La analogía plantea que, si una rana es introducida repentinamente en agua hirviendo, saltará, pero que si se la pone en agua tibia que va entrando en ebullición lentamente, no percibe el peligro y terminará cociéndose hasta la muerte
Por Alberto Morales Gutiérrez
Resulta por lo menos abrumadora la cantidad de noticias adversas que nos llegan desde todos los frentes: el asesinato de Sofía Cadavid, una bebé apenas (a manos de su padre) que nos retrotrae al crimen execrable cometido por Rafael Uribe sobre el cuerpo indefenso de otra niña: Yuliana Samboní. El número escandaloso de masacres que horroriza a las Naciones Unidas, pero no horroriza a nuestro país; los niveles de corrupción que, en el caso de Colombia, se exhiben sin pudor e inclusive, son premiados. Pero no pasa nada, porque buena parte de la población parece anestesiada.
Todos hemos escuchado la analogía de la rana hervida, cuando se hace referencia a problemas que, no obstante estar ocurriendo ahora, son percibidos como problemas que nadie puede enfrentar. Tal percepción desencadena ausencia de reacciones o reacciones tardías para solucionarlos. La analogía plantea que, si una rana es introducida repentinamente en agua hirviendo, saltará, pero que si se la pone en agua tibia que va entrando en ebullición lentamente, no percibe el peligro y terminará cociéndose hasta la muerte.
Pareciera que nuestro país, tan “feliz”, tan “inteligente“, tan “vivo”, tan “racional”, se encuentra como la rana, en agua a punto de entrar en ebullición, pero no se ha dado cuenta. La gente “cree” que no está pasando nada grave
El problema es global.
Noam Chomsky es un lingüista, filósofo y humanista, que se ha destacado por su visión crítica sobre la sociedad contemporánea, menciona los impactos negativos que sobre la sociedad estadounidense tiene la cultura conservadora tradicional, con su transfondo profundamente religioso. De hecho, cuando refiere las dificultades que han enfrentado los ambientalistas para persuadir a la población de ese país sobre los problemas climáticos que amenazan la sobrevivencia de nuestra especie, destaca esta cifra espeluznante: “alrededor del 40% de la población de este país cree que Jesucristo regresará a la Tierra en 2050 , así que no ve que las muy serias amenazas del desastre climático puedan ser un problema en las décadas futuras” (2016.P, 325)
Un colofón de su análisis está sintetizado en este ejemplo incontrovertible: Explica que la persona seleccionada por Trump para dirigir el Departamento de Educación, fue la multimillonaria Betsy DeVos quien es miembro de una Iglesia protestante para quien “todas las teorías científicas están supeditadas a las escrituras”, de tal manera que cualquier teoría que banalice el hecho de que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios es rechazada. Las teorías de la evolución por ejemplo, niegan la actividad creativa de Dios.
El personaje, cuya ignorancia es legendaria, tuvo grandes dificultades para ser aprobada por el senado, pues hubo incluso republicanos que vieron con espanto su designación que, fue finalmente dirimida por un voto del Vicepresidente Mike Pence.
Lo que cada quien cree, es lo que le da la medida de las cosas. En nuestro país las gentes se dejan manipular con el sambenito de que hay que construir y no destruir; que criticar no es la solución; que denunciar significa que estas en un lado oscuro del espectro; que pensar es subversivo, que es mejor concentrarse en el lado bueno de las cosas…¿Hay un lado bueno en el crimen cometido por Diego Cadavid sobre su niña?, ¿un lado bueno en el acto bestial de Rafael Uribe sobre la niña Samborí?, ¿un lado bueno en la corrupción que campea en nuestro país?, ¿un lado bueno en Néstor Humberto, Uribe, Duque, Carrasquilla?, ¿un lado bueno en las masacres?, ¿hay un lado bueno en la inequidad, en la injusticia, en el atropello?
Es necesario que pensemos mucho en lo que estamos creyendo porque es propio del fanático sustraerse de la realidad y habitar solo en “la verdad” de su creencia. Es un axioma: La creencia del fanático obnubila y destruye.