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Al Alberto

Ojos que no ven…

Desde luego, cada uno tiene las pruebas que reafirman su verdad: De un lado las imágenes del almacén saqueado, los vidrios rotos de las vitrinas, las fachadas sucias, el fuego que arde. De otro lado, los policías golpeando, los disparos oficiales, los rostros de los manifestantes amoratados, sangrantes… los cadáveres.

Por Alberto Morales Gutiérrez

El tema de todas las conversaciones de los últimos días, está asociado a las manifestaciones populares que se vienen sucediendo a lo largo y ancho de este país atribulado.

¿Por qué estas protestas tienen que terminar en violencia y destrucción?, ¿qué ganan?, se preguntan muchas de las personas impactadas por las noticias relevantes de los medios, mientras otras cuestionan los excesos de la violencia policial y claman porque se haga justicia ante los asesinatos de los manifestantes en Cali y las denuncias de motocicletas policiales que se movilizaban con las placas cubiertas y el hecho de que los miembros de la policía grabados no tuviesen a su vez, las placas que permiten identificarlos.

Dos miradas diferentes de un mismo hecho, que dan cuenta de ese axioma milenario y conocido: Cada quien ve las cosas, dependiendo de dónde está parado.

Desde luego, cada uno tiene las pruebas que reafirman su verdad: De un lado las imágenes del almacén saqueado, los vidrios rotos de las vitrinas, las fachadas sucias, el fuego que arde. De otro lado, los policías golpeando, los disparos oficiales, los rostros de los manifestantes amoratados, sangrantes… los cadáveres.

En los últimos tiempos se ha venido consolidando la idea de que son las creencias las que determinan esa manera como cada quien interpreta los hechos que observa. Mis creencias construyen mi verdad. En esta perspectiva, se va imponiendo un extraño predicamento:

“el mundo es como yo lo miro y poco o nada me interesa la manera como lo miran los demás”.

Genealogía de la moral.

Así se llama un texto de Nietzsche publicado originalmente en 1886, con el sugerente antetítulo de más allá del bien y del mal. Expresa en él una hipótesis que adquiere enorme validez a propósito del tema que estamos tratando. Dice en efecto que “desde que ha habido hombres ha habido también rebaños de hombres (asociaciones de familia, de comunidades, de tribus, de pueblos, de Estados, de Iglesias), y siempre, muchos que obedecían y unos pocos que mandaban” 

Su reflexión se centra en el concepto de la obediencia, esa especie de conciencia formal que ordena al individuo “debes hacer tal cosa, debes en absoluto abstenerte de hacer tal cosa”. La obediencia se transfigura en una necesidad, una energía que lo acaparará sin elección, con apetito grosero, y lo conducirá a aceptar todo lo que le soplan al oído los que lo mandan, ya sean padres, amos, leyes, prejuicios de clase, opinión pública o, desde luego, medios masivos.

Desde este punto de vista, el imperativo de la obediencia que opera como alienación, impide toda capacidad de raciocinio, todo ejercicio del pensamiento. Obnubila, no deja mirar, obstaculiza la más mínima intención de hacerse preguntas.

¿Qué preguntas? 

Bueno, de entrada, preguntarse qué origina el carácter masivo de esas movilizaciones a lo largo y ancho del país. Podría reflexionar sobre: hasta dónde es aceptable la hipótesis de los que mandan, en el sentido de que hay fuerzas oscuras (el petrismo por ejemplo) capaces de desencadenar este volumen de gente en la calles. Podría preguntarse que, si eso fuera cierto, cuál sería entonces, la razón por la cual ese poder movilizador, no se ha impuesto en las elecciones pasadas. Puede reflexionar también sobre las características perniciosas de la reforma tributaria que se quiere imponer, preguntarse sobre el dramático proceso de empobrecimiento de las gentes, los impactos del desempleo, las quiebras de las empresas, las dificultades que la inmensa mayoría de las gentes tienen para sobrevivir, e indagar si esa, es o no es, una razón válida para salir a las calles a expresar su indignación.

Puede preguntarse de igual manera el motivo por el cual esas manifestaciones que empezaron pacíficamente en todo el país y se mantuvieron pacíficas buena parte del día, fueron de repente, invadidas por desmanes de toda índole en las horas de la tarde. Preguntarse a quién le conviene esa barbarie, la manera como ella justifica la represión desembozada, la satanización de la protesta social.

Hay una afirmación de William Ospina, en un remoto artículo de El Espectador el 15 de octubre de 2016 y que rescata la cooperativa CONFIAR en un bello libro editado ese mismo año: Entre la patria boba y el país incierto. Una frase que, a la manera de los interrogatorios de parte, opera también como una pregunta poderosa: ¿No va siendo hora – pregunto – “de decir que no se trata sólo de que el ciudadano respete la ley, sino sobre todo de que la ley respete al ciudadano?”

El mismo libro clama en su página final con un poema de Antonio Gramsci en el que puede leerse: “la indiferencia es el peso muerto de la historia…” es cierto.

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11 respuestas a «Ojos que no ven…»

Excelente. La realidad supera las expectativas y en el camino ellas se ramifican revelándola.

Ya debiamos los colombianos haber cogido experiencia: No hay tal cosa como ‘marchas pacificas’. Tambien debíamos haber aprendido que aquel que atenta contra un policia, esta arriesgando su propia vida. La narrativa de la violencia policiaca solo ha beneficiado a los politicos que quieren un estado permanente de desorden. En nuestro pais ‘marchar pacíficamente es un mito. Los mismos que incitan a las marchas se aseguran de comenzar la violencia para después acusar a las autoridades. Es un truco tan viejo del comunismo, que ya deberíamos estar cansados y buscar otras formas de hacernos sentir. Estos politicos disfrazados de defensores del pueblo incitan a la gente a hacer cosas que sistemática e históricamente han resultado en contra de ellos. Solo ellos se lucran, el pueblo pierde.

Respeto tu opinión Marta, pero dudo mucho que los catorce muertos de estas jornadas de protesta hayan sacrificado sus vidas siguiendo “instrucciones” del “comunismo” internacional. Te convocaría a reflexionar sobre cuales son tus creencias, cuál es tu sentido de la justicia, qué piensas de tus congéneres, que sentimientos te genera la pobreza desembozada, la iniquidad. Es un ejercicio que puede hacerte bien.

Que pasaria si todos fueramos medicos?, Alberto creo que su balanza esta muy descuadrada, cuando hay asonadas crimunales de bandidos que destruyen un negocio de un señor que lucho años por fortalecerlo y con el, por ejemplo, una carniceria, pudo alimentar, vestir, educar y proteger su famila salen 10 o 15 maltratados y de pronto uno muerto, le quiero preguntar, cuando asaltan por la espalda un escuadron de la policia, cuantosmueren, cuando desplazan los campesinos indefensos cuantos mueren o tienen que salir de sustierras, cuando reclutan, violan, saquean, bombardean, secuestran, torturan, asesinab niños porque no obedecen, en cual lado de la balanza debemos depositar para hablar de equlibrio de fuerza, como decian los viejos,NO DOREN LA PILDORA, que los crimenes no se pueden tapar con un dedo, de lado lado ,es cierto, pero no angelitoscobtra demonios.

Hola Omar, conforme lo expresé en la columna, cada uno de nosotros ve las cosas desde el sitio en donde está parado. Cada quien tiene las pruebas a favor de su argumentación. No asumo que haya mala fe en tu argumentación, solo pienso que existen sobradas razones para la indignación ciudadana.

Todo eso es cierto no podemos seguir siendo aquella Patria boba donde la burocracia se sienta en sus tronos a reirse de su pueblo, a menospreciarlo a subyugarlo mientras se sientan a recibir los ramilletes de millones de pesos por nada no es justo y esto no se arregla von una regorma No! Es acabando con esa maldita burocracia

Hay que pensar que sin autoridad caeriamos en la Anarquia, los vientos de Revoluciones, que como dice La Historiadora Diana Uribe, cambian los Dueños del Poder , por otros nuevos, que hacen lo mismo.el pais a avanzado tengo 74 años y he visto como a pesar de la decadencia delos poliuticos, laSociedad a Contruido Ciudades que avanzan. Destruir el trabajo es un mal, la autoridad debe ser Respetada.

Hay Gustavo, ¿no será oportuno reflexionar que la ciudadanía, los más desfavorecidos, los desempleados, también deben ser respetados?

Conducir el vehículo en medio de la tormenta sin limpiar el parabrisas no nos deja ver con claridad el camino a seguir, hay que desempañar el vidrio para poder ver la realidad, estoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones, aquellas realidades que muchos tratan de encubrir a sabiendas de lo que ocurre, esas verdades que muchos no ven porque miran para otro lado y es que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.

Me gusta mucho tu alegoría al parabrisas Carlos Arturo. Es cierto. El tema es cómo logtr ver con claridad. Gracias por leer.

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