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Al Alberto

La estupidez de Barbosa no debe leerse como insulto, sino como definición.

Por Alberto Morales Gutiérrez.

Francisco Barbosa es un tipo insignificante desde el punto de vista de su dimensión ética, intelectual y profesional. No obstante, debido a esa lógica perversa con la que se mueven en este país la política, el sensacionalismo periodístico y el atraso, ocurre un fenómeno que, aunque es extraño, es explicable: Barbosa se nutre de la resonancia que se da a sus estúpidas afirmaciones, aunque ellas evidencien no solo su asombrosa incapacidad y su falta de seriedad, sino su vocación irremediable de funcionario títere al servicio de los más oscuros intereses. Los ecos a sus palabras tampoco son capaces de ocultar su evidente comportamiento delincuencial: desde pomposos viajes familiares con cargo al erario, pasando por el escándalo de las empleadas de servicio doméstico en su casa, pagadas por la fiscalía; hasta los absurdos ascensos con los que premia a fiscales atrapados flagrantemente en actos de corrupción; para no citar sino tres ejemplos.

Se trata de una resonancia premeditada desde luego, que se concibe a distancias siderales de él; pero la marioneta ni se lo imagina. Su delirio ha alcanzado unas dimensiones tales que, por estos días, está en trance de “candidato presidencial”. Da grima.

A mí en particular, el gobierno de Gustavo Petro me parece un desastre, pero afirmar como lo hace Barbosa desde su estupidez, que Petro “no representa la institucionalidad colombiana” es un exabrupto jurídico y un acto de ignorancia que no tiene presentación, sobre todo si a renglón seguido reconoce que el presidente ganó las elecciones. Pero, como para la estupidez no hay límites, descalifica el resultado electoral definiéndolo como “un accidente de la democracia”.

Posando de jurista, Barbosa redefine los alcances y consistencia de la democracia electoral, en el sentido de que esa democracia no se “accidenta” cuando gana el candidato que a él le gusta. ¡Hágame el favor!

Ha justificado la estrategia de su candidatura como una campaña “de poder terminar bien la fiscalía general de la Nación y seguir cumpliéndole a los colombianos” (sic). La carga de cinismo es colosal, dado que las actitudes y comportamientos de este bárbaro, lo único que han logrado es consolidar la impunidad de los mas siniestros personajes nacionales y acabar con lo que quedaba de la escasa reputación de esa entidad, en la que ya nadie confía.

A los únicos a los que Barbosa les ha cumplido, ha sido a los corruptos que maquinaron para que fuera nombrado.

Practicando torpemente la técnica del despiste, manifiesta en su campaña que está “muy preocupado por la manera en cómo se ha venido desvirtuando el sistema jurídico colombiano” (sic), para eludir su responsabilidad evidente en esa “desvirtuación”.

Lo cierto es que han sido las acciones de la fiscalía durante su mandato, las que se han encargado de entorpecerlo todo para favorecer a los carteles de la contratación; favorecer a los protagonistas de la “ñeñepolítica”; favorecer al expresidente Duque y a su mamá ; favorecer al señor Álvaro Uribe y a sus áulicos, y favorecer, en fin, a cuanto corrupto de su bando, cae en manos de la justicia.

Barbosa es un virus más que infesta las pústulas de la corrupción entronizada. Barbosa, en términos de Umberto Eco, es una expresión del “sincretismo bufo” que caracteriza la narrativa política en el mundo de hoy.

El desbarajuste de las ideas es de dimensiones descomunales.

¿No ha notado usted que sectores del “progresismo” aplauden con entusiasmo al neoliberalismo imperial?, ¿que se revisten como de izquierda, las prácticas y propuestas más reaccionarias?; ¿que el populismo es ejercido sin pudores, ya por sectores fascistas, por partidos liberales, por alianzas de “izquierda” y por organizaciones reaccionarias?

Ya nadie sabe en dónde está parado.

Ese “sincretismo bufo” parece concebido para borrar las ideas, para desaparecer el pensamiento, para neutralizar la reflexión.

Apropiándome de la narrativa de Michel Onfray, podría decirse que un estúpido como Barbosa reivindica el imperativo de una contraparte que sea decididamente seria. Puede usted acusarme de modificar, al servicio de mis intereses, eso que el autor de “La Política del rebelde” (Anagrama 2011) asigna como “la virtud de los artistas”, lo sé. Lo hago como ejercicio didáctico y usted me va a entender. Como el arte es cosa seria, propongo denominar a esa virtud de los artistas como la virtud de la seriedad. “Artistas –dice él -, serios -digo yo – eran los que consideraban que la tierra era redonda y giraba sobre sí misma”. Y entonces Onfray aplaude a los que reducían el mundo al átomo, a los lectores de geografías esféricas, a los poetas amantes de las flores venenosas, a los pornógrafos detractores de la virtud…y se extiende a los pintores malditos, a los pregoneros de las crudas verdades.

En esta perspectiva, lo que sería una proclama de la seriedad, llamaría con Onfray a pronunciarse contra los promotores de los versos sensibleros, los escritorzuelos de revistas, los malos pintores que pintan bodrios para salones académicos. Artistas – dice él -, serios – digo yo – son los familiarizados con el no, mientras que los otros, los que consienten, son criados.

Me conmueve esta conclusión: “Las obras de los que, a lo largo de la historia, han puesto de manifiesto los poderes y la potencia de toda estética que anhela la vida y escarnece la muerte, se expanden en extrañas mandrágoras que se extienden al pie de las horcas…”

Barbosa es poco serio y es poco serio el mundo contemporáneo de la política y de la economía. No hay seriedad en la sociedad del espectáculo, ni es serio el ejercicio diario de exhibición impúdica que protagonizan las gentes en las redes sociales; no es serio el periodismo del like, ni es serio el cibergobierno obnubilado por entre los laberintos del trino. No es seria la mentira.

También parafraseando a Onfray, seriedad sería lo más parecido a la astucia de la razón. Debemos entender que la estupidez es, por el contrario, el eclipse de la razón.

La astucia de la razón es, en esta perspectiva y hablando seriamente, el antídoto contra la estupidez. Mi propuesta es que empecemos a hablar de esto.

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24 respuestas a «La estupidez de Barbosa no debe leerse como insulto, sino como definición.»

Gracias Juan. Aplaudo tu adhesión a este llamado. Gracias también por tu lectura.

Analizando bien lo que ha sido la Fiscalía, especialmente ésta última, una cueva de refugio para bandidos de toda clase y el “señor fiscal” es un Guardaespaldas de todos estos.
Para ésto el “señor Fiscal” sí es el hombre mas ” preparado ” léase prepago para ocupar semejante cargo de responsabilidad y justicia. Que cloaca tan inmensa en la que estamos viviendo.

Hola Jaime. Gracias por leer. En eso terminó la fiscalía de Barbosa, en una cloaca.

Hola Jesús, tu comentario es certero. Esta fiscalía llegó a niveles de corrupción aberrantes. Gracias por leer.

Querido Alberto, más exacto no habría podido quedar el retrato de este oscuro personaje, que envilece y pudre todo lo que toca.

Hola Martaaaaa! Me gusta mucho que pases por aquí. Sí, tienes razón, el tipo es absolutamente corrosivo.

Gracias Eduardo por leer. Su megalomanía lo puso en evidencia desde el primer instante. La estupidez no tiene remedio.

La corrupción hace parte de la estupidez? La prepotencia es estupidez, pero sirve para considerarse intocable y hacer lo más increíble sin que pase nada, que alimenta su vanidad.

Hola Carlos. Gracias por leer. Creo que en el caso de Barbosa, la estupidez empieza a manifestarse en su egolatría desbordada. Repleto de complejos, verbalizó recién posesionado que era el colombiano más “preparado” de su generación…

Perdóname Alberto, que suene a fanatismo pero Petro no gobierna por trinos. Hay realizaciones importantísimas para que os entereís. Bueno. Lo de Barbosa está muy de acuerdo con la tolerancia a la corrupción y el delito de cuello blanco. Evidente y sin contradicciones, pero muchos se niegan a creerlo por aquello de que la gente de bien, de buena cuna, blanquitos y bonitos, son incapaces de delinquir.
La estupidez se hereda y encuentra su resonador.
¿Qué más decir? Si todo lo niegan sabiendo que es cierto.
Grave.

Hola Juan. Muchas gracias por leer y comentar. ¿Estarás de acuerdo en que el nivel de uso y temáticas que el presidente aborda en redes sociales es, por lo menos, excesivo? ¡Abrazo!

Estoy muy de acuerdo con Juan Fernando Uribe D. cuando afirma que Petro no gobierna con trinos y que hay realizaciones muy importantes en este gobierno…y la lista es larga; por supuesto que los errores también son muchos.
Muy de acuerdo en cuanto a todo lo que se dice, en este otro excelente artículo, sobre Barbosa; este tipejo no tiene nada bueno: es bufón, arrogante, cínico, obtuso, sinuoso, truhán, vil, hipócrita, mentiroso, despreciable, y, en definitiva un detestable “bandido del poder” como bien definió a gentuza como este fiscalillo nuestro gran poeta Gonzalo Arango.

Hola Edgar. Toda mi gratitud con tu lectura y comentario. Creo que hay consenso en torno al carácter y la naturaleza estúpida de Barbosa.

Todo se ha dicho, o quizá aún falta algo por expresar: ocuparse del analfabeta BArBOSA es ya un exabrupto. Hay enfermos que no saben lo que padecen, pero lo de Narciso es ya el extremo: los colombianos somos sin duda los campeones del aguante, eso unido a nuestra extraña capacidad de reír de nosotros mismos nos hace presa de los ignorantes que confunden la decencia con la estupidez… El comienzo del fin fué la elección del exsubpresidente Duque, un insignificante personaje que usa su cabeza sólo para posar como futbolista aprendiz de cabecear con el balón. Hay una cosa en la que el desquiciado Narciso Barbosa tiene razón: si el baboso Ivan pudo, el también está capacitado para llegar a la casa de Nariño… peligroso asunto, si tenemos en cuenta antecedentes como el de Rodolfo Hernández que por poco se convierte en nuestro presidente. Leída su brillante disertación no entiendo su posición frente al gobierno del cambio, de pronto el hecho de no haber tenido jamás una persona decente al frente de nuestro país hace que no veamos las dimensiones de ese gigante llamado Gustavo Petro. No soy petrista, tampoco adepto a ningún partido, no milito en la “Colombia Humana”, pero voté por el y no me arrepiento porque es la primera vez que la godarria se despeluca buscándole la caída. La ultraderecha empezó a urdir un golpe de estado antes del 7 de agosto del 2022 pero no han podido hilar tres palabras. La oposición debería estar agradecida con Gustavo, a pesar de todas las maniobras en su contra Petro a nadie persigue, los medios despotrican a diario contra el y a ninguno ha cerrado. Jamás se presentó la temida expropiación, o si no que le pregunten al señor Lafourie que ha pretendido vendernos potreros que no sirven para sembrar comida. El dólar se mantiene estable, el desempleo y la inflación siguen a la baja, la inversión extranjera aumentó por encima de las espectativas más optimistas… Los indicadores no mienten: el turismo en el 2023 se disparó. Podría seguir pero… un botón basta de muestra, los demás: a la camisa. Gracias por su escrito y por brindarnos este espacio. Feliz tarde !

Muchas gracias Alvaro por pasar por aquí, por leer y comentar. Me aparta de Petro su juicioso alineamiento con el modelo neoliberal de economía de mercado, entronizado por las grandes potencias y su condescendencia dañina con los EEUU, comprometiendo incluso la soberanía nacional. Valoro mucho tu reflexión. Se puede hablar, cuando el interlocutor habla con seriedad. Gracias de nuevo.

Dejando atrás lo del fiscal Barbosa, que me parece discutible, me gustaría pregunatrle a la nutrida audiencia petrista en ésta columna, ¿ todavía no están arrepentidos de haber votado por semejante jumento para la presidencia de la república ?

Todos están arrepentidos. La gran mayoría no lo van a reconocer. Actúan como borregos. Como focas. Ellos saben lo desastrosa que es la izquierda en el poder. Alcaldía de Bogotá,Petro.

Gracias por tu lectura Eduardo. Qué bueno saber qué es lo discutible del fiscal Barbosa.

Hola Olmedo. Gracias por leer. Tienes razón. Desde el primer día se supo el personajillo que era.

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