Generan pues hilaridad nuestros minipolíticos, los Uribe, los Duque, los Petros, los Quinteros, creyendo que desde sus minúsculos ombligos van a surgir las maneras de neutralizar una debacle que tiene dimensiones globales.
Por Alberto Morales Gutiérrez
En el año 2019, durante el fragor de la agitación social en Chile, los analistas de derecha, en el poder, clamaban porque una conspiración de la izquierda mundial quería hacer trizas su nación y manipulaba a sus estudiantes y a sus ciudadanos a salir a las calles. Idéntica reflexión se hacía la derecha francesa, también en el poder, cuando en octubre del 2018, los chalecos amarillos salieron indignados a las calles, asfixiados por su pobreza, con un eco inmediato en Bélgica, Alemania, Italia, España y los Países Bajos. El mismo clamor se escucha aquí en Colombia por estos días: ¡Nos quieren destruir el país! vociferan con histeria.
Es patética la manera como estos gobernantes, sus analistas, sus áulicos y sus medios, enseñan lo reducido de su capacidad de análisis, el carácter minúsculo de su mirada. Solo son capaces de mirar su propio ombligo, en la idea ingenua de que ese ombligo, el de ellos, es el centro del mundo. En su perspectiva, no los acompaña ninguna culpa, aunque lleven gobernando y manipulando a Colombia durante los últimos 100 años. No, ellos y el país que manejan a su antojo – nos dicen- son víctimas de fuerzas externas.
Alain Touraine, el sociólogo francés, publicó en el 2013 un texto de enorme lucidez, El fin de las sociedades en donde hace una muy seria reflexión sobre el significado de la debacle del capital financiero en el 2008, que se desencadenó a partir de la crisis de la burbuja inmobiliaria en los EEUU en el 2006 y cuyas consecuencias, aún hoy, tratan de matizar desesperadamente las grandes economías mundiales.
La verdad es que el modelo neoliberal ya no tiene oxígeno y lo que estamos viendo es la consecuencia inevitable de los estragos que, su visión y su manejo, han causado a la sociedad contemporánea. Esta crisis es global. Los halcones del capital financiero tampoco lo entienden. De hecho, aprovechan esta crisis, aprovechan la pandemia, aprovechan el shock, para incrementar sus ganancias. La ganancia es lo único que los inspira y será lo que, finalmente, los destruirá.
Touraine se lamenta que voces de economistas que no son ni mucho menos afectos al marxismo, como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre otros, no fueran escuchadas.
Su diagnóstico le permite mirar con asombro cómo la dirigencia mundial carece de proyecto alguno, de análisis sobre lo que significa el futuro: “la vida social y política permanece vacía en todos los países”. Reitera que ante los grandes problemas actuales “no se proponen más que minipolíticas”. Y es cierto. Nunca fueron más minúsculos, más enanos intelectualmente hablando, más grotescos, los perfiles, actuaciones y discursos, del primer mandatario y sus ministros en nuestro país y en el mundo circundante. Las gentes no pueden menos que reírse en sus caras. La dignidad del gobernante terminó convertida en una caricatura. Touraine expresa que, además de la crisis económica y ética que sacude al orbe, hay también una crisis severa “de conocimiento y de reflexión”.
Un año antes que Touraine, en el 2012, Göran Therborn, sociólogo también, pero de origen sueco, publicó, no sin cierto sarcasmo, El Mundo, una guía para principiantes, en el que busca encontrar una perspectiva de sobrevivencia ante las severas complejidades actuales. Y al hacer el contexto, explica que este escenario en el que habitamos, es un mundo que, “nos guste o no, nos abarca a todos”. Es eso lo que no entienden los fanáticos de su propio ombligo: nos abarca a todos.
Ese mundo, dice Therborn, es cada vez menos gobernable, la decadencia de Europa y de los Estados Unidos es cada vez más evidente, “los canales electrónicos de la movilización han cambiado el juego de la política, aunque se desconoce cuánto y en qué dirección”. Esto sin contar con el hecho, también ineludible, de la fracturación e hibridación de los legados culturales.
Generan pues hilaridad nuestros minipolíticos, los Uribe, los Duque, los Petros, los Quinteros, creyendo que desde sus minúsculos ombligos van a surgir las maneras de neutralizar una debacle que tiene dimensiones globales. La conclusión de Therborn es poderosamente reveladora: “La juventud radical que ha escuchado, y bailado, con la pegajosa canción de los Foros Sociales Mundiales, ¡otro mundo es posible!, no está equivocada ni es ingenua, es la esperanza del nuevo siglo, porque otro mundo es necesario”. Tiene toda la razón.
10 respuestas a «El ombligo del mundo…»
Extraordinaria reflexion, ahora nos toca a los mayores y a los cobardes q no salen a batallar por un futuro mejor apoyar a estos jóvenes q han abierto sus ojos y se han tomado la carga de corregir un poco los errores q cometimos los viejos al elegir siempre a los mismos, q hoy nos tienen undidos en un presente de opresión y un futuro de inscertidumbre. Q vivan nuestros jovenes
Si Julio, que vivan nuestros jóvenes!
Siii hay que escuchar a los jóvenes¡¡¡¡¡ pero dan grima al menos los que yo he oido no saben dónde están parados, no tienen ninguna propuesta. Y lo mismo pasa con estos análisis no pasan de describir la situación pero de soluciones nada de nada
Es una lástimaLuz Marina. Debo confesarte que yo si he tenido oportunidad de escuchar en estos días a jóvenes brillantes, que tienen una enorme claridad sobre su situación actual y son capaces de vislumbrar prospectivas. Te incito a leer sobre el tema del BuenVivir que vienen trabajando transdisciplinariuamente en varios países. Es una luz de esperanza.
De acuerdo, pero qué hacemos?
También se necesitan soluciones.
Comparto plenamente el artículo, apreciado Alberto Morales.
Reconociendo mi contribución a esta debacle pregunto: qué hay que hacer?
Creo, Carlos, que todo empieza con la construcción de ciudadanía. El ejercicio ciudadano, la actitud responsable con mis deberes ciudadanos y la conciencia plena de mis derechos ciudadanos, contribuye a crear una especie de caparazón ética que blinda contra la corrupción, nos permite elegir a los mejores, nos permite vigilar a los gobernantes y a estos a respetar la vigilancia ciudadana. La ciudadanía es civilización. No soy capaz de pensar en soluciones de gobierno, en soluciones económicas (salvo el imperativo del encuentro con la equidad). Solo aspirar a que podamos empezar por el principio.
Su receta es el nom,cree que esa es la solucion, yo creo que hay que reformar el Estado completo, vemos una justicia unida al Narcotrafico,sin etica ni valores, un Congreso grande y igual que la justicia,instituciones que no prestan ningun servicio, hay que cambiar tanbien el modelo de producciln por uno mas cercano al medio ambiente, el resto es una juventud perdida, creyendo que la solucion es la coca y su mercadp
Interesante. Sin argumentos para seguir sumando a las conversaciones
si, creo en la fuerza del la juventud, creo en la necesidad de evolucionar hacia un mundo mejor, creo en la necesidad de superar con urgencia las enormes dificultades de todo tipo que hemos vivido por siempre y que esperamos que las nuevas generaciones logren la solución…solo espero que la solucion no sea peor
Si, Dario, es una creencia esperanzadora!