A no dudarlo, la solicitud de audiencia hecha por el fiscal Gabriel Ramón Jaimes para la preclusión del proceso por soborno y fraude procesal contra Álvaro Uribe, no obstante el abundante acervo probatorio recogido por la Corte Suprema de Justicia cuando llevaba el caso, es notoriamente representativa de lo que significa la prevaricación.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Hoy corro el riesgo de resultar muy aburrido para usted, pero el tema obliga.
Nuestro profesor de derecho romano, histriónico y sabio, conectaba el nombre de Justiniano, el emperador bizantino, con la palabra justicia. Destacaba que sus recopilaciones jurídicas, las denominadas Pandectas e Institutas, lo hacían merecedor de esa gloria. Es en ellas que se lee el aforismo constans et perpetua voluntas jus suum cuique tribuendi para definir la justicia como el supremo ideal, que consiste en la voluntad firme y constante de dar a cada uno lo suyo. Sí, un ideal que, como se descubre a diario, ha terminado por convertirse en un objetivo inalcanzable.
Giles Lipovetzki lo explica de manera contundente en su texto El Crepúsculo del Deber (Anagrama 1993) cuando hace referencia a la nuestra, como “una sociedad con una ética débil y mínima, sin obligación ni sanción”. Tal debilidad permite entender esa especie de entusiasmo con el que se ejerce la prevaricación por estos lados.
¿Qué es el prevaricato?
El delito que comete una autoridad, un juez o un servidor público, cuando resuelve de manera arbitraria en asuntos administrativos o judiciales, con la plena conciencia de que esa resolución es injusta o contraria a la ley. Se trata, dice la jurisprudencia, de una violación flagrante del estado de derecho. En este país atribulado, en donde la ética es débil y mínima, la prevaricación se ha convertido casi que en el deporte nacional de nuestras autoridades.
A no dudarlo, la solicitud de audiencia hecha por el fiscal Gabriel Ramón Jaimes para la preclusión del proceso por soborno y fraude procesal contra Álvaro Uribe, no obstante el abundante acervo probatorio recogido por la Corte Suprema de Justicia cuando llevaba el caso, es notoriamente representativa de lo que significa la prevaricación. Se convierte este hecho en una especie de prueba incontrovertible de cómo los organismos de control del estado han sido cooptados por la corrupción y los más oscuros intereses.
El comunicado de la fiscalía tiene apartes delirantes: se estableció que “varias de las conductas por las cuales se vinculó jurídicamente al excongresista no tienen la característica de delito, y otras que sí lo son, no se le pueden atribuir como autor o partícipe”.
Desde luego esta decisión no significa que el señor Uribe se haya librado de este caso en particular o no tenga que responder por la otra enorme cantidad de sindicaciones que sobre él existen por sus actos delincuenciales. El eco de la cifra aterradora de los 6.400 falsos positivos resuena con solo mencionar su nombre.
Hay todavía un largo camino por recorrer ante jueces y tribunales y está por verse cuál será la decisión del juez competente ante el que la fiscalía sustentará su preclusión espuria. Está por verse de igual manera cuál será el destino final del fiscal Gabriel Ramón Jaimes y el de su jefe Francisco Barbosa, cuya proclividad hacia el señor Uribe es más que evidente.
Sisamnes
Resulta por lo menos pertinente, recordar a los prevaricadores la historia célebre del Juez real Sisamnes en la corte de Cambises II de Persia, en el 530 antes de nuestra era. Demostrado que había aceptado un soborno y que dictó una sentencia contraria a la justicia para favorecer a quien lo sobornó, Cambises II ordenó que se le despellejara vivo y que su piel fuera usada para tapizar el asiento en el que había presidido sus juicios, de manera tal que quien lo sucediera, no olvidara jamás el castigo y dictara con justicia verdadera sus sentencias.
Tal vez la reflexión de Lipovetzki sirva de colofón a este drama que estamos viviendo: “Frente a las amenazas del neomoralismo, así como del cinismo de corto alcance, conviene rehabilitar la inteligencia como ética que se muestra menos preocupada por las intenciones puras que por los resultados benéficos para el hombre, que no exige el heroísmo del desinterés, sino el espíritu de responsabilidad y la búsqueda de compromisos razonables”. Tal vez…
10 respuestas a «De prevaricatos y prevaricadores»
Corto, sabio y contundente!
Gracias Gustavo por leer.
Claro, contundente, ilustrativo. Muchas gracias
Gracias a tic Luis, por leer
Tal vez me equivoco pero cuando alguien habla de inteligencia, pienso en las múltiples inteligencias y cómo los unos la tienen para unas cosas y para otras no. Entonces se me ocurre pensar que sería mejor la rehabilitación y construccion de lo que tu mismo haz defendido, el espíritu cívico o más bien ciudadano.
No compren sillas sin tener el caballo. Apenas si es una solicitud de preclusión y ya vaticinan que el Juez de Conocimiento la concederá y/o que el imputado tendrá absolución. Se puede vencer, pero no convencer. Falta mucho para ese moño.
Hola J Elias. La verdad es que, merced a nuestras creencias, el mundo es como cada cual lo mira. Los expertos en percepciones coinciden en afirmar que la realidad no existe.
Claudia, siento que cuando se habla de la inteligencia como ética, está hablando de eso, de inteligencia ciudadana…
Muchas gracias por tus precisiones. Difícil la tiene el juez…
Hola Hernán. Si difícil, aunque ya hay perfiles de la funcionaria y tiene una larga historia de ligazón con el Centro Democrático…