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Aunque se vistan de seda, indigentes se quedan…

Incluso, a algunos, cuya abyección está a prueba de riesgos, los exhiben con la banda presidencial. Todos ellos carecen del mínimo vital de la decencia; carecen de libertad y de autonomía, carecen de pensamiento, carecen de moral. Esa es su indigencia.

Por Alberto Morales Gutiérrez

La miseria económica, esa condición de pobreza extrema que identifica a quien carece de todo, hizo que apareciera la expresión “indigente” para definir su estado. Filósofos, economistas y pensadores han trabajado alrededor del tema, tratando de explicar las razones de su existencia y han reflexionado en torno a lo que Hobbes definió como el Leviatán, ese texto en donde alude a “un bestiario fantástico para referirse a la omnipotencia del cuerpo político, el cuerpo social… animales devoradores totalmente ignorantes de la matanza que llevan a cabo… monstruo fabuloso que aniquila todo lo que sea más pequeño que él” (Onfray 2011)

Pero ahí, dentro del monstruo, habitan también otro tipo de miserables, esos que Aristóteles llamaba “los esclavos sustantivos”, unos personajillos serviles por naturaleza, siervos domésticos, lacayos que serpentean alimentándose de las sobras de sus señores y que operan al servicio del sistema de reproducción social de las élites, aplaudiendo y propiciando la mecánica de obtener prebendas, en la lógica de que los “talentos” también se heredan.

Es fácil detectarlos, se mueven por los pasillos del poder, transitan sobre las alfombras de los clubes de sus patrones, los visten ocasionalmente de ministros, de fiscales, de alcaldes o de generales. Incluso, a algunos, cuya abyección está a prueba de riesgos, los exhiben con la banda presidencial. Todos ellos carecen del mínimo vital de la decencia; carecen de libertad y de autonomía, carecen de pensamiento, carecen de moral. Esa es su indigencia.

Mire usted el espectáculo deprimente que ofrece, por ejemplo, el director de la Policía, mayor general Henry Sanabria, quien asume que son sus convicciones religiosas las que determinan las acciones propias de su cargo. Así, no son los delincuentes el objeto de su trabajo sino los ateos, cuya peligrosa existencia ofrece para él, más riesgos que cualquiera otra. Convierte la misa y el rosario en rituales obligatorios de las oficinas y cuarteles, o reafirma, a través de comunicaciones institucionales, la muy precaria mirada de la mujer que ofrece la visión cristiana del mundo, asumiendo que en ese mensaje les está haciendo un “homenaje”. ¿Qué pensaría usted si ese tipo de decisiones las tomara un general con la máxima responsabilidad de esa institución, si su creencia religiosa fuera el islamismo?

Las religiosidad que usted profesa, hace parte de su fuero personal e íntimo, pero no puede convertirse en política pública. Es el mismo exabrupto que significaría exigir a los subordinados que porten la camiseta del equipo de futbol de las preferencias del jefe, y se sancione a quien prefiera al equipo contrario. Cualquiera sea quien protagonice tales prácticas, no solo está haciendo gala de una ignorancia descomunal, sino de una incapacidad total, de una carencia absoluta de pensamiento. Vive una forma de indigencia.

Mire otro caso patético.

Ha causado hilaridad la muy publicitada edición de las “obras selectas de Iván Duque”. Se trata desde luego de un auténtico despropósito, habida cuenta de la sabida, difundida y practicada precariedad intelectual del personaje.

Comenté que, en diciembre de 2018, Duque dio muestras de su talante con el célebre cuento de los siete enanitos en la muy pomposa presentación de su “programa” de industrias creativas, y ni que decir de la hilaridad que desencadenó con su famosa “Colombia con P mayúscula”, o la total displicencia sobre el bombardeo que motivó la censura de su nefasto ministro de defensa Guillermo Botero: “¿de qué me hablas, viejo?”

Todo en Iván Duque tiene el sello de una charada. Había que oírlo expresarse sobre la corrupción, mientras el monstruo, aupado por él, serpenteaba por los pasillos de la sede presidencial.

Aún sentimos el eco atronador de su silencio cómplice con el embajador en Uruguay, Fernando Sanclemente, quien se daba el lujo de tener un laboratorio de coca en su finca de Guasca.

A Duque no hay de dónde cogerlo intelectualmente. Su miseria, en ese sentido, tiene las mismas dimensiones de su ego descomunal. Se trata de un inepto en el más estricto sentido de la palabra.

Este indigente ha decidido erigir un monumento a su condición, con la complicidad y lagartería de Villegas Editores, para exhibirse en toda su dimensión: cinco tomos, tres de 400 páginas cada uno, otro de 456 y el último de 720 páginas. Los temas son hilarantes: dos tomos dedicados al autor, que suman 800 páginas hablando de él mismo; un tomo dedicado a su actuar como senador (¡alguien sabe qué fue lo que hizo?) otro tomo al “político” (¡!¿?)  y, finalmente, un tomo dedicado al “estadista”(¡!¿?)

Soy, desde luego, absolutamente incapaz de comprar la anunciada selección, pero eso no me impide tener una gran curiosidad sobre la manera como fueron llenadas esas 2.376 páginas y con qué fueron llenadas.

Al igual que ocurre con el indigente económico, Duque representa esa condición de “cuerpo improductivo”. Pareciera existir un consenso en el sentido de que su improductividad intelectual es la más innegable, la decididamente indiscutible, del resto de sus improductividades.

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27 respuestas a «Aunque se vistan de seda, indigentes se quedan…»

Tanto asi que mire ud. Cómo esa ineptitud mediocre desembocó en esta otra; mas peligroso aún…

Gracias por leer Juan. Está probado que en el mundo de los excesos, los protagonistas actúan en una relación de vasos comunicantes.

Seguro cada hoja de esos libracos es de cartón grueso, lo que da volumen, cómo sus desatinos.

Duque toda la vida fue muy avispao. Por eso lo escogió Uribe: para hablar a través de él con la soltura y agilidad que el mesías montañero nunca tuvo, pues su discurso siempre se vió contaminado por su condición paranoide salpicada de gritos de capataz fachista. El muchacho le copiaba y transmitía, además era pispito de ojos cuando contenía la glotonería evitando el remoquete que aludía al simpático cerdito amigo de Bugs.
Además fue un buen notario, un enviado para dar “Saludes”, un animador del programa de variedades “Covid a las seis” patrocinado con el presupuesto de la presidencia (4.500 millones diarios) donde seguía mandando saludes e invitando a participar a las familias en la fiesta de las vacunas o en los emprendimientos Naranja de modas, parva, embutidos y diseños. Zurungiaba la guitarra y hasta se aventuró a un concurso para adivinar el título de canciones. Avispao en verdad. Luego le dio por salvar a Avianca de sus alas corruptas y quebrar muchachos sacándoles los ojos durante las manifestaciones. Lo que si no pudo fue aspergar con glifosato los cultivos de cocaína, pues ¿cómo iba a faltonear al Ñeñe y sus amigos?

Gracias Juan Fernando, por leer. Una biografía que reafirma su lamentable estado de indigencia…

Es el más claro ejemplo de ineptitud, y de servilismo abyecto, que uno puede darle a nuestros hijos y nietos. ¡Que cantidad de árboles destruídos, para convertirlos en basura

Gracias Hernán, por leer. No se me había ocurrido pensar en lo que pensarán los hijos de Duque cuando crezcan y conozcan la dimensión real del personaje.

Siempre hay que ser muy desvergonzado para ser capaz de publicar 7 tomos de nada. Y lo que es más increíble, es que nadie fue capaz de advertirle del ridículo adicional que iba a hacer, pues además de su ridícula presidencia de ventrílocuo, agregar esta tonta audacia. Y el editor que podría haber evitado semejante despropósito, no hizo nada, a pesar de su prestigio editorial. Gracias Alberto por recordarnos la ineptitud e indigencia de nuestros tristes personajes en tan importantes cargos públicos. El expresidente y el director de la policía. Por último a Duque y su editor les recomiendo la lectura del poema de J.L.Borges El golem a los que les dedico muy especialmente una de sus estrofas: ” ¿Por qué di en agregar a la infinita serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana madeja que en lo eterno se devana, di otra causa, otro efecto y otra cuita?

Gracias por leer Olga, tienes razón, la estupidez es una vocación de la “dirigencia”…

Ése es mucho hijo de ésa señora ladrona de lo incautado a los narcos y prácticamente devuelto a los mismos por esa vieja y no le han abierto ninguna investigación. Esa la mamá del marranito que mantuvo dentro de él al matarife por cuatro años y se jodió en todo colombia y su gente, sí, trabajadora y que se robó la plata de la paz y auspicio el robo de los setenta mil millones a la abudinem. HP malp.

Me causa estupor qu Villegas Editores haya caído tan bajo. Hubieran hecho algo más positivo dedicándose a los cómics en ediciones de lujo.

Gracias José Marcelo, por leer. Lo de Villegas es francamente deplorable.

Tienes razón Francisco. Gracias por leer, aunque la reforestación no nos salva de la ineptitud, desfachatez e indigencia

Soberbia descripción de la estulticia profunda, si es que la estulticia puede tener profundidad alguna.

Gracias Marta, por leer. Te lo digo con certeza: no hay profundidad en la estulticia. Eso hace parte de su indigencia…

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