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Al Alberto

¡Ay, amor, ya no me quieras tanto!

Por Alberto Morales Gutiérrez

La joven se llamaba Catalina Gutiérrez, tenía 21 años, estudiaba arquitectura y era una “influencer” que llegaba ya a los 120.000 seguidores. La encontraron sin vida en el interior de un vehículo incendiado. Había sido reportada como desaparecida el pasado mes de julio en Córdoba, Argentina. Néstor Soto, el feminicida, explicó la causa de su crimen: estaba enamorado de ella y su amor no fue correspondido.

Resulta extraño que el uso de la palabra “amor” sea recurrente en este tipo de asesinos para justificar su barbarie. “Si no eres mía, no serás de nadie”, pensaba Néstor al mirarla. Esa es la idea de los “amores” posesivos. Soy tu dueño y nada más.

Ya hay estudios que sustentan que las que están en crisis no son las relaciones amorosas, sino el concepto del amor propiamente dicho. Puede ser cierto. No pareciera caber el amor en un mundo tan repleto de violencia, de crímenes indescriptibles, de confrontaciones sin fin.

Me va a disculpar usted este desliz banal, pero debo confesarle que, al aparecer aquí el tema del amor, fue inevitable que, inconscientemente, se me vinieran encima todos los boleros del mundo.  Esto tal vez tiene que ver con el hecho de que mis amores adolescentes y adultos cuentan todos con una banda sonora en la que el bolero fue siempre, el gran protagonista.

Estaba tratando de escribir que escuchar a Danny Rivera o a Roberto Ledesma era, en esta perspectiva, un antídoto contra la violencia; cuando surge, con todas sus implicaciones, un texto según el cual, la “era dorada” del bolero coincide con ese largo período de las dictaduras militares que entre los años 30 y 70 del siglo pasado sacudieron a América Latina. “El éxito del bolero sirvió a los intereses de estos regímenes, ya que promovían cierta alienación romántica en un público al que se quería mantener al margen de las cuestiones políticas”

Aunque debo decir que todas mis “alienaciones románticas” se dieron concomitantes con los períodos de mis más grandes rebeldías ideológicas, no dudo que, en esos tiempos, el amor romantizado era capaz de calmar los ánimos más embravecidos. Hay letras de boleros que son decididamente inmarcesibles.

Y entonces, se me ocurre que el tema de las letras de las canciones de amor sí tienen mucho que ver con los desbarajustes conceptuales que agobian hoy al ejercicio de ese sentimiento.

Acudí al reggaetón como fuente. El “bardo” Bad Bunny, que moviliza multitudes, canta inspirado: “cuando te pelean y estás en despecho, me llamas y yo adentro te lo hecho”. Arcángel & De La Ghetto mueven las manitos inclinados hacia adelante mientras cantan en coro: “déjame darte mamita, yo soy tu Flow, se apaga la luz, rápido comienza el show. Le gusta venirse conmigo, por eso ella siempre me llama cada vez que sale con sus amigas… ”. Mientras tanto, Maluma hace “historia” susurrando muy melcochudo: “y tú mami cómo me dices que no te acuerdas como mi cuerpo te calienta. Ven dímelo en la cara y no mientas, dejemos de jugar”. Nicky Jam, por su lado, amenaza gracioso: “hola bebé, ya que contigo no sirve la labia y te crees muy sabia,  pero vas a caer, te lo digo mujer”. Me abstuve de buscar más ejemplos.

Iba a quejarme de que era una lástima que el bolero hubiera desaparecido, cuando me sorprende un amigo haciendo referencia a su “resurgimiento” y menciona a Natalia Lafourcade (Que me cante el mar/ Un bolero de soledad/ Que me cante el mar que ando sola, con soledad) a Lila Downs (El viento me trae tu voz/ No hay música que oiga yo/ Que no me deje llorando) y a Monsieur Periné (Me quedo con los viejos amores/ Desnudo el recuerdo de los atardeceres/ Que se funden en siluetas de colores). Quedé estupefacto y también curado de espantos. Ya aprendí que no se pueden endilgar al amor todas las tragedias ni todas las felicidades, tampoco asumirlo desde la perspectiva de una definición única.

Cuando Flaubert escribió Madame Bobary y sorprendió a Francia y luego al mundo describiendo esta historia tan recurrente de la esposa aburrida que busca a múltiples amantes para soportar su desasosiego; una esposa que miente, una esposa que sufre, que es traicionada a su vez, que se derrumba; recibió críticas severas porque al relatar los hechos, cometió “el error” de no tomar partido. Eso quería el patriarcado, pero Flaubert hizo lo correcto. En el tema de los desbarajustes del amor no hay, nunca, un solo culpable. 

El pasado 6 de agosto, en la edición del diario El País de España, Estrella de Diego relata la muy peculiar relación amorosa de Elena Ivanovna Diakonova con el pintor Salvador Dalí. Sí, Elena Ivanovna era Gala, la musa del artista. Una mujer sobresaliente y libre.

Bretón le tenía bronca, la veía como una intrusa mercachifle. Le puso un apodo: Ávida Dollars, un apodo que se construía con las mismas letras del nombre del pintor. Breton -dice Estrella – culpaba a Gala de las concesiones burguesas de Dalí.

El padre del surrealismo sentía que Gala iba a arrebatarle a una de sus promesas, y en efecto lo hizo. Cuando Bretón decidió expulsarlo, Dalí se encogió de hombros y sentenció: “el surrealismo soy yo”. Bretón ha de haber fallecido sin reponerse.

Después de conocerla, el artista cambió la firma en sus obras mas destacadas, haciendo un homenaje a su influencia: “Gala Salvador Dalí” se lee en esos cuadros. Gala era audaz, decidida, no conocía el miedo. Su primer matrimonio fue con el poeta Éluard (un nombre que le puso Gala porque el primero, Grandel, le parecía pobre). Cuando conoció a Dalí, (en ese entonces un joven desconocido) se quedó con él sin pensarlo y empezó a reconstruirlo, a convertirlo en el personaje que llegó a ser. Gala no era la chica calculadora que seducía a un hombre mayor que ella para aprovecharse, no. Ella era diez años mayor que el pintor. Cuando se conocieron, él tenía 25 años.

Fue su gran talento, su intuición, los que le permitieron a Gala ver qué significaba el estilo del artista y fue capaz de dilucidar cuál sería su camino a la gloria.

También Dalí tuvo muchos detractores, pero Estrella de Diego sostiene que nada tenían que ver con esa indisposición, sus excentricidades, sus provocaciones, sus posiciones políticas. Lo que no le gustaba a los machos alfa de la época, a los cultores del patriarcado, era su pareja. Gala los desquiciaba. Muchos han de haber soñado con matarla.

No soportaban que hiciera lo que le venía en gana, les parecía inadmisible su independencia, su mirada. Vivían exaltados porque no les temía. En Gala no aplicaba, para definirla, la “retórica de la vulnerabilidad” -concluye Estrella de Diego-

La de Gala y Dalí fue una historia de amor épica y disruptiva. El patriarcado todavía se revuelve. Déjeme intentar una conclusión: el amor genuino empieza con desear, desde el corazón, el absoluto bienestar del otro…y entonces, me parece descubrir que de eso, precisamente, es de lo que hablan los boleros.

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14 respuestas a «¡Ay, amor, ya no me quieras tanto!»

Hola Maria Vé, muchas gracias por pasar por aquí, por leer y comentar. ¡Un abrazo!

Excelente! El amor es la Salvación a todo! Tal como lo entendió Salvador Dalí. Un acto de inteligencia, a no dudarlo.

La primera parte en la que haces referencia al mundo del reguetón -que llena estadios con mujeres frenéticas- da buena cuenta de la manipulación sexual de las chicas empoderadas que castigan al amante, pero desfogan sexualmente con el amigobio consolador. Sólo por “gratitud”
La palabra AMOR es solo un indicativo que entra a un gran fondo semántico donde caben diferentes significados: el del bolero, proscrito y tormentoso, suplicante y maternal, envuelto en efluvios y lágrimas; el del tango trágico y masoquista; el del santón, compasivo y asombrado por la belleza gratuita…
Por algo decían los Cuatro Fabulosos que a pesar de la variabilidad cultural de su significado, era lo “único que necesitas”… pero no para asesinar “a la que no te lo quiso dar”

Muchas gracias Juan Fernando por leer y comentar. Estos asuntos del amor son complejos, ciertamente.

Exquisito el relato vivo de hoy Alberto..!
Primero apaleas lo insulso de la insulsa musica de hoy y luego nos vamos a Madrid a pasear por la gran vía en 1960 junto a Gala y Dalí con su oso hormiguero para recordar que por amor se mata..

Eduardo hola. Muy grato tu comentario. Muy grato que leas la columna. Abrazo

Muy bueno recordar esos boleros y tangos que expresaban tanto sentimiento! La verdad es que esos nuevos intérpretes no despiertan ni curiosidad en mi, por lo que admiro que usted se tome el tiempo de dilucidar esas letras!! Como siempre un gusto leerlo! Mil gracias

Hola Wilmar. Gracias por leer. Leí el artículo. Es serio, documentado y lo llena a uno de horror. Gracias de nuevo

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