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De evangelios y de analistas sociales…

Por Alberto Morales Gutiérrez

Este cuento de Borges narra un suceso ocurrido “en los últimos días del mes de marzo de 1928” y refleja, con una maestría impecable, el “leit motiv” de la Semana Santa: los entresijos de la pasión de Cristo. Se llama “El evangelio según Marcos”.

Lo protagoniza un tal Baltasar Espinosa y la descripción del personaje es premonitoria: tenía una gran facultad oratoria; una casi ilimitada bondad; prefería siempre que el interlocutor tuviera razón; era mal jugador; exhibía una inteligencia perezosa; tenía 33 años y, por instrucción de su madre, rezaba todos los días el Padrenuestro y se hacía la señal de la cruz; en fin.

Un día, su primo Daniel lo invita a veranear en Los Álamos, una estancia “ubicada en el partido de Junín, hacia el sur”. Borges precisa que aceptó, no porque le gustara el campo sino por natural complacencia. “No buscó razones válidas para decir que no”.

El capataz de Los Álamos es un campesino viudo, quien vive al lado de la estancia acompañado de su hija (“una muchacha de incierta paternidad”) y su hijo (“que era singularmente tosco”). Los tres son profundamente elementales.

A los pocos días, Daniel tiene que viajar a la capital por temas de negocios y Baltasar se queda. Esa noche se desata una tormenta que desborda un río cercano y el campo todo se inunda. Como consecuencia de los estragos del diluvio que no cesa, el capataz y sus hijos se alojan en una habitación de la estancia que queda en el fondo, al lado del galpón. Empezaron a convivir juntos.

Hay muy pocos libros en la casa: una serie de revistas, un manual de veterinaria, unos cuantos relatos eróticos y policiales y un ejemplar de “Don Segundo Sombra”. Baltasar, “para distraer la sobremesa inevitable”, les lee al capataz y sus hijos, dos capítulos, pues ellos era analfabetos. La lectura en la mesa no les generó ningún interés.

Con el pasar de los días Baltasar se deja crecer la barba. Hurgando entre recovecos, encuentra una Biblia en inglés. Ese día, en el comedor, les habló de su hallazgo y – “para ejercitarse en la traducción” – decidió leerles. Abrió el azar y encontró el evangelio según Marcos. “Le sorprendió que lo escucharan con atención y luego con callado interés”.

Lo que se desata luego es fascinante. Baltasar cura con una pastilla la herida de una corderita, mascota de la hija del capataz; esa familia empieza a seguirlo en silencio por donde quiera que camina; recogen con veneración las migas que él deja sobre la mesa después de la comida y la lectura. Se han transformado por él. Cuando terminó el evangelio, quiso empezar a leerles otro, pero el capataz le rogó que volviera a leer a Marcos.

Una noche delirante, la chica se metió desnuda en su cuarto y yació con él. “Era la primera vez que conocía a un hombre”. Fue al día siguiente, cuando la tormenta empezó a amainar, que el capataz le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres y Baltasar – luego de una lucha interior porque él era librepensador – le respondió que sí, que lo hizo para salvar a los hombres del infierno. ¿También se salvaron los que le clavaron los clavos? – le preguntó -. Sí – respondió Baltasar –

Luego de la lectura, en la tarde, después de constatar que las aguas empezaban a bajar; los tres contertulios, hincados en el piso de piedra, le pidieron la bendición. A renglón seguido, lo atraparon, lo maldijeron, lo escupieron, lo empujaron hasta la puerta y Baltasar pudo ver, con horror, que ahí afuera habían erigido una cruz, construida urgentemente con las vigas del galpón.

Sí, quienes lo crucificaron, necesitaban un salvador, necesitaban el sacrificio de un salvador.

Se pone usted a mirar y este tema de los “salvadores” es recurrente a lo largo de la historia. La inmensa mayoría de ellos terminan siendo un fiasco y, en lo fundamental, todos ellos terminan mal.

Daniel Innerarity publicó recientemente “La libertad democrática” (Galaxia Gutemberg 2023) en el que trabaja sobre lo que él denomina “los nuevos paisajes ideológicos”. No deja títere con cabeza. Muchos de sus conceptos pueden ser controvertibles, desde luego, pero eso no le resta inteligencia a su predicamento, ni opaca su intención lúcida de aportar nuevas miradas.

Siento, después de la lectura, que parte del revolcón que están viviendo las democracias actuales a nivel global, tiene que ver con una estrategia desordenada, caótica, pero estrategia al fin y al cabo; que se caracteriza por la creación de las condiciones para que los “salvadores” hagan estragos. Un tipo especial de salvadores que, mientras más capaces sean de construir su discurso torpe y primario, más posibilidades tienen de “acertar”, es decir, que sean efectivamente elegidos. Ya hay muestras notables.

Dice Innerarity que el resultado final de la turbulencia que agita a las democracias actuales, es la consolidación de un sistema político “en el que hay más rechazo que elección, más descarte que preferencia”. ¿No le suena muy familiar y cercana esa práctica?

Destaca que esto lo entienden muy bien los líderes políticos, que prefieren acomodarse a la situación y “meter miedo en vez de generar esperanza”.

Mi hipótesis es que la imbecilidad del “salvador” encuentra el terreno abonado en un hecho que destaca Innerarity: que el concepto del “poder compartido” ha sido reemplazado por “la impotencia compartida”, de manera tal que se configura “una confrontación que es muy conservadora en el sentido profundo del término: no cambia nada, deja las cosas como están y compensa esa incapacidad con una retórica de cambio inflamada”.

Los acontecimientos políticos que nos rodean, que nos invaden, que nos agobian, producen dos sentimientos colectivos que lo explican todo: perplejidad en los unos e histeria en los otros, “posiciones desde las que no se piensa bien y se actúa peor”.

Hay un concepto sobre la política que, tal vez, opere de manera catártica para empezar a entender esta debacle y nos blinde de caer en la tentación desesperada de aplaudir, aceptar o cohonestar con cualquier charlatán. Dice Innerarity: “Los estrategas que se creen “spin doctors” y los impresionados ciudadanos que se tragan las teorías de la conspiración, tienen en común que piensan la política como el resultado de una calculada planificación, cuando en realidad es más bien, una inmensa y apasionante chapuza”.

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4 respuestas a «De evangelios y de analistas sociales…»

Cuando miro el devenir político con esa casta de pillos, se concluye que es el caldo de cultivo de la chapuza que por acción u omisión cohonestamos.

Buenos días Helena. Te agradezco mucho la lectura y el comentario.

En el caso del gobierno de Petro – al que te refieres sin ambages-, los resultados son palpables. Incluso se editó un libro con los 750 logros, entre ellos la caída del desempleo, el aumento de la producción interna, la construcción de colegios, universidades, puentes y vías terciarias, la entrega a los despojados de tierra fértil, la reactivación del turismo, el rescate de los ferrocarriles, la renta básica, la lucha contra la corrupción -asi sus más cercanos lo sean-, etc, etc.
No es mero discurso salvador, ni la suya una seráfica imágen del redentor. Es lo que menos le interesa a alguien que ha comido mierda toda la vida por estar destapando ollas podridas y poniendo en evidencia todo el estercolero perfumado en el cual hemos vivido. Tal vez nosotros no Alberto, pequeños príncipes diletantes de finca y piscina.

Hola Juan Fernando. Muchas gracias por tu comentario y tu lectura. No, no me estaba refiriendo a Petro en particular. Habrás notado que este mundo se está llenando de salvadores charlatanes. Desconozco el libro de los 750 logros. Me impacta la dimensión de tu última frase del primer párrafo: “…la lucha contra la corrupción, así los más cercanos lo sean”.

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