Tal vez una de las más certeras definiciones del problema la hace Cory Doctorow, cuando afirma que nos movemos en medio de un “ecosistema de tecnologías de la interrupción”, para describir el tintineo constante de nuestros celulares anunciando llamadas, mensajes, alertas y todo lo que fluye en la red…
Por Alberto Morales Gutiérrez
Escribo este texto el viernes 27 de mayo y sé que será publicado el domingo 29. No tengo ninguna certeza con las elecciones y sus resultados. Cualquier cosa puede suceder.
Me acompaña el agobio de haber sido testigo de una de las campañas electorales más deprimentes de nuestra historia. Difícilmente puedan volverse a ver de manera más descarnada, los niveles de decadencia discursiva, de intolerancia, de vulgaridad e indecencia a los que se ha llegado; tanto como la precariedad intelectual y la incapacidad reflexiva que han exhibido la gran mayoría de los candidatos. No estamos solos en este espectáculo de decrepitud social, se trata de un fenómeno global.
Temas como los principios, la ética, la ideología, el humanismo y la empatía, fueron arrasados en medio de la mar embravecida del grito virtual, del insulto y la mentira. El ruidoso estruendo de la banalidad se apoderó de todos los espacios y la gente terminó aceptando, sin chistar, el accionar de las bodegas, la histeria de las barras bravas, la furia de las pandillas en las redes y en las calles. Es absolutamente imposible ocultar en qué nos hemos convertido: hordas de zombies que se mueven al ritmo del tambor.
Se veía venir.
Hace exactamente doce años, Nicholas Carr publicó su texto premonitorio: Superficiales.¿Qué está haciendo la internet con nuestras mentes? (Taurus 2010) en donde hace evidente el perturbador escenario por el que transitamos ahora: la irreflexión imperante, la ruina del pensamiento.
Tal vez una de las más certeras definiciones del problema la hace Cory Doctorow, cuando afirma que nos movemos en medio de un “ecosistema de tecnologías de la interrupción”, para describir el tintineo constante de nuestros celulares anunciando llamadas, mensajes, alertas y todo lo que fluye en la red, que impiden la más mínima concentración, el más mínimo espacio para detenerse.
Caleb Crain advertía que tanto los periódicos como las noticias, pero también la literatura, ingresarían en un túnel inocuo e “inmediatamente accesible” de registros banales: la cháchara. En el mismo sentido, Nicholas Carr destaca que “nunca antes existió un medio como la Red, programado para dispersar nuestra atención de modo tan exhaustivo como insistente”.
Usted bien sabe que todo esto es cierto. De hecho, tiene la dimensión de un axioma la afirmación según la cual, cuando estamos online nos mostramos ajenos a todo cuanto acontece a nuestro alrededor, de manera tal que “el mundo real retrocede mientras procesamos el flujo de símbolos y estímulos provenientes de nuestros dispositivos”.
Están pasando cosas devastadoras y científicamente comprobadas desde el punto de vista neurológico: la modificación de los mapas neuronales ha convertido a nuestros cerebros en expertos en el olvido, “ineptos para el recuerdo”. Hemos entregado al silicio nuestra capacidad de memorizar, y hemos perdido totalmente la conciencia de elegir de manera autónoma a qué prestar atención.
De allí que resulta, por lo menos deprimente, la reveladora conclusión de Joseph Weizembaum, a propósito de los experimentos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts con ELIZA, (el célebre software concebido por él para sostener conversaciones “inteligentes” con los usuarios): “En lo que yo no había caído es en que, incluso una exposición muy breve a un programa informático relativamente simple, podía inducir un poderoso pensamiento delirante en personas perfectamente normales”
Delirante es el término correcto, pues delirante es el comportamiento de los seguidores de los diferentes actores políticos que se han movilizado en esta campaña electoral. De la misma manera que las descripciones que los seguidores de Trump o Bolsonaro, convertían en portentos a sus candidatos, aquí los fanáticos escuchaban a los suyos en los debates presidenciales y concluían sin restricciones, que no solo brillaban por su inteligencia, conocimiento y capacidad, sino que habían destrozado, “peinado”, derrotado, al resto de los participantes.
Ver estadistas, en donde realmente hay burdos negociantes; genios, en donde la torpeza es inocultable; valientes, en donde lo que aflora es la patanería; lo único que demuestra es que, en efecto, estamos presenciando en tiempo real aquello que el artista Richar Foreman describió con tristeza: “una lenta erosión de nuestra humanidad…”
Nicholas Carr hace referencia al estremecimiento que le generó “2001 odisea del espacio”, esa película de culto de Stanley Kubric, viendo cómo al final, mientras el astronauta impasible y casi de manera mecánica, va desconectando a HAL; es la computadora quien realmente exhibe sentimientos como el miedo y tiene un tono humano. Dice que esa escena opera como una oscura profecía, pues “al confiar en los ordenadores para intermediar en nuestra comprensión del mundo, nuestra propia inteligencia se aplana y se convierte en inteligencia artificial.”
6 respuestas a «El delirio electoral.»
Alberto te leo y me pongo triste. Ese es el mundo que tenemos, eso es lo que hay y debemos vivir y disfrutar con lo que tenemos. Nos tocó aquí y ahora amigo. Sé feliz, déjate de nostalgias, de viejeras, tomate o fúmate algo que te ayude, la vida no es fácil vivirla en sano juicio ni en Colombia ni en ninguna parte del mundo, y si si lo que quieres es un cambio, recuerda que es en primera.
Gracias John por leer. Agradezco la generosa intención de tus juveniles consejos, pero debo decirte que mi apuesta jamás será la resignación. Un abrazo. Me gusta siempre verte por aquí.
Hombre Morales, jamas la resignación será nuestra amanuense compañera, y como Kubrick, si toca morir producir lo que se siente y lo que se dice, pues nos morimos, ya el miedo paso a ser una parte hasta cómica de la historia. Desmarcándonos de la parafernalia de hoy si no cambiamos el mundo al menos lograremos que el mundo no nos cambie a nosotros, dijo ese Señor de Envigado que si sabia vivir…
Hola Camilo! Gracias por leer. El acto de rebeldía en las actuales circunstancias, es luchar para que -como dices- el mundo no nos cambie! Abrazo!!!
Alberto la suplantación de lo que se entiende por Democracia, se ha degenerado tanto que hay payasos y bufones para todo gusto. Increible pero cierto dizque Rodolfo puntiando con el tramollero mayor. Habrase visto. La responsabilidad de electores y partidos tradicionales y nuevos que son remedos peores,es la causante de semejante espectáculo, por demás risible para no llorar…sobre mojado. El pensamiento libre es cosa del pasado en este circo tan deprimente.
Gracias Juan por leer. Hay mucho de desgarrador en esta frase tuya que lo define todo: “hay payasos y bufones para todos los gustos”. Duele…