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“Es que a ellas les gusta que les peguen”

Lo objetivo es que los mitos y “verdades” sobre la “masculinidad hegemónica”, esa creencia de los varones en el sentido de que tienen “el derecho a, entre otros, ejercer poder y control sobre las mujeres”, se ha tornado en una quimera.

Por Alberto Morales Gutiérrez

El pasado 25 de noviembre fue declarado como “El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, una iniciativa liderada, desde el año 2008, por el secretario general de las Naciones Unidas, y la Agencia ONU -Mujeres. La fecha marca el inicio de 16 días de activismo que, en este caso, se prolongarán hasta el próximo 10 de diciembre, con el objetivo de “pedir una acción global para aumentar la conciencia, impulsar la promoción y crear oportunidades para el debate sobre retos y soluciones”.

Desde luego, las cifras globales y locales son aterradoras y los diagnósticos que surgen de los permanentes estudios que se realizan, dan cuenta de las precariedades culturales, legales, familiares, económicas y sociales, que desencadenan este fenómeno execrable. A veces cunde la desesperanza, no pareciera que haya avance alguno. Pero si lo hay.

El psicoterapeuta especializado en problemáticas masculinas y director del Centro de Estudios de la Condición Masculina de Madrid, Luis Bonino Méndez, publica una reflexión (escrita en 1999) que, me parece, aporta a esa creación de oportunidades para el debate. De hecho, él resume la intención de su artículo expresando que pretende “ensayar algunas explicaciones – desde el punto de vista de la subjetividad masculina – de por qué existen pocos varones dispuestos al cambio hacia la igualdad con las mujeres”.

Planteaba, hace ya 22 años, que las mujeres están cambiando su relación con el mundo y con ellas mismas, en una lucha que “desafía los modelos tradicionales de la relación entre mujeres y varones”, para concluir que no cabe duda en el sentido de que “los varones son conscientes de ese desafío”. Entonces se pregunta (de cara a esa conciencia) ¿cómo están reaccionando?

Su premisa es que, de los cambios que desencadena esta lucha por la igualdad, surge de igual manera entre los hombres, un cuestionamiento “del propio lugar del varón en el mundo, ante las mujeres, ante los otros varones y ante sí mismos”. Expresa que no se trata propiamente de una crisis de identidad sino “una gran crisis, pero de legitimación del modelo social de masculinidad tradicional”.

Aporta los resultados de investigaciones realizadas (se queja de que son pocas) e intenta una clasificación de los tres tipos de varones:

1.- “Los contrarios a los cambios”. Son los machistas de raca mandaca. Se creen superiores. Los fanáticos del mandato patriarcal. Propensos a utilizar la violencia para “ponerlas en su lugar”.

2.- “Los favorables a los cambios”. Están llenos de matices: “confusos” porque no tienen modelos masculinos de referencia; “utilitarios” que se benefician de esos cambios porque ellas trabajan y aportan dinero, y los “igualitarios unidireccionales” que aceptan que las mujeres asuman “funciones masculinas” pero no a la inversa. También existen los compañeros verdaderos, dispuestos a cambiar.

3.- “Los ambivalentes”. Son los más quejosos porque se sientes desorientados e incomprendidos, desconcertados, debilitados y perplejos.

Una variopinta cantidad de matices que incluye a los pro-feministas que dan solo apoyo intelectual, los indiferentes, los que “tienen reservas”. Concluye que “cada varón no necesariamente permanece siempre en la misma posición, sino que circula dinámicamente por ellas, variando su pertenencia según su edad, sus situaciones personales y su grado de conciencia de la justicia entre géneros”.

Esta lucha, no ha sido una lucha inane. Lo objetivo es que los mitos y “verdades” sobre la “masculinidad hegemónica”, esa creencia de los varones en el sentido de que tienen “el derecho a, entre otros, ejercer poder y control sobre las mujeres”, se ha tornado en una quimera. Ha de ser por esa pérdida, que solo queda el argumento de la fuerza bruta y es por ello que se exacerba la violencia.

Pero, ocurre que el tema, en la medida en la que avanza su análisis conceptual, empieza a poner en evidencia otras aristas. La muy inteligente Rita Laura Segato, antropóloga argentina, feminista, llama la atención sobre el hecho de que prefiere referirse antes que, a la violencia sobre las mujeres, a las “violencias de género”.

Explica: “prefiero llamarla así, el concepto de género fue un hallazgo para poder hablar de una estructura que organiza los cuerpos desde un teatro de sombras y es una categoría muy útil”.

Tiene razón, es necesaria distinguirla de la violencia común, entender que es un tipo de violencia selectiva, dirigida expresamente contra individuos o grupos, sobre la base de su género, lo que entraña una violación de los derechos humanos e incluye, como debe ser, la violencia y la discriminación contra la mujer y las personas LGBT.

La perspectiva de Rita Segato ofrece más y más temas para abordar, para entender. Desde lo que ella llama el “espectáculo de la crueldad” esa “esfera para-estatal de control de la vida” que se extiende de la mano de las violencias, las guerras y las confrontaciones que se viven desde México, pasando por Centroamérica, Colombia, Perú, Ecuador, y el resto de Suramérica, hasta analizar la incidencia que tiene sobre este fenómeno la economía de mercado.

Si, se ha avanzado, pero hay mucho por estudiar, mucho por entender, mucho por hacer, sin perder la esperanza…

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