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Milei y la derrota del pensamiento

Por Alberto Morales Gutiérrez

Recuerdo que hubo una época en la que se puso de moda hacer balances y definiciones contundentes, sobre lo que había caracterizado cada siglo recién vivido. Se dijo, por ejemplo, que el siglo XVIII fue “el siglo de las luces”; que el siglo XIX fue el de “la revolución industrial”; que el XVII fue “el gran siglo”. Extrañamente, no hay una definición de consenso alrededor de lo que caracterizó al siglo XX o lo que éste significó para la historia de la civilización. Sobre el siglo XXI falta mucho trecho por recorrer. Aún no es tiempo de una síntesis.

Como es bien sabido que la historia la escriben los vencedores, es necesario entender que los hitos que se destacan en cada siglo dependen de la intención histórica de quienes hayan triunfado, por lo que unos hitos se interpretan de manera acomodada y otros simplemente desaparecen.

Es evidente que aún no han terminado los balances del siglo XX. Vistas en perspectiva, las dos guerras mundiales son “recientes” (1914-1918 la primera/ 1939-1945 la segunda); es “reciente” el genocidio de las bombas atómicas (1945); es “reciente” la instauración del modelo de la economía de mercado (1973) y son “recientes” todas las demás tragedias subyacentes. Así, es nuestra obligación no olvidar que todos estos excesos, fueron y son protagonizados por los ganadores del conflicto, los mismos que ostentan el poder hoy, por lo que es inevitable que exista un manto de oscuridad para impedirnos ver lo que hemos heredado y el tipo de debacle que se está cociendo.

No tengo dudas en el sentido de que derrotar el pensamiento ha sido y es hoy, la señal inequívoca de los intereses superiores que animan a la alta dirigencia económica transnacional que nos controla.

Se trata de un proceso de carácter global, que no solo ha sido intencional, sistemático y altamente efectivo; sino que involucra a las nuevas tecnologías, a la internet y las redes sociales, a la música, a los medios de comunicación, a la escuela y a la industria del espectáculo, entre muchos otros protagonistas, y cuyos indicadores de éxito son francamente contundentes y comprobados. Le doy tres que son muy evidentes: el primero, decrecimiento probado del IQ o coeficiente intelectual a nivel global; el segundo, disminución aterradora del vocabulario (ya el promedio, en todos los idiomas, se reduce a 400 palabras); el tercero, la tendencia acelerada a la “síntesis” (no más documentos, informes de menos de una cuartilla, análisis superficiales, titulares cortos, “dígalo todo en cinco minutos”, ¿cúal es tu pitch?, el triunfo del reggaetón.)

Se trata de una ausencia total de reflexión, de la desaparición de la duda; la reducción del mundo a un eslogan, la política hecha una consigna.

Creo que es precisamente en la política, en el ejercicio de la política contemporánea y en el perfil del político contemporáneo (el político “triunfador”) en donde se resume esta debacle.

Para la muestra un Milei.

Su puesta en escena es la de un chiflado con el pelo alborotado que, en los post, mira indignado a su interlocutor, simulando un grito estentóreo, mientras amenaza con una sierra en las manos. Su promesa es ponerlo todos patas arriba: “¡Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos y colectivistas hijos de puta!” -grita-

Sergio Carreras, un analista argentino, espectador compungido del triunfo de Milei, arguye que hace menos de dos años, el personaje hizo el descubrimiento que ya habían hecho bárbaros como él, en otros países: abandonar los programas tradicionales del debate político y buscar audiencias masivas en esos espacios “exitosos” conducidos por ignorantes de todos los pelambres, que son felices preguntando sobre la vida privada de sus interlocutores, sus preferencias sexuales, y que jamás incomodan con preguntas que hagan referencia a cuestionamientos partidarios o temas de macroeconomía.

Y ahí lo vieron y lo aplaudieron y lo ensalzaron, mientras hacía referencia a sus prácticas tántricas, se disfrazaba de superhéroe con capa y con máscara, lloraba narrando el amor que siente por sus perros, y también insultaba, lanzaba alaridos, y proponía acabar con todo y mandar todo a la mierda, para construir un nuevo mundo, el mundo de Milei, pero un mundo dolarizado, claro. “Entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite.” – dice –

Ganó por amplio margen. Las mayorías que le dieron el triunfo no hicieron reflexión alguna, no pensaron en consecuencias. La idea obsesiva fue asumirlo como “el antibiótico que los argentinos encontraron a mano para intentar detener la infección que ha dado más de 50 años de fracaso económico”.

Es rocambolesca esa historia que están difundiendo sobre Milei algunos sectores, en el sentido de que su victoria es una supuesta “derrota de la izquierda”, porque tal interpretación, definitivamente no es cierta. El peronismo y el kirchnerismo en el poder, no son nada distinto a una pandilla de delincuentes. No. Milei es, realmente, otra cosa. Milei es un signo exacto y patético de los tiempos que estamos viviendo. Su triunfo lo único que hace es reafirmar una idea expuesta por David Graeber en el 2014. Hace referencia a la paradoja neoliberal y afirma que: mientras por un lado la economía de mercados establece que los imperativos económicos son de su absoluta prioridad, por otro lado se demuestra que desde el punto de vista práctico, el desempeño de la economía mundial en los últimos treinta años ha sido, sin duda, mediocre. Este proyecto –dice– era ya un fracaso antes del colapso del 2008.

Su conclusión es que, si bien como proyecto económico no funciona y sus tasas de crecimiento han estado muy por debajo de las correspondientes a la época del capitalismo antiguo controlado por el Estado de Bienestar, lo cierto es que como proyecto político ha sido “extraordinariamente eficaz”, pues ha logrado convencer al mundo de que ese capitalismo semifeudal de financiamiento, que es la esencia de ese modelo, es el único sistema económico viable.

¿Cómo lo consiguieron? -se pregunta- y responde que contribuyeron a crear una atmósfera general de miedo, de conformidad ultranacionalista, de inseguridad y desesperanza, “que convierte el simple hecho de pensar en cambiar el mundo, en una inútil fantasía”.

Para generalizar esta idea absurda es necesario, previamente, derrotar el pensamiento. Es por ello que la idea que lograron imponer es que  “el mercado libre y la libertad humana son, en últimas, lo mismo. Pensándolo bien, – concluye – es un logro extraordinario”.

La prueba reina se aprecia en los difusores de la idea de que Milei derrotó a la izquierda, pues asumen sin duda alguna, que ese personaje es un cultor  del mercado libre y de la libertad humana. Lo dicen absolutamente convencidos, lo dicen en serio. ¡Hágame el favor!

No deja de estremecer la idea de que tanto en el mundo en general como en Colombia en particular, abundan los candidatos que, con ese perfil macabro, se están preparando, desde ya, para repetir la experiencia .

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26 respuestas a «Milei y la derrota del pensamiento»

Patético personaje bufonesco como casi todos los oportunistas que a falta de ideas propias; cree ser otro redentor con su infame mediocridad.

Gracias Juan por tu lectura y comentario. Pareciera que la mediocridad se convirtió en condición esencial para acceder al poder. ¡Una tragedia!

Lo felicito por tan certero análisis de la paupérrima sociedad global que nos ha tocado vivir. Para nuestra desgracia y la de las próximas generaciones los ejemplos de payasos en el poder abundan en todos los niveles.

Vivir no, ¡padecer! Qué sufrida es la existencia en estos tiempos, más para quienes crecimos con sueños y utopías de otro mundo posible.

Si William, teníamos sueños. Creo que no debemos renunciar a ellos aún en medio de la adversidad.

Hola Wilmar. Gracias por leer y comentar. No es muy optimista el panorama, tienes razón.

Tranquilo Alberto que vendrán tiempos peores. Nosotros tenemos nuestro Polo Polo y nuestra María Fernanda listos para el 26 y ganarán. Como se decía antes: no hay con quien.

No se puede pedir peras al Olmo. Mientras los ciudadanos sean unos ignorantes de su pasado, se seguirá repitiendo la historia de este circo del poder al que año tras años se anexan más y más payasos y saltimbanquis, cada vez más lejos de mejorar el espectáculo circense en el que las ansías de poder han sometido a nuestra sociedad.

Muy agradecido con tu lectura y comentario María E. Creo que tienes razón con esa definición de espectáculo circense que le das a la práctica política. ¡Todo es una payasada!

El fascista de Milei derrotó no solo a esa “izquierda” variopinto y conciliadora, sino también al peronismo neoliberal, fuerza política, que desde hace muchos años viene estafando y engañando a los trabajadores y capas medias que todavía creen ese señuelo. No se le ha plateado a la clase trabajadora y al pueblo argentino un proyecto verdaderamente revolucionario, sino proyectos de media tinta, que no son ni chicha ni limonada. “mucho ruido y pocas nueces”.

La ignorancia inunda el poder y las masas…no creo que la solución aparezca, “esperando tiempos peores”… Esos tiempos ya llegaron y “nos cogieron con los calzones abajo”..
Vamos a seguir esperando ?

Gracias por leer y comentar Carlos Alberto. Sueño con la idea de que llegue un momento en el que se nos llene la taza, que decidamos no resignarnos, que empecemos a trabajar en un proyecto humanidad. Ese es mi sueño…

Hola Helena, muchas gracias por leer. Creo que la crisis es grave y severa, pero no creo que sea el fin de los tiempos.

Tenés toda la razón cuando decís que el kirchnerismo y el peronismo no representan la izquierda y que no son más que una recua de bandidos. Era previsible que el pueblo no eligiera a quienes son los culpables de la debacle argentina en todos sus órdenes, pero es una desgracia que hayan elegido para reemplazar a esos corruptos a semejante patán; me temo que pasaron de “guatemala a guatepeor”. El ámbito de lo grotesco, lo banal, lo vacuo, lo frívolo, tan propio de la intonsa muchedumbre, ha comenzado a reinar en un país que por su historia, por su cultura, por la memoria de Cortázar, de Borges, de Sábato, no merece tamaña vergüenza. Queda esperar que acá, en Colombia, la extrema derecha no nos entronice en el solio de Bolívar a esa facha y zafia de la María Fernanda Cabal y como fórmula vicepresidencial a ese bufón del Polo Polo.

Gracias Edgar por leer y comentar. Comparto contigo la idea de que para los argentinos el drama era grave, pues no se sabe qué es peor, si el remedio o la enfermedad. Ojalá aprendamos algo para no incurrir en el mismo drama

¿Alguna vez las masas populares votantes sí lo hicieron con pleno conocimiento y consciencia del proyecto político por el que optaban? ¿O en todos los tiempos lo han hecho basados en consignas básicas que real o supuestamente interpretaban sus intereses? ¿Realmente todo tiempo pasado fue mejor?

Hola Teodoro, gracias por leer y comentar. Bueno, siempre he pensado que aferrarse a los tiempos pasados nos impide avanzar. Me gusta más la idea de asumir una actitud crítica contra la decadencia y atrevernos a pensar. Si lo hacemos, es probable que encontremos cómo volver a hacer camino al andar.

El pueblo, constituido por una turbamulta ignara, se comporta como una vaca racional que duerme, caga, come, por lo de vaca; y, por lo racional, baila, bebe, tiene sexo y se anestesia con fútbol, farándula, conciertos de gritos y telenovelas. Ese pueblo nunca ha elegido a sus gobernantes. Éstos se autoeligen y llaman a esos borregos a votar por ellos, y el ingenuo pueblo cree que eligió al ganador
El asunto pues es de educación política, que está en cero para esa turbamulta. Por eso votan por Milei o por cualquier Rodolfo

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