Vivimos en medio de una contradicción total entre el significado de los intereses económicos y el de los intereses de lo ético; una contradicción que impacta todas las esferas y componentes de la organización social, del pensamiento, y de la esfera individual…
Por Alberto Morales Gutiérrez
Benjamín Netanyahu hizo el pasado miércoles 24 de julio, una intervención desafiante ante las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos, orientada a pedir más armas para finiquitar el genocidio en Gaza. Su argumento central: que Israel y ese país tienen intereses comunes en el Medio Oriente. Los medios internacionales difundieron con entusiasmo el aplauso cerrado de su audiencia, celebrando la intervención.
Netanyahu había sido invitado formalmente por el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson y por el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schumer.
Como todo el mundo sabe, aplaudir es cosa seria. La Real Academia Española al entregar sus sinónimos, incluye palabras como “aclamar”, “aprobar”, “elogiar”, “ovacionar”, entre muchas otras.
Veinte años atrás, el 28 de julio del año 2004, el Congreso de la República de Colombia aplaudió de pie, con un entusiasmo superlativo, la intervención de Salvatore Mancuso Gómez jefe del estado mayor de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC. También habló ese día otro comandante siniestro, Ernesto Báez. Se dijo que la intervención “marcó lo que sería la hoja de ruta de esta organización ilegal, entregada al narcotráfico”. La hoja de ruta expuesta desencadenó el “encomio”, la “loa”, la “alabanza” de ese Congreso.
Por las mismas fechas, el Centro Nacional de Memoria Histórica había registrado las cifras escalofriantes de los asesinatos de las AUC: 94.754 colombianos, muchos de ellos sacrificados en actos de barbarie que le dieron la vuelta al mundo.
Dado que el aplauso es un beneplácito, una admiración, una adherencia con aquel o aquello que se aplaude, su ejercicio entraña riesgos, porque en términos semiológicos, el aplauso también habla de quien aplaude y de aquello que aplaude.
Iñaqui Domínguez relata una práctica de Stalin para detectar quiénes no lo estaban aplaudiendo de corazón: observaba detenidamente a su audiencia y memorizaba los rostros y nombres de aquellos que primero dejaban de aplaudir, para hacerlos desaparecer una vez terminaba el evento. Sostiene Iñaqui que a Stalin lo aplaudían por miedo.
Un grupo de jóvenes que asistieron en 2022 a un encuentro periodístico en un espacio radial con el candidato presidencial Gustavo Petro, aplaudieron la respuesta que le dio a uno de los participantes cuando le preguntó por qué aceptaba la compañía de políticos tan cuestionados como Roy Barreras y Armando Benedetti. Primero dijo: “Si yo colocara una especie de tribunal donde todo el que haya votado por Uribe no tiene un papel que cumplir en la nueva Colombia, prácticamente estaría condenando a la nación a unos odios”. Agregó que “el que está libre de pecado, que tire la primera piedra” y concluyó que “Yo he sido investigado muchísimas veces. Decenas de procesos preliminares se abrieron contra mí porque mis contrincantes se dedicaban a tratar de meterme preso. (…) ¿Algunos de esos culminó con condena contra mí? Ninguno”. El aplauso refleja, como es apenas obvio, una aprobación de esa extraña lógica argumental.
En el 2016, el sociólogo francés Alain Turaine (1925-2023) publicó un texto estremecedor: El Fin De Las Sociedades (Fondo de Cultura Económica). Se trata de una reflexión profunda sobre el concepto de modernidad, en donde aborda el ocaso de la “hegemonía occidental” y se hace preguntas pertinentes sobre el pensamiento del presente, la conciencia moral, el sujeto, igualdades y diferencias.
Rescato lo que expresa sobre el declive del liberalismo, del nacionalismo, el socialismo, todo eso que Lyotard llama los “grandes relatos”, para hacer una invitación provocadora: “abandonar la noción misma de sociedad”. Y lo expresa desde una perspectiva según la cual, un mundo creado por la economía, las ciencias y las tecnologías, “pero administrado por las finanzas” escapó a todo control social. Para él, esa ausencia de control social volvió caduco el papel de las instituciones en la construcción de las reglas, las formas de organización y las leyes de la vida social.
Eso explica este presente global, la distorsión abrumadora del aplauso, la entronización del “importaculismo” de cara a cualquiera sea la barbarie; la inmoralidad, el delito que se exhibe.
Vivimos en medio de una contradicción total entre el significado de los intereses económicos y el de los intereses de lo ético; una contradicción que impacta todas las esferas y componentes de la organización social, del pensamiento, y de la esfera individual, concluye Touraine.
Desde su análisis, se ha venido gestando y consolidando lo que él denomina “un pesimismo radical”, ¡la cumbre de la desesperanza!.
¿Aplaudir a Netanyahu, su soberbia sionista, su vocación destructora, las cifras de su masacre?, ¿aplaudir a Mancuso, a las autodefensas, con la emocionada consideración de que no existe método más eficaz que acribillar al contrario?, ¿aplaudir la viveza, el atajo?, ¿aplaudir la estrategia corrupta de la compra de los votos y las decisiones del poder público, con el argumento de que es la única manera posible de que los cambios todo lo cambien?, ¿aplaudir la vulgaridad, la misoginia, la discriminación, la irresponsabilidad de candidatos, embajadores y funcionarios?
No creo que la resignación sea el camino, tampoco asumo que sea fácil encontrar una manera, un método adecuado para enfrentar esta debacle. Deben existir múltiples formas, podrán combinarse muchas de ellas. Pero, cualquiera sea el método que aparezca, tengo la convicción de que es en el resurgir de la ética, una ética pagana como dice Michel Onfray, en donde ha de descansar la tarea a emprender…
12 respuestas a «¡Aplaudir la desesperanza!»
Alberto, no tengo duda que la debacle está en camino en los dos niveles en los que se nutre y al mismo tiempo estoy de acuerdo que lo ético debe resurgir como columna central social pero para que eso ocurra se debe descender al fondo mas pestilente y miserable que por su misma degradación transforme a quienes lo aplauden.
Tal como ocurrió con el producto artístico mas sofisticado y simbólico que pudieron ofrecer en el último y degradante juego olímpico del final de los tiempos…allí apareció lo que hay hoy para aplaudir.
Buenos días Eduardo. Muchas gracias por leer y comentar. Esa ética que resurja, que debe resurgir, que ojalá resurja como columna central social, debe acoger desde luego un principìo irrenunciable: el respeto por la diferencia, porque el reconocimiento de que somos distintos, el reconocimiento de la pluralidad, es lo que construye civilización.
Con respecto al punto de la pluralidad y el reconocer los espacios ajenos me parece que es la linea de contacto entre la paz y la guerra que me parece que la veo replicada en el espacio y sus planetas demolidos
Lo mismo que en todos esos restos arqueológicos profundos no catalogados que muestran evidentes tecnologías muy avanzadas venidas a menos, peor, demolidas
Me lleva a pensar que es justo esa tensión violenta lo que contiene o nó los procesos.
Si Eduardo, ese es el punto de contacto entre La Paz o la guerra…
Si. Creo que la política sin ética envilece a las sociedades. Y la acción política transforma las sociedades. Por tanto, en este silogismo, la ética enaltece a las sociedades.
Buenos días Luis Hernado. Agradecido con tu lectura y comentario
Debe ser PAGANA, pues la religiosa cristianocatólica eurocéntrica no dio resultado, es más, confirmó su fracaso produciendo un mundo social lleno de inequidad y entropía. El hombre actual está desviado hacia el mundo corporativo: es autómata y su pensamiento no sale de una cuenta bancaria o del antiácido para la úlcera.
La incultura y el producto de la manipulación mediática es total.
Debemos insistir e insistir. El primer paso seria
Muchas gracias Juan Fernando. La insistencia es una condición esencial, pues solo con la insistencia se pueden encontrar caminos.
INSISTIR EN UNA BUENA EDUCACIÓN para romper la hegemonía del poder mediático
Tienes razón Juan Fernando, la educación puede ser una de las insistencias, pero debe acompañarse del pensamiento crítico, de ser capaces de poner distancia entre nosotros y nuestras creencias, de aprender a mirar-nos, a escuchar-nos.
Que gran problema, porque hay que respetar las diferencias, pero si lo diferente daña y es inconsecuente, hay queencontrar la manera de cambiarlo o adaptarlo a lo ético. Y aparece el antagonismo, usualmente con malas consecuencias
Muchas gracias Hernán por escribir y comentar. Sí, el tema de la manera como tramitamos las diferencias tiene una gran importancia. Mi esperanza es que esclarecer el concepto de la ética pagana puede contribuir de manera decisiva a abordar esta debacle.