Parece un chiste, pero en esa misma semana, el coronel Jorge Esteban Bautista, llegó de Miami al aeropuerto El Dorado con una maleta repleta de proveedores de pistola, nueve kits de conversión para dar más potencia a otras armas, además de tres miras plegables de diferentes marcas.
Por Alberto Morales Gutiérrez
No hay un consenso entre los analistas de los fenómenos sociales, sobre cuál es la gran tragedia de la especie humana; cuál es la razón que la lleva a esos retrocesos tan monumentales, a esos exabruptos que ha protagonizado.
Replanteada la hipótesis de que somos violentos por naturaleza, empieza a tomar forma una idea que, me parece, aporta a la discusión. Todas las condiciones que se requieren para caracterizarnos como especie: pensamiento, lenguaje, imaginación, sentido del tiempo, sentido de la identidad, reflexión, análisis; todas -digo- son las mismas condiciones que nos permiten transitar por el mundo como la única especie animal que es capaz de mentir y la única con capacidad de tener creencias.
La mentira es, estructuralmente, herramienta del engaño, y la creencia es, siempre, la “verdad” en la que vivimos. Uno de los hechos más desconcertantes aún hoy, luego de miles y miles y miles de años de civilización, es encontrar por donde usted mire, gente que se cree sus propias mentiras. No solo se las cree, se instala en ellas.
Un recorrido rápido por los titulares de la semana que acaba de pasar, pareciera demostrar con solvencia esta hipótesis: la CNN resaltó esa especie de dicotomía que protagoniza el señor Trump en los EEUU. De un lado, el cerco jurídico se cierra sobre él y empieza a impactar de manera severa sus negocios y su patrimonio personal: la demanda por fraude presentada por la fiscala general de Nueva York; las demandas civiles de personas que lo responsabilizan por lesiones y traumas infligidos durante el asalto al capitolio y, al mismo tiempo, la Comisión Selecta de la Cámara de Representantes que investiga ese asalto, no solo lo retrata como la figura central del plan para anular los resultados que no le favorecieron, sino que lo cita formalmente a declarar. Todos estos hechos configuran el primer aspecto de la dicotomía porque, igualmente, tanto Trump como un muy amplio sector de los republicanos, insisten en presentarlo como opción en la próxima contienda presidencial. Según los republicanos, Trump es un héroe nacional.
En Colombia, un mediocre y oscuro fiscal se transmuta en defensor de oficio del señor Álvaro Uribe en la audiencia de preclusión por presunta manipulación de testigos. Javier Cárdenas (así se llama el “defensor”) decidió que el acusado es inocente y que ninguna de las contundentes pruebas presentadas en su contra, son ciertas. La noticia es, precisamente, que el fiscal oye en las pruebas cosas diferentes a lo que los peritos y la misma Corte Suprema de Justicia han oído en ellas.
Un par de patanes aportan, con sus creencias, argumentos adicionales a lo que quiero sustentar en este recorrido. El uno, asume, cree, piensa, que el hecho de conducir un carro de alta gama le da patente de corso no solo para parquear en donde quiera, sino para insultar a la funcionaria que le pide que mueva el vehículo. El imbécil se cree superior a quien lo llama al orden. La otra, se despacha en improperios contra una auxiliar de vuelo que le pide que se ponga bien el tapaboca. La vulgar mujer se siente, se cree superior al mundo que la rodea.
Parece un chiste, pero en esa misma semana, el coronel Jorge Esteban Bautista, llegó de Miami al aeropuerto El Dorado con una maleta repleta de proveedores de pistola, nueve kits de conversión para dar más potencia a otras armas, además de tres miras plegables de diferentes marcas. Bautista creía que, por su condición de coronel, podía pasar impunemente con su maleta por el scanner.
Las creencias nos impulsan a cometer los mayores crímenes y a asumir las mayores imbecilidades.
Violet Moller, en su texto “La Ruta del Conocimiento” da cuenta de la existencia de dos pensadores que brillaron en el siglo XII: Maimónides el filósofo judío y Averroes, “padre fundador del pensamiento secular”. Ambos nacieron en Córdoba. Expresa que las ideas de estos dos eruditos pasaron “a hacer de puente entre la ciencia árabe de la Alta Edad Media y la cultura latina de la Baja Edad Media”. Es tal vez su influencia la que explica que cuando en 1492 Granada cayó en poder de los cristianos, “las condiciones de la paz fueron generosas y progresistas”: a los musulmanes españoles se les permitía vivir en paz, practicar su religión y seguir con sus costumbres. Un acto de civilización y respeto por la diferencia que duró muy poco. Los reyes católicos no estaban para esas veleidades. A ellos se debe no solo la expulsión de los judíos sino el proceso tenebroso y persistente de destrucción de 700 años de civilización musulmana. La idea era que todo el mundo debería ser cristiano y profesar su verdad. De esta manera, se hicieron hogueras con los libros musulmanes, se prohibió escribir en árabe, las mezquitas se convirtieron en iglesias. Un fanático, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, se encargó de la masacre cultural. Un bárbaro que acumuló poder tal vez como ninguno otro en España y que estuvo a punto de llegar, casi dos siglos después de su muerte, al universo supremo de los santos (las intrigas políticas se lo impidieron, pues también acumuló a lo largo de su historia de franciscano pendenciero, enemigos suficientes para impedirlo)
Las creencias, esas “verdades” en las que nos instalamos, son nuestra gran tragedia como especie. Al decidir convertir nuestra verdad en la única posible, desencadenamos atrocidades inimaginables. Es por eso que las verdades de las bodegas de la internet en el mundo contemporáneo exhalan fanatismo, niegan al otro, rechazan la diferencia.
Estremece este ejercicio de la imaginación: ¿sería ideal un mundo en el que solo pudieran existir los uribistas?, ¿acaso el culmen de la civilización sería lograr que todos sus habitantes profesaran la fe petrista?, ¿es deseable un planeta en el que todo el mundo piense igual, tenga los mismos sueños y deseos; un mundo en el que nadie exponga ninguna idea diferente, reflexione diferente, viva diferente?
Qué fascinante resulta la reflexión que hace Georg Lukács en el sentido de que el concepto del “mito” es muy revelador para esclarecer la fórmula de la ideología fascista. Escribe que a diferencia de la antigüedad, cuando los mitos eran un recurso para explicar el mundo, los mitos modernos han sido concebidos con premeditación. Y es cierto. El fascismo empieza con la configuración de hombres “míticos”, con esa miticidad que, para sus seguidores, acompaña por ejemplo en nuestro país, al señor Uribe de un lado y al señor Petro del otro…lo mismo, pero distinto. En esas estamos…
6 respuestas a «De mentiras y matones…»
Don Alberto Morales: Pesadilla total con esas dizque “vacas sagradas”…..
Gracias por leer, Juan. Una pesadilla de la que debemos despertar.
Todos son malos, menos YO.
Gracias Eduardo, por leer. Qué extraña tu conclusión…
Excelente a análisis! El creerse poseedores de la verdad absoluta los hace fanáticos y sectarios.
Gracias por leer Fernando. Estoy de acuerdo contigo: la fe es el alimento del fanático…