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El general (r) Montoya y la precisión de sus instrucciones.

Se le acusa igualmente de “emplear un leguaje violento” de “encubrir excesos” y, con más de 4.000 testimonios recogidos, demuestra la JEP que esas exigencias se replicaron “a lo largo de toda la cadena de mando militar, hasta constituir el punto de partida del patrón macrocriminal de asesinatos y desapariciones forzadas presentadas ilegítimamente como bajas en combate

Por Alberto Morales Gutiérrez

El universo, que es azaroso por definición, ofrece a veces conjunciones que son difíciles de explicar, y que adquieren también dimensiones simbólicas.

El pasado 29 de agosto, en Chile, el brigadier general del ejército de ese país, Hernán Chacón, con sus 86 años a cuestas, recibió en su residencia de Las Condes, en Santiago, a una comisión de oficiales de la sección de derechos humanos, quienes se presentaron con una orden de captura. El anciano general integraba, con otros seis militares de alto rango, el grupo de siete condenados por el secuestro, tortura y posterior asesinato del mítico cantautor Víctor Jara, en septiembre de 1973. El cadáver de Jara registraba, dentro de otros muchos rastros de barbarie, 44 impactos de bala.

Chacón pidió a los oficiales un momento para ingresar a su estudio a tomar una medicina y, segundos después, se descerrajó un tiro en la cabeza. Habían transcurrido cincuenta años desde cuando cometió su crimen.

En Colombia, el 30 de agosto, menos de 24 horas después de ese suicidio, la JEP imputó por crímenes de guerra y lesa humanidad al general (r) Mario Montoya, excomandante del ejército colombiano. Es apenas el principio, pues se trata de lo que los magistrados de la Jurisdicción Especial para la Paz denominan un “subcaso”: 130 “falsos positivos” perpetrados en el oriente antioqueño, mientras era comandante de la IV Brigada, en los años 2002-2003.

Las imputaciones asociadas a su actuar mientras fue comandante del Ejército Nacional, aún no se han hecho. Tampoco las asociadas a su relación con los paramilitares en Antioquia.

El editorial de El Espectador el 31 de agosto pasado, hace referencia a una rueda de prensa convocada por el general, que se encuentra registrada en la imputación de la JEP, en la que “presentó con orgullo y en tono desafiante, otro triunfo de las Fuerzas Armadas de aquel entonces. Dijo que habían dado de baja a dos niñas y tres jóvenes, supuestos guerrilleros del IX Frente de las FARC. Ahora sabemos – dice el editorial – lo que en aquel momento se sospechaba y fue repetido a gritos por las familias de las personas asesinadas: ni las niñas ni los jóvenes eran guerrilleros. Se trató de una farsa, un teatro elaborado para engañar al país…”

¿Qué ocurre en la mente de una persona, que la lleva a convertirse en el motor de una operación criminal de las dimensiones a las que alcanzó a llegar? ¿Qué tipo de pensamientos logran justificar unos hechos tan execrables?

Desde el punto de vista académico, el acto de matar exige, para su interpretación, un análisis adecuado de las circunstancias. De hecho, una es la visión del asesino esporádico y otra la del psicópata. En los textos del derecho penal se habla de las circunstancias, se habla de la víctima, del sujeto agresor, de las consecuencias y los efectos.

Se ha dicho, de igual manera, que la ausencia de moral en el asesino es un convencionalismo que no tiene sustento. Hay que considerar las condiciones sociales, vinculaciones sociales, recorridos vitales, redes de intercambios de obligaciones y reciprocidades, en fin.

Mire usted que hay homicidios por piedad. Se les llama pietísticos u homicidios eutanásicos, y son motivados por la idea de poner fin a los sufrimientos de otro.

Pero este caso particular exige ser mirado en el marco complejo del contexto militar, en donde variables tales como la rigidez de su estructura jerárquica, la idiosincrasia de la vida en los cuarteles, las normas que guían la conducta de oficiales y soldados, desencadenan innegablemente una cultura que podríamos llamar la “cultura de los ejércitos”.

Gravitan alrededor de ella unos principios y unas prácticas y unos argumentos, con unas dimensiones y unas complejidades tales, que han desencadenado, desde las mismas fuerzas armadas, una especialidad de estudio a la que se la llama “la psicología militar”.

Es necesario destacar que los logros clínicos de esta especialidad se han concentrado en los temas puntuales del estrés postraumático por las confrontaciones en el campo de batalla, o la reincorporación a la sociedad luego de amputaciones y otras pérdidas; pero hay un consenso en el sentido de que “el contexto militar no ofrece muchas oportunidades para realizar estudios propios de las ciencias humanas”, porque hay muros que todo lo detienen. La información es restrictiva y la recolección y análisis de datos ofrece dificultades insalvables.

En el principio superior de defender a la nación por encima de cualquiera otra consideración, y en la apelación suprema al patriotismo, parece descansar esa “despersonalización” en la que se escudan los militares acusados de barbarie, para sustentar que el cumplimiento de las órdenes, los exime de cualquier responsabilidad individual. Prima el espíritu de cuerpo.

Hay aspectos que no se pueden perder de vista: en el caso específico de los “falsos positivos” en Antioquia, el general Montoya estaba al mando, en su momento. Era la autoridad más encumbrada en el organigrama de la IV Brigada.

Los registros dan cuenta de afirmaciones macabras que adquieren matices terroríficos si se cierran los ojos y las imaginamos expresadas con gritos, golpes en la mesa y en el tono castrense de rigor: “¡Quiero bajas!”, ustedes “¿no quieren trabajar, o qué?”, “¡va a tocar relevarlos!”, quiero “litros”,“chorros”,“ríos”,“barriles”,“carrotancados’ de sangre”.

Una exigencia que, según registra la investigación, se hacía, incluso, a través de los programas radiales de las fuerzas armadas. Se le acusa igualmente de “emplear un leguaje violento” de “encubrir excesos” y, con más de 4.000 testimonios recogidos, demuestra la JEP que esas exigencias se replicaron “a lo largo de toda la cadena de mando militar, hasta constituir el punto de partida del patrón macrocriminal de asesinatos y desapariciones forzadas presentadas ilegítimamente como bajas en combate” por la Brigada IV del Ejército.

Fue el desenfreno de ese accionar el que le permitió a Montoya ser convocado por el presidente de ese entonces, el señor Álvaro Uribe Vélez, para asumir la responsabilidad de ser el comandante general de ejército. Montoya se ganó ese cargo a fuerza de muertos inocentes que nada tenían que ver con el conflicto armado.

¿Había actuado como comandante de la IV Brigada de manera autónoma?, ¿inventó él la estrategia de manera inconsulta?, ¿recibió órdenes?. Todo apunta a que la precisión de esas instrucciones fueron dadas desde más arriba. Un desenfreno de muertes inocentes que no pueden considerarse en la perspectiva de la defensa de nación alguna, de la defensa de patria alguna, de la defensa de causa alguna.

Montoya, desde luego no es inocente, como no lo puede ser su jefe, en la cadena de mando. Esta es apenas la punta del iceberg. Al igual que le ocurrió al anciano general Hernán Chacón, Álvaro Uribe Vélez, también de manera inexorable, será alcanzado por la justicia.

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17 respuestas a «El general (r) Montoya y la precisión de sus instrucciones.»

Ante tal contundencia, permíteme enseñarte a manera de complemento -aunque suene a politiquería pseudoanarquista- un artículo que publiqué en estos días en las redes y que habla de la precariedad intelectual de aquellos que aceptan la tragedia que hemos vivido como acciones en favor de lo que denominan “patria”

YO ME LLAMO

Una de las críticas que más escuchamos con respecto a la restitución de tierras a los campesinos desplazados es ¿pero, si tendrán con que cultivarlas? Y otro comentario, de suyo simpático y representativo -pues nos enseña el ideario del grueso de la población adaptada al lenguaje de la precariedad producto de la ignorancia-, es referente al proyecto minero de Quebradona que acabaría con Jericó. Dicen ¿No es mejor trasladar el pueblo para que puedan hacer la mina? Pues bien, estos comentarios demuestran toda la pobreza intelectual, la alienación y la falta de sensibilidad social hacia las comunidades que se encuentran en riesgo y que las corrientes políticas de renovación y cambio tienen presentes como protagonistas en la construcción de un nuevo país. Ya esa Colombia fragmentada y anacrónica -tal vez no viable-, vive un sopor que impide pensar, fluir y progresar. Es, en parte, lo que hemos denominado el Síndrome del Condominio, ese encierro protector en el que muchos medran y hace que vivan sólo preocupados por una cita médica o por la proximidad del programa de concurso o el noticiero.
En esa rutina temerosa y socorrida como bálsamo constante para la incertidumbre, una noche -antes de empezar un perverso distractor musical de imitadores- sorprendió a la audiencia una alocución presidencial.
– ¿Pero quién es éste? -me preguntaron- yo creía que era un guerrillero asesino… pero está diciendo cosas muy interesantes y muy graves… Y sí, el presidente emergió de los televisores de miles de hogares colombianos, para abrir la herida y mostrarnos toda la podredumbre que nos alimenta a manera de postre maldito. Puro veneno para adobar la muerte de un país en donde aún creemos que los buenos son los que tienen a más de 20 millones de compatriotas aguantando hambre y en donde presurosos destacamentos de aristócratas y ricachones de siete suelas se roban el petróleo, el carbón, el oro, el café, el erario… y la tierra.
El presidente habló del genocidio y el desplazamiento ahora cuando la Justicia Especial para la Paz síndicó a un general de 120 asesinatos de jóvenes inocentes. (“ustedes saben que es lo que tienen qué hacer” decía el jefe mayor, y la soldadesca de inmediato salía a la cacería en veredas y barrios en busca de muchachos para asesinar y asi ganarse el sobresueldo, la medalla, o una prima extra). Y todo ello pasó en la tranquilidad de la “Seguridad Democrática”. También en esos tiempos, después de las masacres del Salado y Mapareyó -tema central de la alocución presidencial -, aparecieron los compradores de “buena voluntad” para apropiarse de las tierras donde antes estaba la finquita, la parcela del campesino o el pequeño emprendimiento agrícola. Todo ello con la ayuda de notarios corruptos quienes expedían certificados de libertad y escrituras sobre los nuevos predios resultado de la alteración de linderos y cambios de la geografía doméstica que hicieron que el reclamante – muchos años después, de pronto sí frente al pelotón de fusilamiento- no reconociera el que fue su hogar, su cultivo y en lugar de ello – como sucedió en tiempos de Laureano- encontrara un trajín de tractores, ganado o cultivos de palma africana.
Fueron 6.600 hectáreas que Argos la cementera, compró a la fundación “Crecer en Paz” – rimbombante nombre alegórico a un supuesto proceso de paz y desarrollo- pero no, es el disfraz con que ocultan la tragedia que dejó a miles de familias llorando su destino o engrosando los cordones de miseria en las ciudades y condenando a sus hijos- como escucharon sorprendidos los espectadores de “Yo me llamo”- a la pobreza y muchas veces a la prostitución.
Duro fue el estrujón a lo más profundo del corazón de Colombia. Las 780 hectáreas restituidas a los campesinos de la vereda el Salado en el Carmen de Bolivar, mediante sentencia de los jueces, no es una simple donación de buena voluntad como lo quieren hacer ver los medios de comunicación; no señores, es una obligación ante la ley por un robo tras la masacre de más de cien compatriotas. Pero ¿si tendrán con que cultivar esa tierra? me preguntan incrédulos como si el campesino fuera bruto, ignorante y perezoso o como si la tierra no les perteneciera. Han de saber que el gobierno ha implementado todo un programa de asesoría y créditos blandos para que la tierra tenga la función social que le corresponde: la producción de alimentos!!
Todas las guerras en Colombia han sido causadas por la tenencia inequitativa de la tierra, y es ahora más que nunca, cuando el desempleo ha disminuido, cuando el peso es la moneda más revaluada del mundo, los fertilizantes bajaron de precio y la producción interna de alimentos ha aumentado, que la alocución presidencial cae como bálsamo de confianza, confirmando su tesón e inteligencia.
Pueden armar todos los chismes del mundo, pueden sus cercanos hacer tropelías, bailar mapalé y darle gusto a busconas con dineros ajenos; pueden sus coopartidarios entrar en decadencia y rabiar, pero la historia honesta y coherente de este luchador social saca la cara por el país, y de la mano de quienes han estado decididos por mostrar la verdad de nuestra tragedia y una esperanza de redención, se conducirá al país por el camino de la equidad social, el desarrollo y la paz.
Este es el momento que esperábamos, y debemos seguir adelante apoyando al presidente con confianza y contundencia.

Excelente su artículo y el comentario. Falta profundizar en la vuelta de tuerca al modelo guerrerista sembrado en el ejército y que sigue replicándolo para que logre confluir lo militar , lo social , lo humano en las nuevas generaciones.

Es cierto.Hay países que no tienen ejércitos. Muchas gracias, Beatriz, por tu comentario y lectura.

Dura realidad esta que debemos digerir con la actualidad de nuevos elegidos para gobernar colombianos que prefieren ignorar .

Tienes razón Eduardo, mucha gente prefiere ignorar este tipo de barbarie. Muchas gracias por tu lectura.

Ojalá la justicia terrena nos muestre a ese sápatra en la cárcel, sin privilegios; hierve la sangre ante tanta podredumbre consentida por la gente de bien….

Ni esperanzas de que cuando vayan a detenerlos hagan lo mismo que el general chileno. Aquí les ofrecen agüita con cianuro que tienen lista los cínicos

Gran concatenación de fechas y hechos, curiosa fenomenología en sucesos latinoamericanos. Esperemos que las historias encuentren justicia, armonía y paz en el presente que co-creamos o gestamos. Gracias

Gran concatenación de fechas y hechos, curiosa fenomenología en sucesos latinoamericanos. Esperemos que las historias encuentren justicia, armonía y paz en el presente que co-creamos o gestamos. Gracias

Excelente texto sobre lo acontecido.
Y me hago la siguiente reflexión, los medios prepago están enfilados a hacer un montaje sobre la capacidad sicologica de nuestro presidente, un hombre entregado a su pueblo, pero, no cuestionan sobre la locura y sicopatia del que mal goberno este pobre país por muchos años

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