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El jardín de los libros

Por Alberto Morales Gutiérrez

Es un “bolsilibro”, se llama “LaBotella de Papel”. Lo tengo en una edición del 2006 de la Universidad Externado de Colombia; creo que llegó alguna vez con la revista el Malpensante. Es un texto del poeta Ramón Cote Baraibar que recoge pequeños relatos sobre espacios de una ciudad y gentes de oficios cotidianos. Se trata de un ejercicio que han hecho otros escritores, desde luego, pero que en este caso en particular me retrotajo con nostalgia a ese ambiente maravilloso del Jardín Botánico de Medellín y al escenario de la Fiesta del Libro y la Cultura que, año tras año, ofrece un espectáculo emocionante cuya extraña virtud es la de ser siempre “lo mismo, pero distinto”

Parte de las conversaciones cotidianas que protagonizan siempre los visitantes habituales de estos eventos, que son lectores avezados o escritores de oficio, tienen que ver con temas como la programación, los diseños de los puntos de venta de los libros, las obras, autores y panelistas que más se destacaron, las charlas imperdibles, la logística, los invitados especiales, en fin. Pero, para el gran público, el evento es simplemente una fiesta grata, sorprendente, indefinible.

Asistir a este encuentro anual es emocionante. Vibra en el aire una energía que lo impregna todo y se hace evidente en los rostros de quienes asisten, en la manera como caminan y conversan, como miran las carátulas de los libros, como los toman en la mano y los acercan, como cargan lo que han comprado, como comparten, como descansan en la grama o en las sillas; la manera de degustar ese ambiente, como si, de verdad, lo digirieran.

Estoy ahí, miro los detalles y pienso en el “bolsilibro“. Trato de ponerme en situación para darle todo el significado a una de esas descripciones memorables que hace Ramón Cote en su “Batalla de Papel”“como mirar por una cerradura y ver un amanecer no merecido”, “como abrir una biblia y encontrar tres hojas de laurel…”

Cada rinconcito, cada personaje ofrece una oportunidad para el desvarío poético, pero yo no tengo ese talento descriptivo. Me corroe la envidia al recordar en el texto de Cote Baraibar la manera de contarnos que ve por ahí a un personaje “como un santo extraviado de sus funciones evangélicas, como un mártir del deporte, desproporcionado y huérfano…”

Llegamos en el Metro. Detrás de nosotros caminaban tres amigas, ya mayores, vestidas para la ocasión. Una de ellas ha de haberlas persuadido pues es la que lidera al equipo. Es conversadora. Nos pregunta que si vamos para la fiesta y le decimos que sí. Nos cuenta que están muy emocionadas porque quieren escuchar a una señora de apellido Carrasquilla que va a hablar sobre un libro dedicado a los abuelos. Que se enteraron por la radio. Les preguntamos si saben a qué horas es su exposición, no. ¿Saben el sitio en donde será la charla?, no. Entramos, están radiantes. Las dejamos en compañía de un guía para que las oriente. Se despiden agradecidas.

“…tu dulzaina campesina sonará sigilosa y oscilante, subiendo y bajando, bajando y subiendo, como la música de Robinson en sus soledades…” escribió Ramón Cote Baraibar en la página 30.

Si, estoy feliz ahí, pero nostálgico. Tengo la impresión de estar recorriendo al mismo tiempo todas las fiestas que se han dado allí. Me veo con mis hijas pequeñas, emocionadas primero con las caricaturas que les acaban de hacer y levitando luego con sus primeros libros. Me veo escuchando a Alessandro Baricco, a Juan Villoro, a Piedad Bonnet.

También Cote habla de la nostalgia en “La Batalla de Papel” y de nuevo no puedo evitar la envidia. Dice que ella – la nostalgia – “se siente con derecho a entrar a saco, sin pedir permiso en el reino vedado, porque considera que le bastan las yemas de los dedos para declarar su posesión del paraíso”.

Sí. No dudo que esta fiesta es lo más parecido a un paraíso en el que se vive la intensidad del goce pagano. No hay dioses qué celebrar, no hay ángeles ni demonios, solo la estética, la belleza sin pudores, el derroche de la palabra, la imaginación creadora, los libros con alas.

“Quien regrese tocará un centro, sentirá la compañía de un idioma, su breve abrazo de voces” dice Cote Baraibar a propósito de otro sitio, pero a mí se me antoja que también está hablando de este Jardín repleto de textos.

Y hay ahí, en medio de esa grata batahola, un desorganizado desfile que aparece y desaparece por entre el laberinto de la fiesta: los niños y niñas con sus uniformes de colegio que marchan en fila detrás de sus maestros. Miran a todos lados con curiosidad, se devoran ese paisaje, no han de entender las razones por las cuales ese gentío confluye allí, pero han de intuir que todo eso se debe a los libros.

Ramón, sorprendente, de nuevo me regala unas palabras que, desde otro contexto, me ayudan a entender poéticamente lo que me genera esa imagen de los niños que cabalgan a lomos de su curiosidad… “Si en algo contribuyeron estas tierras a tu felicidad fue cuando recobraste brevemente tu linaje al asistir al funeral de Blacamán, cuando le diste abrigo a Maqroll en los esteros, o cuando colgaste en tu carruaje los pescados de oro de Melquiades cerca de Mompox…”  

No soy capaz de emitir juicios de valor con este evento. Su trascendencia y su poder son propios y son inalienables. No hay político corrupto, alcalde malintencionado, secretario perverso, que pueda deshacer lo que ya ha sido apropiado por la ciudadanía. El “bolsilibro” que me conmueve parece también dictar sentencia: “Aquellos que se compadecen de tu destino itinerante ignoran tu dolorosa facultad de traspasar las leyes de la duración. Y donde ellos ven repetición y costumbre, tú abres los ojos y ves en cada día la más hermosa de las promesas…”

La Fiesta del Libro y la Cultura es, decididamente, una bienaventuranza.

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14 respuestas a «El jardín de los libros»

Es eso! La Fiesta del libro es una verdadera fiesta…y lo mejor: todos están invitados y las actividades diseñadas para chicos de 3 años a 95. Ese evento me fascina, comparto sus impresiones!

Estuve en la Fiesta del Libro, el pasado lunes 9 de septiembre, como invitado del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia a un conversatorio titulado “Los días bonitos de la basura” para hablar de mis impresiones sobre la vida de los recicladores que habían hecho de esa montaña de basura su hogar y de la que derivaban su sustento, y a quienes les había hecho un reportaje fotográfico en agosto de 1984 que hoy se exhibe permanente el el Centro Cultural. Esa visita me emocionó mucho y concuerdo plenamente con Alberto en que esa Fiesta del Libro y la Cultura “es decididamente una bienaventuranza”, y en un lugar maravilloso como lo es el Jardín Botánico, mejor escenario no puede tener ese magnífico evento.

Muchas gracias por leer Edgar. La experiencia de estar allí es verdaderamente emocionante. Alimenta al espíritu. Un abrazo

Me quedé sin ir, pero en un chucito de Envigado al lado de un restaurante ganador de la mejor morcilla, me encontré con un libro que siempre quise tener.

Acabas de comprobar el hecho científico de que, en épocas de la fiesta, los libros adquieren alas y se ubican en donde quiera que uno los necesita. Gracias Juan Fernando por leer y comentar.

Esas fiestas del libro son gustos, placeres, curiosidad y mil cosas mas en medio de una extraña y sutil sensación de hermandad. La Ulibro de Bucaramanga también causa esos efectos ademas charlas y conferencias que interpreto ligeramente chamánicas al analizar las caras de los asistentes…
Esos bolsilibros son la microdosis que atrapan a los indecisos…

Tienes razón. Los bolsilibros son microdosis. Me seducen desde la primera infancia, hace por lo menos doscientos años.

Me encanta su artículo.
El escenario no puede ser mejor , una combinación perfecta..naturaleza, libros, conocimientos, vida!
Estuve por allí y hablando con una facilitadora de Comfama, me encantó saber que cuando guía a los niños en esta fiesta, se asegura de la pasen bien y estén compenetrados con la actividad… esto es poner un granito de arena a la educación que tanto necesita el mundo.

Hola Lucía. Muchas gracias por tu lectura y comentario. Me han llegado experiencias, vivencias, detalles de las alegrías de las personas que asistieron, y todas coinciden contigo. Es un evento emocionante.

Alberto, las fiestas del libro tienen esa magia qué transita por tu columna
Todas son iguales y todas son diferentes, esa igualdad y esa diferencia las hacen los libros, siempre, los que amamos los libros, vamos detrás de un libro anhelado por mucho tiempo y salimos con un cargamento de libros que prolongarán la fiesta por mucho tiempo
Un abrazo

Hola Guillermo. Muy bueno verte por aquí. Sí, estos eventos tienen mucho de una magia indefinible. No sé cuál es la razón que me impulsa a recordar una frase lapidaria de Henry Miller a propósito de lo indefinible: “Lo único que les preocupaba era saber qué lado del pan estaba untado de mantequilla…”. ¡Abrazo!

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