El último incidente, ocurrido el pasado mes de marzo, mostró en toda su dimensión el público rechazo del gobierno colombiano al caso de Jineth Bedoya, cuando pretendió recusar a los miembros de la Corte y se retiró de la audiencia que se realizaba en ese momento dentro del proceso.
Por Alberto Morales Gutiérrez
La condena al Estado colombiano por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) llega 21 años después de que una pandilla de paramilitares, secuestraron, torturaron y violaron a la periodista Jineth Bedoya, quien, con una valentía inusitada, batalló sin descanso en medio de amenazas, rechazos, negligencias y objeciones, hasta lograr que se hiciera justicia.
El último incidente, ocurrido el pasado mes de marzo, mostró en toda su dimensión el público rechazo del gobierno colombiano al caso de Jineth Bedoya, cuando pretendió recusar a los miembros de la Corte y se retiró de la audiencia que se realizaba en ese momento dentro del proceso.
Jineth es, ciertamente, un símbolo de la lucha contra la violencia sexual. Su triunfo sobre la barbarie representa una enseñanza y anima una discusión que tiene contenidos múltiples y, desde luego, toda la vigencia: feminismo, patriarcado, machismo, equidad de género, igualdad de género, en fin.
Hay un texto formidable de la doctora Mara Viveros Vigoya, co-directora del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género y profesora de la Universidad Nacional, quien ha hecho aportes de gran significación para entender estos fenómenos. Se trata de “Teorias feministas y estudios sobre varones y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes” (2007) en donde pone en evidencia que “el énfasis de muchos estudios sobre los hombres y lo masculino en los cambios que están experimentando los varones al calor de las transformaciones sociales de las mujeres, puede ocultar el hecho de que la equidad de género sigue estando ausente de las prácticas cotidianas”
Reconoce que algunas de las demandas de los movimientos feministas han sido adoptadas en los diferentes discursos oficiales de algunos países, pero resalta que se trata de procesos que, no sólo no han sido homogéneos, sino que están llenos de contradicciones.
Aporta en su texto la evolución de los énfasis de la argumentación feminista, destacando las diversas tendencias existentes. Menciona a Carol Gilligan y su reflexión en el sentido de que las mujeres eran moralmente superiores a los hombres o se expresaban con otra voz, destacando un interrogante en el sentido de que , acaso, la escala de desarrollo moral presentada de manera general para el ser humano había sido construida a partir del modelo masculino.
Hubo otras feministas como Catharine MacKinnon, que centraron su interés en la violencia masculina contra las mujeres y en la alienación del cuerpo femenino por parte de los hombres, de manera tal que la masculinidad es caracterizada como algo intrínsicamente perjudicial para las mujeres y para los demás varones. Incluye de igual manera el ecofeminismo, quien describe la guerra como “un culto militarizado de la masculinidad, en el cual los hombres conquistan la naturaleza…”
Hay otros textos diferentes a los de la doctora Viveros que visibilizan cómo el patriarcado es una especie de proceso en el que actúa de manera conjunta y simultánea con otros dispositivos de dominio.
Los cultores de las “nuevas masculinidades” centran en la cultura el origen de todos los males, explicando que: “Los varones no nacemos machos, ni mucho menos violentos, sino que es un proceso de aprendizaje que se internaliza a lo largo de un proceso de socialización desde que nacemos”. Una hipótesis que reitera el sociólogo chileno Klaudio Duarte al destacar que:“Los hombres aprendemos a ser hombres. No nacemos machistas, aprendemos a reproducir patriarcado a través del sexismo, la homofobia, el falocentrismo, la heteronormatividad. Lo importante es que esos aprendizajes se pueden desaprender, lo que implica necesariamente una lucha política”.
Hay una historiadora prodigiosa, Gerda Lerner, quien ofrece de igual manera una visión disruptiva en su texto “La creación del Patriarcado” (Katakrak 1986) al destacar que este es un “sistema histórico”, es decir, que tiene un inicio en la historia y no se trata de un sistema “natural”. Sostiene que se trata de una creación conjunta de los dos géneros merced a condiciones particulares y roles que se dieron en la génesis de esa historia. La creación conjunta no matiza, desde luego, la barbarie de su evolución y entronización.
Más hoy, que en los tiempos pasados, están dadas las condiciones para que esta discusión prospere y en ellas participemos todos y todas, como debe ser. ¿Con prevenciones?, sí, ¿con prejuicios?, sí. ¿Con inteligencia? Sí.
Construir nuevos mundos es tarea que nos compromete a ambos géneros, que compromete a las diversas identidades de género, que compromete al conjunto de la humanidad…
4 respuestas a «Jineth Bedoya y los meros machos…»
Muy bueno el escrito, quisiera ver uno energico y rotundo contra las violaciones no solo de mujeres, sino, de niñas y niños por parte de la guerrilla, son miles que hace rato claman y denuncian y……la izquierda quiere hacer creer que los culpables fueron esas campesinas,esos niños y esas niñas, o sera que por su origen no ameritan gasto de tinta.q
Gracias Omar por leer. Si, la barbarie patriarcal pareciera no tener fronteras ideológicas. Se aprecian excesos en múltiples escenarios
Gracias Alberto, siempre pones las discusiones con fina delicadeza. Abrazos
Gracias Marta, por leer. Abrazo