Categorías
Al Alberto

Zalameros, adoradores y otras especies…

Campeones en la adulación, serviles, siempre bocabajo, zalameros, intrigantes, sin la más mínima vergüenza, carentes de toda dignidad

Por Alberto Morales Gutiérrez

Ha de entender usted que no hay nada oculto bajo el sol. Tarde que temprano todo se sabe.

Para la muestra: la grosera historia de Sir Henry Norris, un cortesano del siglo XVI, cuyos herederos (si es que existe alguno que hoy reconozca sus orígenes) deben esconderse avergonzados y negar hasta la muerte que tengan algo que ver con el apellido Norris o el apellido Fiennes, que era el de su esposa Mary.

Henry ostentaba en la corte de Enrique VIII el poposo cargo (ojo, no es pomposo) de Groom of the Stool. Se que usted no me lo va a creer, pero las familias de los nobles se peleaban porque alguno de sus miembros llegara a esa posición.

Una traducción edulcorada de esa designación era la de ser “novio de taburete en la cámara privada del monarca”, otra definición menos sutil sería la de ser “mozo de las heces”. Pero, cualquiera fuera el matiz que se buscara dar a esa labor, lo objetivo es que su tarea era la de limpiar a su excelencia don Enrique VIII, una vez terminaba de hacer sus “necesidades” en las bacinillas de la época. En últimas, el trabajo de Sir Henry Norris era limpiarle el culo a su majestad. Se les decía “lameculos”.

Era un trabajo muy rendidor. De hecho, muchos lameculos en las monarquías europeas se convirtieron en confidentes de sus majestades y algunos de ellos llegaron a ser secretarios privados.

Para que se haga usted a una idea de los alcances del cargo, debo contarle que Sir Henry terminó ajusticiado, porque se metió en la cama de doña Ana Bolena, cosa que molestó sobre manera a su majestad el rey.

Todas las historias de los lameculos son patéticas. Se trata de personajes (usted los ha visto, los ha leído, los ha escuchado por todas partes) hábiles en la postración, siempre inclinados, genuflexos, acuclillados, arrodillados, humillados, adoradores de su patrón, su líder, su jefecito, su capitán, su inspiración.

Campeones en la adulación, serviles, siempre bocabajo, zalameros, intrigantes, sin la más mínima vergüenza, carentes de toda dignidad, es común verlos escalar posiciones y estar ahí, al lado de aquellos a quienes sirven.

Existen patrones, líderes, jefecitos, capitanes, con tan pobre autoestima, de tan poquísima capacidad, que se nutren de esa adoración y terminan rodeados de ejércitos de incapaces.

Mire usted hacia los lados. ¿No nota usted que la incapacidad nos rodea como plaga?

Divierte escuchar a los lameculos, sus ínfulas, sus poses doctas, sus discursos, sus escritos, el vacío de sus palabras.

Por estos días, en donde ya los temas de las amnistías, como el tema de la socialbacanería parecen haberse tomado la escena nacional, los lameculos se apresuran a hacer eco a la tendencia y pontifican, sustentan, raciocinan, aúllan.

Me llegó el eco de alguien que escribió, por ejemplo, que el solo nombre de la Comisión de la Verdad le repugna. ¡Hágame el favor!

El lameculismo no tiene límites, tampoco la estupidez. Son tiempos difíciles, es cierto, pero no son tiempos eternos… 

Compartir

4 respuestas a «Zalameros, adoradores y otras especies…»

Qué buen artículo, Alberto. Por supuesto que eso de limpiarle el orto al rey es un oficio muy confidencial.

Una confidencialidad que desaparece hoy porque los lameculos quieren hacerse notar. Gracias por leer Jairo. Abrazo

Los comentarios están cerrados.