El reciente recorrido del alcalde de Medellín por algunos medios nacionales se convierte en una especie de reafirmación del “sindrome del Sinchi”que caracteriza a la inmensa mayoría de esos medios.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Hay un personaje siniestro en “Pantaleón y las visitadoras”, que ejerce como “periodista radial” y refleja, en la célebre novela de Mario Vargas Llosa, todo lo de cínico, deshonesto, truculento y mentiroso que puede llegar a ser el mal ejercicio de ese oficio. El Sinchi se llama el personaje y al releer sus peroratas, no puede uno menos que pensar en una que otra estrella de las emisoras nacionales y de las franjas informativas de las mañanas en nuestro país.
En honor a la verdad, de Sinchis está lleno el universo de los medios de comunicación.
El reciente recorrido del alcalde de Medellín por algunos medios nacionales se convierte en una especie de reafirmación del “sindrome del Sinchi”que caracteriza a la inmensa mayoría de esos medios.
Umberto Eco leyó en un seminario de periodismo realizado en 1995 en Italia, un documento que clarifica muchos conceptos. Expresó por ejemplo que “entrevistar quiere decir regalar el propio espacio a alguien, para hacerlo decir lo que él quiere”. La entrevista degeneró en ser un monólogo propagandístico que el personaje entrevistado ejecuta en contubernio con quien lo entrevista.
Ya no se disimulan las distancias, las entrevistas reflejan de manera impúdica esas relaciones: “Hola Daniel”, “querido Yamith”, Maria Jimena, mi Dios te pague”.
Daniel Quintero habla con triquiñuelas sobre la gobernanza en EPM y María Jimena le ayuda afirmando que “no solo lo dice usted sino, imagínese, hasta Germán Vargas Lleras…”. Si, el mismo Vargas Lleras, cómplice de Quintero en la toma hostil de la ciudad.
Desde luego no se trata de pedir objetividad. En la misma charla, Umberto Eco acotaba a propósito del tema: “muchos de nosotros sosteníamos que, con excepción de los boletines de las precipitaciones atmosféricas, no existe jamás una noticia verdaderamente objetiva”. E insistía en que “aun separando cuidadosamente comentario y noticia, la misma elección de la noticia y su compaginación constituye un elemento de juicio implícito”.
Es cierto. Mire usted el tratamiento que la mayoría de los medios hacen de las masacres que no paran, de los asesinatos de los líderes sociales; la manera como se edulcoran las falacias presidenciales, como se matizan los horrores de la corrupción.
El Sinchi, en la novela, posa de periodista independiente, crítico, veraz. Trata por todos los medios de lucrarse de la actividad que Pantaleón realiza con las visitadoras, lo amenaza, lo chantajea y, como no logra su cometido, entonces lo denuncia. La autodefinición que hace sobre el significado de su programa es de antología: “La Voz del Sinchi es la ciudadela de la verdad defendida por todos los puños amazónicos”. El Sinchi clama por ser escuchado en tanto él y solo él es un gran “defensor de las causas justas”. Esas defensas las hace aún a riesgo de su propia vida, pero a él eso no le importa: “Sin amedrentarnos ante la amenaza. Se equivocan esos Herodes de nuestro tiempo si piensan que pueden taparle la boca al Sinchi con el lenguaje de la intimidación” No, no les tapan la boca.
En el reino de las “fakes” y entendido, como lo entendemos todos y lo reafirma Umberto Eco en su texto, que los medios son instrumentos de poder administrados por partidos o por grupos económicos, quienes “utilizan un lenguaje intencionalmente críptico en cuanto a que su verdadera función no es dar noticias a los ciudadanos, sino enviar mensajes cifrados a otro grupo de poder, pasando por encima de los lectores”. Entendido esto – digo – no debería sorprendernos la charada mediática del señor Quintero. Tal vez la experiencia sirva para seguir aprendiendo sobre la existencia de los Sinchis, la manera como se camuflan, y los tipos de alianzas que protagonizan con personajes que, como ellos, ejercen sus trucos y componendas posando también de independientes.
Hay una frase de Eco en ese seminario que bien puede servir de aspecto concluyente. Habla de la “evolución civil de un país”. Tal vez sea trabajar por esa evolución lo que nos salve. Esa evolución civil entendida como una verdadera apropiación de nuestra condición ciudadana, que operaría como blindaje. Convertirnos en ciudadanos conscientes, informados, responsables, que nos proponemos recobrar la dignidad, combatir la corrupción, desarrollar la empatía y nos decidimos por el poder de la juntanza.
8 respuestas a «La voz del Sinchi»
Qué magnífica forma de poner el dedo en la llaga. Qué triste nuestra realidad…
Gracias por leer Katty. Es una realidad triste, es cierto, pero creo que con esfuerzo, con ciudadanía, podemos cambiar.
Para que se de la evolución civil hay que juntar y participar. Y en este país a mucha gente le gusta es que le digan.
Es cierto Alberto. De allí la necesidad de hacer un esfuerzo mayor por lograr juntanzas.
Triste y desafortunadamente casi todos los periodistas de éste país por no decir todos están enmermelados hasta la médula , qué horror y que miedo
Es un horror Martha Luz. No podemos resignarnos. Gracias por leer.
Yamith, quien es, pues un sumiso de Cesar Gaviria, acaso no es accionista importante de CMI?
Yamith: dio oportunidad a los contradictores de Daniel Quinteto a pronunciarse?
Ojo Señores auditores de EPM o Municipio de Medellin por donde se comenzar a pagar favores. Pauta?
Acaso no es así también la estrategia de esa lumbrera de periodista de la W… Sr Sanchez.
Que tristeza,…
Si Jorge Julián, todo esto es deplorable. Es imperativo denunciar y denunciar y denunciar. gracias por leer