El Génesis, sin ruborizarse, ofrece dos versiones sobre la presencia de la mujer en el gesto divino de la creación del mundo. La primera versión está expuesta en el Génesis 1,27 y la segunda versión en el mismo Génesis 2: 4-25.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Los libros sagrados en todas las culturas, sustentan los sistemas de creencias sobre los cuales se construye su cosmogonía fundacional. Es por ello que todos coinciden en atribuirles una inspiración divina. En esta perspectiva, el libro sagrado posee toda la autoridad, en él se encuentra lo que cada cultura considera que es “la verdad revelada”.
El Génesis es el primer libro de las Biblias Cristianas y Católicas, tanto como el primer libro de La Torá de los judios. Alrededor de este y otros escritos sagrados, se han realizado estudios diversos que demuestran como se trata realmente de un texto que recoge varias fuentes redactadas por múltiples autores.
Según las últimas investigaciones, parece incuestionable la hipótesis de que se trata de textos basados en tradiciones orales del segundo milenio antes de Cristo, lo que permite entender las “concidencias” entre muchas de sus narrativas y las de otras cosmogonías antiguas.
La denominación de Génesis hace referencia a que su contenido trata sobre el origen del mundo y el orígen del género humano. La premisa fundamental es que el hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios.
De otro lado, el Corán, establecido como el único libro sagrado enviado por Alá para entregar a la humanidad los principios que garantizan su felicidad, fue revelado día por día al Profeta Mahoma. Posee 6.236 versículos y 114 suras o capítulos.
El Génesis, sin ruborizarse, ofrece dos versiones sobre la presencia de la mujer en el gesto divino de la creación del mundo. La primera versión está expuesta en el Génesis 1,27 y la segunda versión en el mismo Génesis 2: 4-25.
En la primera, se lee claramente: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.
En la segunda, también de manera nítida, se expresa: “Dios hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y mientras estaba dormido, tomó una de sus costillas y con eso, Dios creó a la mujer”.
Este Dios omnipotente, en su primer gesto creador, da vida al hombre y a la mujer al unísono, pero algunos renglones después, quienes redactan el texto parecen arrepentirse e incluyen, sin pudor, otra versión en la que el acto de la creación de la mujer se realiza en una lógica de subordinación. Ella ya no sale del barro, del humus, sino de una costilla del hombre, para que ella sea “hueso de los huesos y carne de la carne” del varón.
El relato, de manera intencionada, disminuye a la mujer. Se construye una narrativa según la cual esta subordinación, esta condición inferior, es una decisión divina. Así, la verdad revelada, la voz de Dios, establece ese designio.
El Corán no lo hace de manera diferente y la dicotomía también se impone. Si bien establece la igualdad entre los hombres y las mujeres, no duda en aclarar que esa igualdad ante Dios es en cuanto a los deberes religiosos. Así, tanto el hombre como la mujer deben creer en Alá y en Mahoma su profeta, rezar, ayunar, pagar zakat, realizar el Hajj y todas las demás obligaciones sagradas, pero se cuida de precisar que los hombres son protectores y proveedores de las mujeres, porque Alá ha hecho que uno de ellos supere al otro, y poque gastan de sus bienes.
Y da una orientación precisa: Las mujeres correctas son devotamente obedientes y recogidas, en ausencia de su esposo.
Es muy dificil imaginar que las mujeres, las hembras, desde las épocas de los Australophitecus, hayan estado al margen y no tengan nada que ver con la formación de la sociedad y la construcción de la civilización. Borrarlas del mapa, desconocer su rol en la conservación de la memoria colectiva es, a todas luces, un atropello descomunal.
Es como asumir que las ocupaciones que hayan tenido, las tareas que hayan cumplido, los roles que hayan asumido, fueran considerados como innecesarios, irrelevantes y sin importancia histórica.
Podría pensarse que el hecho de que la historia humana sea registrada solo en una óptica masculina, hace de ella un registro parcial, distorsionado y sesgado.
El sesgo de la palabra divina, hace que uno empiece a pensar mal…
6 respuestas a «A los libros sagrados no les gustan las mujeres»
Muy de acuerdo. No solo el Génesis otros muchos libros del Antiguo Testamento y otros den Nuevo especialmente Pablo de Tarso ( mas conocido como San Pablo) son abiertamente machistas y misóginos
Bueno, y no hablemos de Aristóteles, el viejito es adorado por los cultores del patriarcado! Abrazo
Hombre Morales, apúntate 500 puntos en la cuenta. Los monoteístas te odiara, nosotros los creyentes te festejamos. Un abrazo.
Abrazo pagano!
No la hemos tenido fácil. De ahí la importancia de cada paso hacia el reconocimiento de nuestra valía.
Se crece en el fragor de la batalla. Un abrazo!