En ese teatro en donde se presentó el Informe, estaba “la izquierda en pleno y las Farc en primera fila”. La Comisión de la Verdad “nunca permitió que las víctimas de las Farc fueran convocadas”. “Las víctimas están categorizadas, las víctimas de las Farc son víctimas de segunda”.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Las deliberaciones y posiciones encontradas sobre el tema del conflicto armado en Colombia, acaban de ingresar a otro nivel. El Informe Final de la Comisión de la Verdad es, sin lugar a dudas, un hecho histórico, trascendental; que marca el inicio de una fase de discusión abierta y documentada, sobre lo que vivimos a lo largo de los últimos sesenta años en nuestro país, sus implicaciones, efectos y necesarios aprendizajes.
Como un reflejo inocultable de lo que este Informe representa para un sector de la sociedad, el señor Iván Duque no asistió al acto del pasado 28 de junio.
En medio de las emociones que desataron los eventos asociados a la entrega del documento final, escribí en las redes: “Francisco de Roux es un hombre excepcional, de una fortaleza ética y moral que lo blinda contra toda incomprensión. Ha liderado un trabajo de dimensiones colosales ¡todo el respeto, la admiración y el apoyo!”. Unos segundos después empezaron a llegar las más variadas reacciones. Alguien me respondió con sorna: “¿ya se desmovilizó el curita?”. Me parece que en ese trino está sintetizado el muy severo problema a enfrentar en el futuro inmediato. ¿Cómo y con quiénes va a ser esta discusión abierta y documentada?
En tanto es urgente y necesario protagonizar un gran esfuerzo reflexivo, una de las múltiples tareas adelantadas por la Comisión, fue la publicación de una colección con 13 títulos integrados a un proyecto que, muy acertadamente, denominaron “futuro en tránsito”. Son textos escritos a partir de unas palabras claves que inspiran su contenido y que abordan tres invitados para cada libro. Los títulos son: Incertidumbre, Respeto, Territorio, Diversidad, Fanatismo, Resiliencia, Acuerdo, Confianza, Comunicación, Solidaridad, Responsabilidad, Dignidad y Perdón. Es evidente que cada palabra fue cuidadosamente seleccionada y representa, en su significado, una especie de condición esencial para entender la complejidad de las discusiones que la Comisión habría de desencadenar.
En el caso particular de Fanatismo, el tema fue abordado desde las miradas de Rodrigo Uprimny, Jorge Giraldo y Melba Escobar.
Las reflexiones ofrecen interpretaciones múltiples de este fenómeno que desencadena una “pasión intensa y desbordada a favor de cierta visión, o de cierta causa, o de cierta persona, que no solo ciega el juicio y la capacidad crítica, sino que es, además, excluyente” según dice Uprimny.
Se explica su existencia ya como un fenómeno identitario, ahora como la posesión de una “verdad” que lleva a considerar “como enemigo a todo aquel que tiene otra forma de comprender el mundo o la sociedad”. Jorge Giraldo dice que esa es la esencia de la intolerancia. Melba Escobar lo sintetiza de manera contundente: “la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a creer lo mismo que uno”.
Como usted puede observar, no se trata de una deliberación fácil. De allí que la fórmula sabia de “los diálogos improbables” se convierta en una herramienta esencial. Uprimny recuerda a Estanislao Zuleta cuando explica que la paz no puede entenderse como la supresión de los conflictos “para que todos nos disolvamos en una cálida convivencia y en una identidad común”, sino de la construcción “de un espacio social en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse sin que la oposición al otro conduzca a la supresión del otro”. A su vez, Jorge Giraldo apela a la reivindicación de la palabra “transigir” como un aprendizaje necesario que han de construir los “agentes del conflicto”, mientras Melba Escobar reclama que los relatos unívocos han construido un predicamento que distancia: el de “los buenos y los malos”, que niega la posibilidad de suponer otros mundos.
Puede irse más lejos. Mas allá del fenómeno identitario. Creo que el verdadero problema radica en dos condiciones que son consubstanciales a la naturaleza humana, es decir, que solo tenemos nosotros como especie. Somos los únicos animales que estamos en capacidad de mentir, en tanto la elaboración de la mentira requiere todas las “ventajas” que nos asisten como especie inteligente: reflexión, pensamiento, imaginación, lenguaje. Y, desde ese mismo listado de ventajas, somos también la única especie animal que puede tener creencias.
Las creencias no solo son políticas o religiosas. Las creencias atraviesan toda nuestra existencia: la manera como amamos, como nos relacionamos, como vestimos, como comemos, como vivimos.
Se ha dicho de la creencia que es “una idea o pensamiento que se asume como verdadero”. Esta definición parece simple pero es cierta. La pregunta es: ¿por qué asumo que esa idea o ese pensamiento es cierto? Porque la creencia es, siempre, un modelo creado por nuestra mente que se transforma en lo que los neurólogos denominan un “contenido cognitivo”. Tal contenido o “conocimiento”, una vez asimilado, no tiene ni se le exige demostración alguna, ni siquiera se le exigirá un fundamento de tipo racional que lo explique. De esta manera es como la creencia se convierte en la verdad, mi verdad.
No sin razón, Ortega y Gasset afirmaba que las creencias “no son ideas que tenemos sino ideas que somos”. Es cierto, somos lo que creemos. Y concluía: “porque son ideas radicalísimas se confunden para nosotros con la realidad misma, son nuestro mundo y nuestro ser”
Escuché con genuino detenimiento y responsabilidad una entrevista (¿un soliloquio?) de la señora María Fernanda Cabal, concedida a la señora Vicky Dávila el mismo día de la entrega del Informe Final.
La “verdad” de la señora Cabal y del sector de la sociedad a quien ella representa, ofrece unos retos inmensos para esos diálogos improbables: ella afirma que este Informe es producto “de la audacia de mentes marxistas como la del cura de Roux”. Que se trata de “una plataforma revolucionaria” integrada a “la hoja de ruta de Gustavo Petro”.
En ese teatro en donde se presentó el Informe, estaba “la izquierda en pleno y las Farc en primera fila”. La Comisión de la Verdad “nunca permitió que las víctimas de las Farc fueran convocadas”. “Las víctimas están categorizadas, las víctimas de las Farc son víctimas de segunda”.
“La izquierda crea mitos”. “La narrativa de ellos es que todos somos culpables”. “Siempre señalan al estado como causante”.
Desde su verdad, se necesita un trabajo serio que “no se invente ni cambie los hechos de la historia”, porque hemos de saber que “la historia es una cosa y la memoria es otra”.
Habrá que desplegar mucho talento, mucha capacidad, mucha paciencia, para lograr no solo que esa parte del país acepte participar del diálogo improbable, sino que el diálogo mismo, adquiera una cierta dinámica.
Es válido preguntarse, al tenor de estas reflexiones, si las creencias nos permiten el libre albedrío; si realmente hacemos libremente lo que queremos, cuando es la creencia la que nos orienta.
Nietzsche alerta con sabiduría sobre las creencias en las verdades absolutas, pues creer en ellas conduce a creer, de igual manera, en que los gestores de las verdades absolutas tienen métodos absolutos. Desde luego, una convicción de esa naturaleza impide que el conocimiento fluya y niega la posibilidad de reconocer la diferencia y la voz del otro. La verdad absoluta es la verdad del fanático. ¡Qué reto tan gigantesco!
Hay una esperanza. El fanatismo religioso de la era del oscurantismo duró casi mil años. Parecía improbable que pudiese ser cambiado, pero fue posible.
2 respuestas a «¿Se puede hablar con la fanaticada?»
Verdadero “derechazo” el que nos das Alberto a los “creyentes” de verdades “absolutas”. Es que en diversas ocasiones se descubren esos rasgos en el inconsciente. Tenazzzz…
Gracias por ese knockout al conciente irreflexivo…
Gracias Patri por leer. Las verdades absolutas son corrosivas…