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De esta sangre sí beberé…

La violencia y la muerte terminan naturalizadas sin objeción. El hecho violento se inserta en el imaginario colectivo y desencadena una insensibilidad ante la violencia real. De allí que Camila y Sebastián, ya totalmente absorbidos, vean natural hacer el concurso de marras.

Por Alberto Morales Gutiérrez

La mejor definición que he escuchado sobre el abordaje mediático de la violencia, la hizo el profesor Ignacio Lewkowiks. Dijo que era“pornografía del horror”.

Para la muestra un botón: el incidente que se presentó la semana que acaba de terminar, cuando la periodista de Blu Radio, Camila Zuluaga y su compañero de micrófono Sebastián Nhora, tuvieron la ocurrencia de lanzar un concurso insólito: premiar con dos boletas para ingresar a Expovinos, al oyente que fuera capaz de decir la cifra de conductores de tractomulas muertos en las carreteras, en los últimos meses. Se “inspiraron” en los datos entregados por el señor Alfonso Medrano, presidente de la Asociación de Camioneros de Colombia, quien minutos antes había relatado con angustia, la violencia desatada en las vías y los atracos letales a sus compañeros.

El concurso fue un despropósito, desde luego.

Sí, los dos periodistas ya pidieron disculpas, dijeron que se habían equivocado, sí. Pero lo que hicieron no es un acto solitario, no está fuera de contexto, es uno de los más desgarradores síntomas de la decadencia contemporánea en general y de la decadencia conceptual de los medios, en particular.

Ayuda a entender todo esto, un documento de “Utopía y praxis latinoamericana” publicado en 2011 por Johandry A. Hernández y José Enrique Finol, en el que se destaca que “la violencia destructiva actúa en un desolado desierto donde el sufrimiento y el dolor ya no alcanzan para pensar o desear la muerte propia”.

En el mundo de hoy, se ha logrado el exabrupto de convertir la muerte en un espectáculo que se encuentra inserto en lo que los expertos definen como “la narrativa del entretenimiento”. Una narrativa concebida a la manera de un adiestramiento del imaginario colectivo, para desencadenar “una concepción inconcreta de la muerte”. 

Desde luego Camila y Sebastián no lo saben, o no lo tienen sistematizado. Ellos son meros instrumentos de un fenómeno universal en el que el gusto popular, eso que hoy denominan pomposamente, las audiencias, ha sido cuidadosamente orientado a reconocerse en sus propias miserias y a hacerles cada vez más digerible el suceso sangriento. No solo el suceso sangriento, sino llevarlos a la “apropiación desaforada del consumo de lo ajeno, lo íntimo, lo privado”. Ese es el caldo de cultivo del amarillismo. ¿De qué, sino de esta dislocación, es que se nutren medios como Q´hubo?

Hablo del amarillismo desbocado y confeso, pero también de las prácticas, ya cotidianas, de lo que algunos llaman el periodismo “serio”; pues en la medida en que estos temas son más y más reiterativos, se van volviendo menos escandalosos para el lector, el oyente o el veedor.

¿No ha notado usted que “la pornografía del horror” transita, igualmente, por los escabrosos terrenos de la política, los pedregosos caminos de la farándula y las no menos tortuosas vías de la noticia económica?

Vivimos la información hoy, la gran mayoría de la información de hoy, en lo que los autores del estudio describen como: la lógica de la “Omofagia”.

Explican que “Omofagia” es un término que procede de la voz griega omophageia, que significa comer carne cruda. Históricamente, hace referencia al trance o éxtasis de la danza dionisíaca que finalizaba con el descuartizamiento de un animal vivo cuyos restos se comían. “El rito de la omofagia incluía, muy posiblemente, una idea extendida en numerosos cultos: la de hacer presente al dios, a través del animal, que era despedazado y comido por sus devotos”.

No es exageración. Se trata de un fenómeno que dialoga de manera directa con esa tendencia ya institucionalizada de negación de los valores culturales, de la imposición de la “contracultura”. Es, en palabras de Michel Onfray, “un abierto desprecio por lo que pasa después de la muerte”.

¿Recuerda usted que esos cadáveres que nos encontrábamos en las vías, en las épocas de Pablo Escobar, eran definidos por las gentes como “muñecos”?

Se naturalizó de una manera tan dramática la muerte violenta, que no le dábamos dimensión a la obscenidad de la frase “vi un muñeco”, “me encontré un muñeco por la loma”.

Las series de televisión, los grandes documentales, la industria editorial, se suman al festín de los medios y se entrecruzan en el relato de las historias más perversas que anidan en “las mentes criminales”, en “los casos de la vida real”, en los “misterios sin resolver”, que se promocionan a la manera de las rifas de los boletos para ir a una exposición.

Logrado el objetivo de instaurar una resignificación de la muerte violenta e integrarla al universo simbólico de lo cotidiano (¿no es sospechoso el incremento enfermo de los feminicidios, que buscan borrar a las mujeres, a sus compañeras, de la faz de la tierra?) entonces la violencia y la muerte terminan naturalizadas sin objeción. El hecho violento se inserta en el imaginario colectivo y desencadena una insensibilidad ante la violencia real. De allí que Camila y Sebastián, ya totalmente absorbidos, vean natural hacer el concurso de marras.

No hay más espacio aquí, para resaltar esos aspectos de la naturalización de la violencia y de la muerte, asociadas a la actividad política. Mete miedo lo que han descubierto, pero ese puede ser el tema de alguna otra columna.

Puedo adelantarle que ellos hablan por ejemplo del “déficit de realidad” con el que caminan los sectarios de todos los pelambres, para quienes la solución de toda discrepancia – digo yo – se soluciona con una frase memorable: “plomo es lo que hay”.

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12 respuestas a «De esta sangre sí beberé…»

Sí, Jairo, abundan las expresiones como esa, que naturalizan la muerte y la violencia. Agradezco mucho tu lectura.

En Colombia estamos mamados de nombrar Senadores “que supuestamente elegimos para que trabajen para el pueblo” pero con todo respeto esos H.P. trabajan en para los caciques, por lo cual no hay leyes no reformas a favor del pueblo, y esas oficinitas burocráticas llamadas oficina de trabajo del gobierno no sirven para nada, y nada es nada.

Hay algo que no sé como se pueda definir. Es la tendencia (¿mundial?) a naturalizar hechos y fenómenos y como si hubiera una necesidad de cambiar los viejos valores culturales y los valores morales, pero no con alternativas valiosas o de considerar, sino por contravalores: la música actual, llena de lenguajes ofensivos, abusivos y sin ningun respeto por la armonía y la métrica, el abuso de las religiones para justificar el estatus social injusto, la aceptación de lenguajes “inclusivos” innecesarios, la objetivización de las personas de grupos sociales diferentes, la aceptación (plebiscitaria) del conflicto armado, y, por supuesto, y ademas, esta horrible oposición al cambio de rumbo de un país que lo necesita para lo cual se derrochan mentiras burdas y sin vergüenza, buscando lograr el inconcebible objetivo de disturbar el orden para imponer “su” orden, en un manera ciega, como la del que quiere derrumbar el techo desde adentro…

Me he hecho las mismas preguntas Luis Ernesto. He llegado a la conclusión de que el tema central descansa en una crisis del pensamiento que ha llegado a niveles insostenibles. No pareciera existir capacidad de reflexión. Muchas gracias por leer.

Que tal las frases inspiradoras de violencia pronunciadas desde las mas altas dignidades de un estado; como éstas: ” No estarían recolectando café”. ” Le doy en la cara marica” . O que tal éstas, y a Dios gracias nos salvamos de ese tenebroso personaje ” Yo con esa Ley me limpio el cul “. “No me siga jodiendo por que si no le meto su tiro” O ésta de un insensato senador “No me alcanza el sueldo para tanquear mi camioneta.

Son inspiradoras de violencia y, una vez entendido su contexto, son obscenas, igualmente. Gracias por leer, Jaime.

La violencia es vista como una parte del paisaje, a veces se considera lejana pero presente, aigo así como que “está ahí sin estarlo, no me toca si no quiero” . Tan no esta ahí estando, que la puedes convertir en una anécdota, un pretexto o un juego, o hacerla un negocio mediático. Vergonzoso.

Sí, han logrado que la muerte y la violencia se transmuten en anécdotas, tienes razón. Es vergonzoso y deprimente. Gracias por leer Juan Fernando.

Difícil entenderlo, pero la muerte, el atropello, la violencia, el cambio de valores, se nos volvió paisaje, grave situación para los colombianos y el mundo entero. Que impotencia, que tristeza, que miedo.

Es una especie de conspiración Flor Elena. Nos manipulan para que la veamos como paisaje. Gracias por tu comentario y por la lectura.

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