. La víctima (que acababa de sacar dinero del banco y había sido previamente señalada) veía el paquete en el suelo y, al ir a recogerlo, otra persona llegaba con la misma intención. Como en la puesta en escena, los dos intuían que había allí una suma importante, la otra persona invitaba al ingenuo a un café, para que, juntos, descubrieran lo que el paquete contenía y repartirse el tesoro.
Ya instalados y, al abrirlo parcialmente, no había dudas de que era dinero. El rollo dejaba ver un billete de alta denominación. La otra persona argüía que tenía un compromiso urgente y debía irse, que estaba dispuesto a recibir una suma más pequeña y convocaba al inocente a que le entregara lo que tuviese. La víctima, con la certeza de una ganancia asegurada, le entregaba al estafador la suma que recién había sacado del banco y solo, cuando el estafador se había ido, descubría que el único billete cierto era el primero y que el resto del paquete eran hojas recortadas de papel periódico.
Con el correr de los años, la argumentación y los señuelos se han venido sofisticando, pero mantienen su vocación original: esquilmar a ingenuos.
Entonces se conoce el caso del “campesino ignorante” que tiene dos fracciones ganadoras de la lotería y busca ayuda de una persona “inteligente” que le ayude a cobrarlos, para que no lo vayan a engañar. El campesino termina vendiéndole a esa persona las dos fracciones falsas por un precio irrisorio.
Y también aparecen los que venden lingotes de oro o promesas de compraventa de fincas extraordinarias por unos precios asombrosamente bajos, de manera tal que quien es estafado, siempre piensa que acaba de hacer el negocio del siglo.
En la temporada electoral, los paquetes chilenos adoptan la forma de candidatos. Los hay de todos los tamaños, formas y colores y su oferta es solucionar todo aquello que haya por solucionar.
Van a transformar al país, van a salvar la ciudad. Son los más honrados, los más independientes, los más probos, los más “estudiados”, los que más saben de las angustias de los electores, son el cambio.
Y pasado el tiempo, ya elegidos, las gentes descubren que nada de lo que les dijeron tenía una pizca de verdad.
¿Qué hace que alguien entregue su dinero con la certeza de que hay un paquete repleto de riquezas que puede disfrutar?, ¿por qué alguien piensa que ha comprado un billete de la lotería por una suma mucho más baja que el premio ganador?, ¿qué les hace pensar que son más “vivos”, más “inteligentes”, más “avispados” que quien los está estafando?
¿Qué inspira, por ejemplo, el voto por Donald Trump, un imbécil redomado que se enorgullece de su propia ignorancia? Y entonces se me atraviesa Michael Moore con su deliciosa diatriba “Estúpidos hombres blancos” (Byblos 2005) y encuentro una respuesta.
Dice que alguna vez él oyó decir a Noam Chomsky que para comprobar que el pueblo americano no es idiota, basta con sintonizar cualquier programa de deportes en la radio y escuchar la retahíla asombrosa de hechos que sus participantes son capaces de recordar. La impresionante memoria sobre nombres de jugadores, proezas, alineaciones, partidos emblemáticos, demostraría sin duda alguna, que “la mente estadounidense está viva y pletórica de salud”. Y concluye, muy sarcástico: “lo que sucede es que no recibe estímulos suficientemente interesantes y sugestivos”.
El prodigio – dice- sería encontrar la manera de convertir la política en algo tan apasionante y atractivo como los deportes. Así, llegaría un momento en el que veríamos discutir a los americanos sobre las conversaciones que se dan en la Organización Mundial del Comercio OMC. “Claro que para lograr eso, – concluye- primero tienen que ser capaces de deletrear las siglas OMC”.
Moore destaca entonces que hay 40 millones de estadounidenses con un nivel de lectura de tercero de primaria (analfabetos funcionales). Que un adulto norteamericano pasa 99 horas al año leyendo libros, mientras dedica 1.460 horas a mirar la tele. Que sólo el 11% de los norteamericanos se molesta en leer el periódico más allá de las tiras cómicas y la sección de coches de segunda mano.
Pareciera retorcerse de dolor cuando expresa que vivir en un país donde hay 44 millones de personas que no saben leer y otros 200 millones que saben, pero normalmente no lo hacen, resulta aterrador.
Y va más allá. Vivir en un país “que no solo produce estudiantes analfabetos en masa, sino que parece apegarse cariñosamente a su condición de necio e ignorante” genera desazón.
Y entonces mira usted hacia acá, hacia nuestro país, y no pareciera existir diferencia alguna. El apego cariñoso a la ignorancia se ha convertido en una virtud. El terreno para la estafa multitudinaria está abonado también, desde tiempos inmemoriales.
Nunca como hoy, atreverse a pensar ha sido más urgente, más necesario.
4 respuestas a «Los paquetes chilenos…»
Como dices tienen más tiempo para estudiar las alineaciones que la causa de su alienación. Y lo peor de todo, se jactan de su ignorancia, se sienten orgullosos de sentirse ” prácticos” y no meterse en honduras que les reste tranquilidad… y hay expertos en manipular y agrandar ese deseo.
No les interesa nada. Solo conservar el sitio de confort con una mirada egoísta y retrechera. Solo se asocian para descartar al “Otro”, a ese por el que sienten aversión y quisieran no existiera. Es el facilismo que impone la mediocridad y la ignorancia.
Es un drama Juan Fernando. Qué reto inmenso es propiciar el pensamiento. Gracias por leer
Hace una semana aparece en Estados Unidos el informe del fiscal Durham sobre el Rusiagate concluyendo tras 4 años de investigación que el impeachment contra Trump fue un proceso amañado por el FBI y el partido demócrata, prácticamente un intento de golpe de estado. El prestigioso New York Times recibió un Pullitzer por su reportaje que condenaba sin paliativos a Trump en el russiangate y se les ensalzó como ejemplo del buen periodismo. Me pregunto entonces quien está más acertado, el americano de la América profunda qué sólo lee los cómics y apoya a Trump o el listillo woke y demócrata a ultranza de Moore. Yo lo tengo claro.
Gracias por leer María del Mar. La vida me ha enseñado, como dice Ortega y Gasset, que todos habitamos en nuestras creencias. Tus convicciones sobre los saberes del americano de la America profunda son respetables. Tengo dudas en el sentido de que la conspiración demócrata contra el republicano Trump sean un elemento probatorio de esos saberes. Abrazo y, de nuevo, gracias por leer.