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Al Alberto

De buitres, asesinos y otras alimañas.

Ciegos, embrutecidos, ahogados en los torrentes de la frivolidad, carentes de toda capacidad reflexiva, con el pensamiento derrotado; nos transmutamos en zombis, perdemos todo sentido de la trascendencia y el carácter sublime de la vida desaparece ante nuestros ojos.

Escribe Alberto Morales Gutiérrez

Rapaces, es la palabra que define a aquellas especies de aves que se alimentan de la carroña. Su morfología está diseñada para el efecto. Lucen, por ejemplo, la cabeza pelada, desprovista de plumaje, pues de tenerlo, se mancharían con la sangre y los otros fluidos de los cadáveres que devoran. Su cuello largo y desnudo les sirve para escarbar al interior de los cuerpos en descomposición que buscan y encuentran. Es cierto, la sola descripción de lo que hacen y como lo hacen, genera repugnancia.

Buitres es, de igual manera, una palabra que describe con precisión a una especie muy particular y execrable de la fauna corrupta. Son aquellos que se aprovechan de las tragedias para hacer su festín.

Hace años que las noticias de Colombia ponen en evidencia los desafueros de la “buitramenta”. Las sumas descaradas que se roban en el festín de los contratos entregados a dedo: los de los alimentos escolares, los de los subsidios a los más necesitados, los enormes contratos de obras públicas, los de la educación, en fin. Miles y miles de millones que los buitres se reparten con alegría (los contratados y los que los contratan) mientras miran desde sus “alturas” el espectáculo de la miseria, para ver en dónde hay una nueva oportunidad.

Noami Klein (1970) es una periodista canadiense que se destaca por la severidad de sus críticas al “modelo neoliberal” de la economía de mercados. Investigadora rigurosa, ha demostrado con cifras y hechos contundentes la manera como desde las épocas de Milton Friedman, el “modelo” ha hecho de las crisis (ya encontrándolas, ya propiciándolas) un “modus operandi” para su beneficio.

En “La doctrina del Shock” (booket 2014) Noami Klein da cuenta de la predilección que tienen los artífices y los pregoneros del modelo neoliberal por las dictaduras y las manos fuertes; las perversidades de los negocios realizados, por ejemplo, en New Orleans, poniendo a su servicio los estragos del huracán Katrina; el “aprovechamiento” oportuno y certero del desastre del 11 de septiembre en las torres gemelas, y la tendencia premeditada a crear guerras y conflictos a lo largo y ancho del planeta.

La autora desvela esa “terapia del shock” que lo mismo opera internamente en los Estados Unidos para concentrar la riqueza a niveles incontrolables, que en Irak, Ucrania o en los países de América Latina.  

Resalta por ejemplo que, de la misma manera que “la burbuja puntocom, la burbuja del desastre se está inflando de manera ad hoc y caótica” y pone en evidencia los matices de los negocios generados alrededor de la doctrina de la seguridad nacional, una doctrina que, aún hoy, persiste. En solo Gran Bretaña hay una cámara de vigilancia por cada 14 personas. En Estados Unidos se graban más de 4.000 millones de horas al año. El software analítico que cruza todas estas imágenes está de plácemes (¿descubre usted la particular obsesión por las cámaras de seguridad que tienen personajillos como los alcaldes de Medellín en los tres últimos períodos, o como el indecible Peñalosa?)

De la misma manera que los buitres están por todas partes, la violencia configura y naturaliza otro tipo de alimañas. Viene a mi memoria un caso aterrador ocurrido hace pocos años en Medellín. Un habitante de la calle fue incinerado mientras dormía. El indignado agresor lo bañó con gasolina, vio cómo las llamas se tomaban la humanidad de su víctima; tal vez sonrió porque le había dado un castigo ejemplar, y desapareció. El habitante de la calle se llamaba Edgar Alonso Gil Sánchez, tenía 50 años de edad y falleció tres días después.  

¿Qué pasa por la cabeza de quien es capaz de cometer un acto tan execrable? ¿Qué piensa el asesino que se acerca al líder social y, ya delante de su familia, ya escondido tras un árbol, dispara, aun sabiendo que ese líder social no es un criminal, es respetado por su comunidad y no hay duda en el sentido de que trabaja en defensa de los derechos de los demás? ¿Qué hay de humanidad en el patrón que, desde las alturas de su escritorio, ordena estos crímenes? ¿Qué extraño y perverso sentido de la existencia tiene todo aquel que asume la diferencia con el otro como un motivo para hacerlo desaparecer?

Transitar por la vida con la idea de que ojalá no existieran los negros, los pobres, los homosexuales, los revoltosos, los guerrilleros, las mujeres libres, los líderes sindicales, los uribistas, los petristas, los legionarios de maría, cualquiera que piense distinto a lo que yo pienso; es decididamente una muestra de barbarie.

Más grave incluso, cuando se convierte ese “ojalá no existieran”, en el deseo cierto de que desaparezcan, que acabemos con ellos, que no los podamos ver, que no merecen vivir; porque entonces ya no hay duda alguna sobre la decadencia de nuestra especie.

Hay en las violencias, en las muertes selectivas, en el macabro historial de los “falsos positivos”, en los asesinatos diarios; una tal sensación de rutina, una aceptación de dimensiones tan gigantescas, una naturalización tan perversa; que los umbrales de la civilización, los de la dignidad, los del humanismo, han desaparecido.

¡Un horror que ya no nos avergüenza!

Ciegos, embrutecidos, ahogados en los torrentes de la frivolidad, carentes de toda capacidad reflexiva, con el pensamiento derrotado; nos transmutamos en zombis, perdemos todo sentido de la trascendencia, el carácter sublime de la vida desaparece ante nuestros ojos.

Es aberrante: el asesino se siente “grande”, “superior”, el fanático supone que todo el que piensa lo contrario es inferior a él y, en su infinita pequeñez, su desprecio por la vida los envilece.

Hay una urgencia. Tenemos que trabajar juntos por un Proyecto Humanidad…

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14 respuestas a «De buitres, asesinos y otras alimañas.»

Todo esto a lo que te refieres es lo que hace mucho tiempo no nos deja dormir tranquilos y la solución en mi opinión está cada día más lejos. Gracias Alberto por tu artículo.

Gracias Eduardo. Es desde luego un fenómeno agobiante. Esa urgencia del Proyecto Humanidad a que me refiero es, desde mi punto de vista, lo único que podemos hacer: iniciar un trabajo persistente de reflexión, entre grupos y construyendo escenarios y herramientas de difusión, sobre cuál es el significado último de la naturaleza humana. Tal vez esa reflexión contribuya a salvarnos.

Gracias por tu comentario Juan. No se puede relegar. Es una necesidad urgente, un imperativo de hoy.

El término humanizacion’ todavía encierra un alto grado de abstraccion’. Habría que precisaron y concretar lo más. Recordar el llamado Hombre Nuevo que planteo’ inútilmente el Che para los cubanos y que no lograron conseguir

Queda uno triste y con la esperanza lejos. No es si no ver las reacciones y las controversias que generan los pensamientos de incrementar las energías limpias… y eso que vemos el fin del planeta cerca…
Lo admiro mucho don Alberto, y gracias por proponer el Proyecto Humanidad!

Acertado escrito: describe casi poeticamente la decadente naturaleza del mal autodenominado “homo sapiens”, tenemos de todo menos de sabios. En nuestras leyes no existe la pena de muerte pero esta se aplica a diario: en nuestro pais se matan más defensores del ambiente, somos en éso campeones mundiales; otro tanto ocurre con los exguerrilleros: después de firmados los acuerdos de La Habana han caído desarmados centenares de excombatientes que le apostaron a la paz, éso sin mencionar las masacres como la del Aro e Hituango; el genocidio de la Unión Patriótica necesitó la condena de la justicia internacional porque en Colombia la justicianada hizo. Que decir de los “falsos positivos” , las madres de Soacha aún claman justicia: nuestro flamante nobel de paz, el exmindefensa de Uribe, Juan Manuel Santos aceptó en medio de lágrimas su responsabilidad en el asesinato de más de 6.400 personas inocentes e inermes que engañadas fueron llevados a las zonas de combates para ser asesinadas a sangre fría: ahí están las confesiones de altos mandos militares que contaron la verdad ante la JEP. El padre de Roux es una oersona buena otro demasiado cándida que irresponsablemente actuó a nombre del país; el sacerdote no tenía derecho alguno para dejar a los asesinos en libertad, la justicia normal debe enjuiciarlos y condenarlos mínimo a cadena perpetua. La oena capital es aplicada por la derecha con toda tranquilidad, ese horror es tan frecuente como los peculados: no hay fecha que no traiga esas terribles historias. Todos los días se sabe de multimillonarios robos al erario público y lo más indignante es que siempre se conoce a los autores, esos infelices malhechores que no tuvieron quien les enseñara buenas maneras ni lecciones básicas como el respeto a lo ajeno andan frescos y felices, nada les pasa, nadie les pide cuentas de sus actos… el fiscal Barbosa es el mayor de esos delincuentes, transformó esa entidad de control en una cueva donde despachan carisimos abogados que defienden gratis a los delincuentes de cuello blanco; la Fiscalía ha solicitado dos veces la preclusión del caso contra Álvaro Uribe, sólo la acción valiente de dos juezas ha impedido que se cometa ese gigante atentado contra la dignidad y la justicia. En Colombia hace falta LA PENA DE MUERTE, LOS QUE SE ROBAN LO DE TODOS NO MERECEN VIVIR, ES MENESTER EN ESOS CASOS APLICAR LA LEY DEL TALION O EL MILENARIO CODIGO HAMMURABY… de continuar como vamos pronto llegaremos al borde del abismo y allí nadie escapará al destino común: el fondo del fracaso, la muerte segura. “El que calla otorga” reza el refrán y hay mucho de cierto en ésa sentencia: de no generar drásticos castigos todos seremos cómplices de la degradación y el caos ( aunque ya hay muchos aue advierten que ese desastre empezó hace rato en nuestro país ).

Acertado escrito: describe casi poeticamente la decadente naturaleza del mal autodenominado “homo sapiens”, tenemos de todo menos de sabios. En nuestras leyes no existe la pena de muerte pero esta se aplica a diario: el nuestro es el pais donde más defensores del ambiente se matan, somos en éso campeones mundiales; otro tanto ocurre con los exguerrilleros: después de firmados los acuerdos de La Habana han caído desarmados centenares de excombatientes que le apostaron a la paz, éso sin mencionar las masacres como la del Aro e Hituango; el genocidio de la Unión Patriótica necesitó la intervención de la condena internacional porque en Colombia la justicia nada hizo. Que decir de los “falsos positivos”, las madres de Soacha aún claman justicia: nuestro flamante nobel de paz, el exmindefensa de Uribe, J. M. Santos aceptó en medio de lágrimas su responsabilidad en el asesinato de más de 6.400 personas inocentes e inermes que engañadas fueron llevados a las zonas de combates para ser asesinadas a sangre fría: ahí están las confesiones de altos mandos militares que contaron la verdad ante la JEP. El padre de Roux es una persona buena pero demasiado cándida que irresponsablemente actuó a nombre del país; el sacerdote no tenía derecho alguno para dejar a los asesinos en libertad, la justicia normal debe enjuiciarlos y condenarlos mínimo a cadena perpetua. La pena capital es aplicada en Colombia por la derecha con toda tranquilidad, ese horror es tan frecuente como los peculados: no hay fecha que no traiga esas terribles historias. Todos los días se sabe de multimillonarios robos al erario público y lo más indignante es que siempre se conoce a los autores, esos infelices malhechores que no tuvieron quien les enseñara buenas maneras ni lecciones básicas como el respeto a lo ajeno andan frescos y felices, nada les pasa, nadie les pide cuentas de sus actos… el fiscal Barbosa es el mayor de esos delincuentes, transformó esa entidad de control en una cueva donde despachan carisimos abogados que defienden gratis a los delincuentes de cuello blanco; la Fiscalía lleva años protegiendo a ese ampón y ha solicitado dos veces la preclusión del caso contra Álvaro Uribe, sólo la acción valiente de dos juezas ha impedido que se cometa ese gigante atentado contra la dignidad y la justicia. En nuestro país hace falta LA PENA DE MUERTE, LOS QUE SE ROBAN LO DE TODOS NO MERECEN VIVIR, ESAS RATAS ASESINAN EL FUTURO DE COLOMBIA, ES MENESTER EN ESOS CASOS APLICAR LA LEY DEL TALION O EL MILENARIO CODIGO HAMMURABY… de continuar como vamos pronto llegaremos al borde del abismo y allí nadie escapará al destino común: el fondo del fracaso, la muerte segura. “El que calla otorga” reza el refrán y hay mucho de cierto en ésa sentencia: de no generar drásticos castigos todos seremos cómplices de la degradación y el caos ( aunque ya hay muchos aue advierten que ese desastre empezó hace rato en nuestro país ). En Colombia se conocen más de 50 casos de robos billonarios, esos multimillonarios peculados han sido perpetrados por altos políticos y expresidentes que aprovechando su fuero se tornan en intocables facinerosos. Es indignante ver la desfachatez con la que esos virus gigantes actúan. Lo peor de todo es el pésimo mensaje que le estamos enviando a las nuevas generaciones: EN COLOMBIA SER PILLO PAGA !!!

Fe de erratas: este escrito fué enviado a su publicación hoy 24 de julio a las 4 :00 la tarde. Al releerlo detecté errores de digitacion, gramaticales y de forma que fueron corregidos; esta es en consecuencia una versión revisada y mejorada ( espero)

Hola Álvaro. Utilizar los términos adecuados: facinerosos, degradación, desfachatez. Todos ellos los definen. Gracias por leer.

Hola, Alberto. La inexistencia de soluciones a tu solicitud de humanidad, o nas bien, de hermandad con la vida en general, nos puede explicar la razón de ese estado depresivo de la mayoría de las sociedades modernas. El tal: construir sobre lo construido, es imposible, improcedente.
Es como si hubiéramos elegido un camino de desarrollo humano errado y ese camino ya comenzó a incorporarse en el desarrollo biológico, estructural. No sé si exagero, espero que sí.
Toca dar gracias a la vida, hacer lo mejor y vivir el apocalipsis auto infringido.
Un saludo, Alberto.

Me gusta mucho tu reflexión y la conclusión: “apocalipsis auto infringido”. Es la derrota del pensamiento. Gracias por tu lectura Andrés Felipe.

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