Mire usted al señor Duque y sus corifeos ya a punto de terminar su período, y dieran la sensación de tocar la lira instalados en Palacio, mientras observan impávidos el incendio provocado por ellos y que devora a nuestro país. Su desconexión es, no solo total, sino alucinada.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Fue en el verano del año 64 de nuestra era, en Roma, hace exactamente 1958 años, cuando Nerón, allá en su palacio de la colina Palatina, decididamente enajenado y “vestido para la ocasión”, tocó con su lira el iliou persis, una pieza conocida también como “el saqueo de Troya”, mientras la ciudad se consumía bajo el fuego. La conflagración duró cinco días e impactó a 11 de los 14 distritos que la integraban. Desaparecieron el templo de Júpiter y el hogar de las vírgenes vestales. Una tragedia colosal que el emperador observó plácido y sin inmutarse.
La historia narra que Nerón ordenó la construcción, sobre las ruinas del incendio, de un palacio descomunal, la Domus Aurea, en donde derrochó excesos sin tasa ni medida.
La imagen y su simbolismo sobrecogen: un gobernante despótico incendia y destruye su territorio enviando pirómanos a su servicio, se apropia del espacio para complacer sus aspiraciones personales, culpa de la tragedia a los cristianos y los persigue sin contemplación, mientras se dedica de ahí en adelante a lo que, en términos precisos, podría llamarse el ejercicio delirante del goce pagano.
Es razonable pensar que el personaje, ebrio de poder y de “gloria”, creía que tal goce le iba a durar toda la vida pero, como es bien sabido, no fue eso lo que le ocurrió.
Mire usted al señor Duque y sus corifeos ya a punto de terminar su período, y dieran la sensación de tocar la lira instalados en Palacio, mientras observan impávidos el incendio provocado por ellos y que devora a nuestro país. Su desconexión es, no solo total, sino alucinada. Es un incendio en el sentido literal de la palabra. El país arde bajo el influjo siniestro de los paramilitares que declaran paros y queman vehículos en las carreteras, encierran a las gentes en sus casas, mientras las atrocidades del Ejercito con los “falsos positivos” son noticia que escandaliza a los medios internacionales.
Se han dedicado con tozuda ignorancia y mala fe a un festín de corrupción que pareciera no tener límites. Lo han hecho de manera persistente, ellos y sus antecesores, a lo largo de los últimos cincuenta años, apoyándose, cuidándose las espaldas, ya en gavilla o de manera individual, ya a escondidas o a los ojos del mundo; aplicando todo los métodos habidos y por haber.
Mienten sin inmutarse. El señor Duque afirma que ha cumplido con más del 90% de su programa de gobierno y que sus “logros extraordinarios” le permiten aspirar con solvencia a los más altos cargos internacionales, y no percibe que es un pobre hazmerreír del mundo. Cada vez que abre la boca para opinar sobre un tema jurídico se deshace en sandeces, pero él, que vive en un mundo paralelo, sueña con ser magistrado de las altas cortes.
Están él y sus secuaces, activamente comprometidos en una campaña para llevar al poder a otro de sus compinches, sin entender que ya su tiempo ha llegado al final, que la manera burda como se han dedicado a socavar y romper todo asomo de ética en la cosa pública, a destrozar los más mínimos principios morales que exige la sociedad, han llenado la taza, han colmado la paciencia de los más amplios sectores de la ciudadanía. Van a ser derrotados.
Y entonces, como una especie de premonición, el pasado jueves 5 de mayo, la Corte Constitucional tumbó la modificación que el gobierno, con premeditación, le hizo a la Ley de Garantías, para poder contratar a su antojo en época electorales.
Hay un consenso en el sentido de que todos los protagonistas de ese “torcido” sabían que era inconstitucional, pero se la jugaron por el tiempo que transcurriría entre su festín de contratos y la decisión de la Corte, para poder hacer sus fechorías.
Acostumbrados, como están, a la impunidad, la idea era que no les pasara nada. Pero hay en el documento de la Corte un aspecto que, a no dudarlo, permitirá tomar decisiones cuando esa gente ya no esté en el poder. Expresa el alto tribunal que su decisión “ no exime de responsabilidades penales, fiscales, disciplinarias y administrativas a las entidades y sus representantes que hayan estado en actuaciones irregulares durante la celebración de los convenios”. No será difícil probar su mala fe.
Tendrán que realizar adicionalmente una tarea para la que no estaban preparados: “Los convenios interadministrativos suscritos al amparo del artículo 124 de la Ley 2159 de 2021, que a la fecha del comunicado oficial de la presente decisión, no se hayan ejecutado completamente, deberán terminarse y liquidarse inmediatamente, sin perjuicio de la devolución de los recursos girados y no ejecutados y de las restituciones a que haya lugar”.
Así las cosas, muchos de ellos, como Nerón, en la soledad de su huida, y en medio de los suplicios del miedo, le entregarán su suerte a Epafrodito…
Un detalle adicional: también a Nerón le gustaba cantar.
14 respuestas a «Duque, el fuego y la lira…»
Co todos los detalles de la ineficacia de este gobierno corrupto e inepto. Buen domingo hoy
Gracias Pedro por leer. ¡Buen domingo también!
Patético y Real.
Mejor no se pudo describir el “fallido” Gobierno de un Personaje que va a pasar “Sin pena ni Gloria”.
Por Votar por el que “no queríamos”, elegimos al “que nunca debimos”, como diría mi tía Eduviges, La Solterona.
Gracias Mauricio por leer. ¡Brillante la Eduvigis!
Alberto, tu eres Petrista, o de alguna manera de esa izquierda grosera e ignorante que hoy invade al país?
Hola Eduardo, gracias por leer. No, no soy petrista, he escrito de manera reiterada críticas a su programa y estilo. ¿Por qué me preguntas?. ¿Reflexionar sobre la realidad del país te incomoda?
agradan sobremanera estos textos que esclarecen un pais sumido en la ignominia de un regimen oprobioso.
Gracias Francisco por leer
El mal gobierno de Duque-Uribe utiliza la política de “tierra arrasada” ante lo evidente del triunfo de Petro. Ya verán cómo el pueblo se levanta de las infamias de una clase putrefacta y corrupta. Y entonces “cantarán” no como Nerón sino como reos.
Gracias Luis por leer
Estoy de acuerdo con su columna, tal cual se ve Duque y su patética cúpula cuando salen a proponer las mismas acciones para todo, recompensas que esperan que alguien les haga el trabajo. Y de este lado una profunda impotencia, ver como acaban nuestro país.
Gracias Angélica por leer. Sin lugar a dudas están acabando con nuestro país…
Quién podria ser, en el sentido figurado, Agripina?
Gracias Oscar, por leer. La respuesta a tu pregunta, aún en sentido figurado, es de alto riesgo…