Esto significa que las grabaciones que lo comprometen, las declaraciones de los testigos, los innumerables documentos recogidos, los incontrovertibles detalles, las voces, las conversaciones de Uribe con los abogados también implicados e imputados, todo, sigue en este proceso.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Es como una especie de premonición o, por lo menos, de alegoría a eso que ya se ve como el inexorable final de Álvaro Uribe.
La novela “Atrapado sin salida” escrita por el norteamericano Ken Kesey, fue publicada en 1962 y narra tanto el destino trágico de Randle Mc Murphy en un hospital psiquiátrico de Oregón, como su relación con dos personajes complejos: Chief Bronden, un recluso grandote de origen indígena, y la enfermera Ratched.
Mc Murphy es rebelde, iconoclasta, alborotador, pero termina reducido por una lobotomía y aniquilado “humanitariamente” por Bronden. Una auténtica tragedia.
En 1975 se hizo una memorable versión cinematográfica de esta novela, protagonizada por Jack Nicholson en el papel desquiciado de Mc Murphy.
Lo de Álvaro Uribe pareciera moverse con la misma dinámica. El hombre ya no es ni la sombra de lo que fue. Recientemente la gran prensa nacional tituló con bombos y platillos que la decisión del Juez Cuarto Penal del Circuito del 6 de noviembre de 2020, había declarado libre a Uribe, en una expresión muy representativa de esos graciosos maniqueísmos informativos a los que el periodismo abyecto suele recurrir. Pero no, esa no es la noticia, ni corresponde de manera integral a la verdad.
Lo que si es cierto es que toda la estrategia argumental con la que el abogado Jaime Granados montó la defensa del exsenador, se cayó al piso. Las cosas no les han salido como soñaban.
En primer lugar, cuando Uribe renunció a su condición de senador para liberarse de ser investigado por la Corte Suprema de Justicia y acogerse al abrazo protector de la Fiscalía (que es un organismo cooptado por la corrupción y frente a la cual consideraba que estaría a salvo), asumió erróneamente que la Justicia ordinaria no tenía ningún rol en el proceso y eso, desde luego, no es posible.
En segundo lugar, el argumento según el cual, le correspondía a la Fiscalía iniciar de cero todo el proceso, para poder borrar el acervo probatorio recogido por la Corte Suprema, no fue aceptado por el Juez Cuarto Penal del Circuito en su sentencia. Por el contrario, ordenó la continuidad del juicio y Álvaro Uribe sigue vinculado formalmente al proceso que se había iniciado en su contra por manipulación de testigos y fraude procesal.
Esto significa que las grabaciones que lo comprometen, las declaraciones de los testigos, los innumerables documentos recogidos, los incontrovertibles detalles, las voces, las conversaciones de Uribe con los abogados también implicados e imputados, todo, sigue en este proceso.
Tampoco lograron Uribe y sus abogados que se aceptara su tesis peregrina de que el proceso fuera conducido bajo los parámetros de la Ley 906 de 2004, no obstante que la Corte había establecido que su conducción se basaría en la ley 600 del año 2000.
Así las cosas, si el fiscal Gabriel Jaimes no cumpliera los términos (tiene dos meses a partir del pasado 6 de noviembre) o precluyera el caso y se abstuviera de darle continuidad al proceso, se pondría en evidencia ante la justicia internacional y también él quedaría atrapado y sin salida.
Este es, desde luego, un ejemplo “menor” dentro de los múltiples líos jurídicos de Álvaro Uribe. Digo “menor”, porque la manipulación de testigos y el fraude procesal parecieran insignificantes ante el tema del contubernio con los paramilitares, los hechos de los falsos positivos y los crímenes de lesa humanidad en los que está comprometido.
Uribe ha sido desbordado por las pruebas que lo acorralan, su influencia ya no es la misma de hace veinte años, sus aliados pierden terreno, el desprestigio de su guardia pretoriana es creciente y nada de lo que dice es defensable. Ya no opera su pose de abuelo tierno, de prócer de la patria, de paladín. Cada día es más dramático su rostro desencajado, más deplorable su discurso, más vacío su accionar. El poder se le escurre de las manos, está en la mira de la justicia internacional, es el mismo Mc Murphy agonizante…