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Morirnos de amor…

Evidentemente, también la elaboración de la conciencia de la muerte y la elaboración del erotismo han requerido un largo proceso de aprendizaje.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Hay un hecho evidente en las discusiones públicas contemporáneas: ¡las mujeres tienen la iniciativa!

Da cierto pudor reflexionar desde la mirada masculina sobre temas de género,

porque las reacciones son, a veces, impredecibles, pero vale la pena contribuir a esta agitación del pensamiento a partir de una curiosidad reciente: La conciencia del fin perseguido.

Se trata de una frase acuñada por Georges Bataille que, en concordancia con Engels y muchos filósofos y economistas materialistas, desarrolla la idea de que es el trabajo el que determina esa conciencia que, según él, surge de preguntarse por qué y para qué estoy haciendo lo que hago. Va más allá. Sostiene que el trabajo, la tarea diaria, es lo que nos aleja de la animalidad que vegeta y sobrevive.

Ahora, dada la obsesión temática de Bataille por la sexualidad, concluye que la conciencia del fin perseguido, se hace tanto más importante, si se mira desde el abordaje de la vida sexual.

Se ha asumido que la actividad sexual de los animales es instintiva. Pero es solo a nuestra especie a la que le ha sido dado el erotismo, entendido como la búsqueda consciente de un fin que, en este caso, es la voluptuosidad, el placer voluptuoso.

Con el trabajo construyo, gano algo específico, con el erotismo ganamos los dos, pues no es ni razonable ni es cierto, asumir que el erotismo anida solo en el macho de la especie. La locura de la pasión es una locura compartida, la sensualidad, el abrazo erótico, es un placer compartido.

Dulce María Loynaz susurra: Si me quieres, quiéreme entera, / no por zonas de luz o sombra…/ Si me quieres, quiéreme negra/ y blanca, y gris, verde, y rubia, / y morena…/ Quiéreme día, / quiéreme noche…/¡Y madrugada en la ventana abierta!…/ Si me quieres, no me recortes:/ ¡Quiéreme toda!… O no me quieras

El erotismo es una complicidad, una aceptación mutua. Hay una escisión en el erotismo cuando la perspectiva es solo la del macho.

ByungChul Han, en La agonía del eros, expresa que el eros desaparece en la medida en la que el otro desaparece. El eros es eros si se dirige al otro de manera enfática. El eros no puede alcanzarse bajo el régimen del yo.

La verdad es que hay eros si hay un nosotros. La gran confusión contemporánea es asumir que el tema de la sexualidad placentera corresponde solo al macho de la especie (rezago siniestro de la tradición judeocristiana, eco milenario del régimen patriarcal). Es el nosotros el que empezó a escindirse.

Mire qué interesante esta reflexión: Bataille se hace preguntas a partir de la observación juiciosa de las pinturas rupestres de las cavernas del paleolítico superior: se trata de trazos magníficos que reflejan la actividad efervescente de la caza, un ejercicio arriesgado en el que la amenaza de la muerte transita en doble vía. Desde luego que la presa va a morir, puede morir, pero lo mismo puede ocurrirle también a quien la caza. ¡Es una lucha por la sobrevivencia!

Su observación le permite descubrir que, en los dibujos, algunos de esos cazadores tienen el sexo erguido. ¿Cuál es la razón de esa excitación que se hace evidente en la pintura? ¿Qué la explica?

Y entonces Bataille intenta una respuesta disruptiva: sabemos una cosa que desconocen el resto de las especies animales: somos la única especie que SABE que va a MORIR. Tenemos la certeza de ese destino inexorable.

Arguye que hace aproximadamente cien mil años antes de nosotros, el tema de la muerte se vuelve consciente en nuestra especie, pero que el rito funerario, enterrar los huesos de los muertos que son nuestros, enterrarlos con respeto y con temor, incorporar la magia a ese ritual, data de hace apenas treinta mil años atrás.

Evidentemente, también la elaboración de la conciencia de la muerte y la elaboración del erotismo han requerido un largo proceso de aprendizaje.

Se trata de una cosa tan trascendental que Bataille plantea un argumento adicional: el resto de las especies animales desconocen de igual manera el erotismo, porque desconocen lo inexorable de su propia muerte, desconocen la muerte. Es esto lo que nos permite entender (a ellas y a nosotros) que somos la única especie que ha desarrollado la capacidad exquisita de poder morirnos de amor…

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6 respuestas a «Morirnos de amor…»

Dentro de los parámetros de los desc ubrimientos que anuncia Bataille, ignorando las inevitables y sulfúricas pretensiones del feminismo ignorante, extremista, ágrafo, que podemos ejemplificar en sus intentos de sedicente “inclusividad” del lenguaje, podremos avanzar por la senda del eros abierta hace un siglo por Bataille y enseguida por las ciencias del lenguaje y neurológicas (ya yuxtapuestas en la práctica), manteniéndonos en un punto de observación de evolucionismo global exigente.

Gracias Pedro, por leer. Ciertamente ya está totalmente esclarecido que las palabras no son inocentes.

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