Es una relación de vasos comunicantes: Facebook nos embrutece y la clase política nos utiliza. Mire nada más el significado de los Facebook Files, una valerosa denuncia de la exgerente de productos del equipo de Integridad Cívica de esa red social, Frances Haugen.
Por Alberto Morales Gutiérrez
En el año 2019, Avaaz, la organización civil fundada en el 2007 que promueve el activismo ciudadano, hizo pública una investigación que puso en evidencia las prácticas tramposas de múltiples sectores políticos en el mundo (la mayoría de ellos de derecha, hay que decirlo) en un listado que cubre a países como Alemania, Inglaterra y Francia (esos que nosotros llamamos civilizados) y, desde luego, Estados Unidos y varios países de América Latina.
El trabajo, centrado en los usos de la internet y las redes sociales, da cuenta del escandaloso grado de descomposición a que ha llegado el ejercicio de la política, y que tiene solución de continuidad cuando esos políticos marrulleros llegan al poder.
El drama ético en el que está inmerso nuestro país no es exclusivo, es el mundo el que se derrumba.
Así las cosas, la investigación enseña las maneras archiconocidas de crear y usar cuentas falsas y duplicadas, la difusión de artículos, libelos y mentiras en medios espurios y de “dudosa trascendencia editorial”; la creación de páginas trampa que abordan temas “inocentes” como cocina, deportes, belleza y, una vez construida la audiencia, empiezan a publicar artículos políticos; el reciclaje de seguidores, en fin.
Avaaz denunció ante Facebook más de 500 páginas y grupos, perfectamente diseccionados, que contaban en ese momento con una audiencia de más de 32 millones de usuarios. La red social respondió de manera políticamente correcta: “Nos centramos en la protección de la integridad de las elecciones en toda la Unión Europea y en todo el mundo. Hemos eliminado una serie de cuentas falsas y duplicadas que violaban nuestras políticas de autenticidad, así como varias Páginas para el cambio de nombre y otras violaciones. También tomamos medidas contra algunas Páginas adicionales que repetidamente publicaban información errónea. Tomaremos más medidas si encontramos más violaciones”.
La verdad es que Facebook solo borró el 15% de las cuentas denunciadas, mientras agradecía públicamente a Avaaz la importancia de las investigaciones realizadas. En julio de ese mismo año, Facebook (la sal corrompida) fue sancionada por la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos con una multa de US 5.000 millones, por las “malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos de los usuarios”, en el marco del escándalo de Cambridge Analytica.
No tenía por qué sorprendernos el ascenso al poder de un marrullero como Trump, la desvergüenza de las prácticas fulleras de un bárbaro como Ortega en Nicaragua o un embustero como Maduro, los delirios de un tramposo como Daniel Quintero, o las desvergüenzas de un inepto como el señor Iván Duque.
Es una especie de parapandemia, un fenómeno que pone en evidencia la crisis del pensamiento, el desbarajuste moral, la entronización de la mentira, la pérdida de la dignidad. Aquí y en el mundo, el poder hiede.
Es una relación de vasos comunicantes: Facebook nos embrutece y la clase política nos utiliza. Mire nada más el significado de los Facebook Files, una valerosa denuncia de la exgerente de productos del equipo de Integridad Cívica de esa red social, Frances Haugen, que da cuenta de las irregularidades con los manejos de la información, el carácter perverso de los algoritmos, el privilegio de la ganancia sobre los impactos en las audiencias (Instagram es tóxico para los adolescentes afirman las investigaciones internas de la red), la permisividad con los carteles de la droga y trata de personas, entre otras muchas cosas.
Esa premonición temprana de Giles Lipovetzky en “La era del vacío”, cuando abordó en el lejano 1983 el tema del individualismo y caracterizó esa nueva fase, la del narcisismo, que describió como un perfil inédito del individuo en sus relaciones con él mismo, con su cuerpo, con los demás, con el mundo, con el tiempo y que en estos tiempos oscuros se expresa con la exacerbación del selfie, demuestra – digo – que la esfera privada ha cambiado de sentido. Su conclusión parece describir el hoy: esos conceptos de las “alturas”: la política, la religión, la filosofía, la economía, en fin, “se van hundiendo arrastrados por la vasta operación de neutralización y banalización sociales”.
Esa es la catástrofe que instauró la marrullería y entronizó la trampa: esa vasta operación de neutralización y banalización sociales, que han logrado instaurar. El solo hecho de pensar, es ya un acto de rebeldía