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Como bonobos domesticados

Un lector me regañó. Me dijo que el gobierno no contagia a nadie (no hay negligencia) que somos nosotros los que nos contagiamos entre nosotros (la culpa es nuestra) y que los precios de las vacunas se ajustan a las leyes de la oferta y la demanda en el mercado mundial.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Difundí recientemente en las redes, un mensaje crítico sobre el tema de las vacunas en Colombia, el número de muertos por COVID hasta esa fecha y el exabrupto del precio al que fueron compradas y que querían ocultarnos: US 21, frente a los US 2 que pagaron otros países.

Un lector me regañó. Me dijo que el gobierno no contagia a nadie (no hay negligencia) que somos nosotros los que nos contagiamos entre nosotros (la culpa es nuestra) y que los precios de las vacunas se ajustan a las leyes de la oferta y la demanda en el mercado mundial. Palabras más palabras menos, yo era un completo ignorante que en vez de criticar, debería aportar.

Es patético. En el pasado, un político o un gobernante era atrapado en una mentira y se caía. Hoy, le suman las mentiras e imprecisiones a los políticos, los empresarios y los gobernantes, y no pasa nada. A Trump le contabilizaron y demostraron 22.670 mentiras en su mandato y, no obstante, superó la barrera de los 70 millones de votos en las últimas elecciones en las que fue derrotado.

Roban frente a nuestros ojos, cometen crímenes horrendos y no pasa nada. No nos sorprende que el fiscal anticorrupción esté preso por corrupción, que Quintero el gobernauta,  mienta sin pudor mirándonos a los ojos, o que Uribe, también mirándonos a los ojos, nos diga que es un hombre probo e inmáculo. Los modelos a seguir son Gaviria, Maria Fernanda, Macías, Benedetti, Bolsonaro. No importa cuáles sean sus niveles de impudicia.

Y entonces, fue a través de un ejemplo muy didáctico, que lo entendí todo.

La historia que le voy a contar ha sido fustigada por algunos intelectuales, aduciendo que no tiene ningún tipo de soporte científico. Esta bien. Eso no le resta contundencia.Todo apunta a que quien primero la contó fue un tal Michael Michalko y palabras más,  palabras menos, está narrada en los siguientes términos: Que un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananos. Ocurría entonces que cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los bananos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.

La operación se repitió una y otra vez, de manera tal que los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros se lanzaban sobre él para impedírselo y lo castigaban duramente. Así, llegó el momento en el que ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los bananos.

Que entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los bananos, fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, lo bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.

Asi, fueron sustituyendo uno a uno los monos restantes. Cada vez que llegaba un mono nuevo y trataba de subir las escaleras, los otros lo masacraban, incluso aquellos que no habían sido mojados con agua fria. Así, los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los bananos.

Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía por los bananos, con certeza ésta sería la respuesta: “No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».

Una variable de la respuesta, en la lógica del tema de por qué la mentira y la corrupción y el narcotráfico y los paramilitares se han entronizado en nuestra sociedad impunemente, sería la de que “los colombianos somos así”. “Si nos atrevemos a pensar o hacer algo, nos ocurriría algo muy grave”.

La conclusión es sencilla: Han domesticado las mentes de los ciudadanos, sembrado la resignación, destrozado la ética.

Degeneramos en ser unos monos amaestrados, convencidos de que estamos viviendo en el mejor país del mundo, con los mejores gobernantes, los más decentes y capaces. Persuadidos de que, cualquiera sea la dimensión de nuestros males, el problema es culpa de nosotros que hemos sido inferiores a la inteligencia y lucidez de nuestros líderes. Tan desolador espectáculo lo brindamos sin el más mínimo pudor. Incluso, como mi lector crítico, lo hacemos persuadidos de que estamos haciéndolo con inteligencia.

Es urgente trabajar por la recuperación de nuestra dignidad perdida. Tenemos que ser superiores a las maniobras de los que nos convocan a la resignación. Vamos a ser superiores a quienes quieren condenarnos a la barbarie.

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6 respuestas a «Como bonobos domesticados»

Es impresionante el desvalor de la ética por lo público, el solo atreverse a cuestionar el estamento es colgarse la soga al cuello, mientras tanto la mentira y el oscurantismo ferean la verdad.Hay que releer a Kant que es la ilustración para observar que eunucos somos

Solo un pueblo que se preocupe por educarse, va a salir de la mentira, en que nos tienen desde hace 200 años.

Es cierto Ricardo. La educación es una herramienta fundamental para esta tarea urgente de recobrar nuestra capacidad de pensar. Gracias por leer

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