Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, ha caído en la misma trampa. Asume que saldrá incólume de todos los desastres que ha creado y los actos dolosos en los que ha incurrido.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Tengo una amiga, psiquiatra ella, muy brillante por demás, que me regaña con cariño cuando refiero, eventualmente, “diagnósticos clínicos” para definir el comportamiento de esos personajes detestables de la política y del poder, cuyas acciones me exacerban. Que utilizar la palabra esquizofrénico por ejemplo, para definir a tal o cual, no es rigurosamente cierto – me dice – y yo, de verdad, acepto el regaño y me avergüenzo por mi impertinencia.
Pero me pongo a pensar que debe haber algún tipo de patología para definir el comportamiento de esos caraduras que abundan y, sin pudor alguno, exhiben públicamente explicaciones y argumentos que marchan en contravía de sus satrapías. Lo hacen sabiendo que lo que dicen no corresponde a la verdad y asumen que debemos creerles. No puedo evitarlo, me sacan de quicio.
Fue esta reflexión la que me llevó a encontrar un vocablo: cínicos.
Las palabras, que transitan por tan extraños senderos, terminan sus recorridos, a veces, cometiendo injusticias colosales.
Oscar Wilde definió al cínico como “un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”. Una definición que está en las antípodas de lo que representa el pensamiento y el actuar de esa escuela filosófica del siglo IV antes de nuestra era, el cinismo, creada por Antístenes, que “ensalzaba un estilo de vida humilde y vinculado a la naturaleza”. Les decían “perros” porque rechazaban todos los convencionalismos. Recuerde usted que Diógenes, unos de sus más caracterizados exponentes, vivía en la calle, en un tonel.
En la búsqueda de una explicación a ese giro en la definición, aprendí que la escuela del cinismo tuvo una gran expansión y hubo un momento en el que rivalizó de tú a tú con la escuela del estoicismo, que “defendía el autocontrol, la fortaleza y la claridad del pensamiento”.
Fue tal vez como consecuencia de esa deliberación que, hacia el siglo XVIII, ya el cinismo se definía como una actitud orientada a poner en duda toda norma, todo valor ético y social, de donde devino en caracterizar a todos aquellos y aquellas que hacen uso “del desprecio para vulnerar, criticar o menospreciar el comportamiento o pretensiones de los otros”.
Así las cosas, la definición de Oscar Wilde se refiere al cínico de hoy.
Busqué el perfil del cínico y aprendí que detrás de él se esconde una enorme hostilidad. Son los campeones del desprecio “como si ello fuera un rasgo de elevado ingenio”. La agresividad es su impronta.
Y, en ese camino de búsqueda, apareció la expresión caradura, que, pensándolo bien, es mucho más gráfica y contundente. El caradura es desde luego un cínico, que tiene además “cara de cínico”.
Leyendo y releyendo expertos, encontré que “rasgos negativos de personalidad” es tal vez la descripción que reemplaza mi obsesión por definir “patologías” en su comportamiento. Aprendí que son egoístas y egocéntricos, que no pueden estar equivocados, son “los reyes y reinas del drama”, mienten, en fin.
Para la muestra, tres botones:
El pasado 8 de agosto, la mansión de Donald Trump en Pal Beach, fue allanada por el FBI, en el marco de un proceso investigativo que se lleva a cabo contra el exmandatario (son muchos los procesos en su contra los que se tramitan actualmente). El allanamiento permitió sacar de esa residencia cerca de veinte cajas con documentación top secret, que contiene información estratégica clasificada del gobierno de los EEUU y que, desde luego, fue sacada ilegalmente de la Casa Blanca por el personaje, quién sabe con qué oscuras intenciones. Trump, atrapado con las manos en la masa, expresa indignado que “estos son tiempos oscuros para nuestra nación”, pues su casa fue “sitiada, asaltada y ocupada”. Se duele de que “nunca antes le había pasado algo así a un presidente de los Estados Unidos”. Se cuida de no explicar qué hacían 20 cajas con documentos secretos de Estado, escondidos en su casa, y el hecho de que nunca antes un expresidente de esa nación había sido atrapado cometiendo semejante barbaridad. ¡Un caradura!
De manera coincidente, en la misma fecha, Jail Bolsonaro, el nefasto presidente del Brasil, soltó una frase para enmarcar en su historia de desafueros: “disparo a matar, nadie me lleva preso, prefiero morir”. La inminencia de su fracaso electoral en la confrontación que tiene con Lula Da Silva, lo despojará de su inmunidad y él sabe que las múltiples investigaciones penales que se ciernen en su contra, y en contra de sus hijos, los llevarán a la cárcel.
Para él, la solución es que se permita a las fuerzas armadas, sus fuerzas armadas, hacer un reconteo de los votos, y clama porque haya “transparencia” en las elecciones. ¡Un caradura!
Tanto Trump como Bolsonaro van a terminar encarcelados por sus crímenes. Gobernaron con la certeza de la impunidad, creyeron que sus fechorías jamás se sabrían. Una confusión muy propia de los caraduras en el poder.
Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, ha caído en la misma trampa. Asume que saldrá incólume de todos los desastres que ha creado y los actos dolosos en los que ha incurrido.
Al otro día de haberse publicado las dos informaciones referidas sobre Trump y Bolsonaro, la noticia impulsada por la administración local fue la entrega de los primeros cinco mil quinientos computadores a estudiantes de las comunas populares, de un total de ciento cuarenta mil que ha prometido entregar en el curso de su gestión. Está brindando “herramientas tecnológicas” en el marco de su promesa de hacer de esta ciudad el “valle del software”.
No hay una sola información oficial que esclarezca que la entrega de los equipos es realmente un préstamo. El estudiante y su familia deberán responder por eventuales daños y entregarlos una vez terminan las clases.
Tanto el proceso de compra, ochenta mil millones ($ 80.000.000.000.oo) por los primeros setenta mil computadores, como el proceso de entrega, están lleno de irregularidades. No se sabe cuál es, definitivamente, la entidad de la alcaldía que responderá por los equipos.
Quintero en el entretanto, va más allá, y en medio de su excitación promete exultante un nuevo mega objetivo: “nuestra meta: un niño por computador”. ¡Un caradura!
La misma ferviente manera de mentir que exhibe, cuando dice sin sonrojarse que “a Hidroituango nos la dejaron destruida, nos tocó hacerla de cero prácticamente”.
La verdad es que este tipo de personajes nefastos han existido desde siempre y, desde siempre, la vida real ha terminado ubicándolos en su justo lugar. Esa es, finalmente, la buena noticia.
10 respuestas a «¡Esos caraduras!»
El ego de Quintero debe estar de plácemes: primero, por la obsesión que tienes con él al dedicarle todas tus columnas, y segundo, al compararlo con dos presidentes (bueno Trump ex). Debe estar feliz el hombre. Y tu Alberto deberías hacer tus escritos y trasmitirnos toda esa literatura que sabes y que conoces y dejar de bobiar con los políticos. Escribe en abstracto y permite que el lector saque sus propias conclusiones. Políticamente seguiste la suerte de tus dos ídolos ya difuntos, Fajardo y Robledo, sepultados ambos por el portazo en la cara que les tiro el ingeniero. De literatura e historia sabes mucho, eres muy ilustrativo, no dañes lo bueno con tus horrorosas aberraciones políticas. Permite que el cambio siga su marcha y si de verdad quieres ayudar hazlo con literatura y filosofía. En lo demás espantas lectores.
Gracias John por leer.
No estoy de acuerdo con Jhon Ortiz.
Porque precisamente Alberto puede
Hacer estás críticas porque tiene criterio que le da su conocimiento en historia y su habilidad en la literatura.
Por eso puede hacerlo y debe seguir haciéndolo.
Es muy necesario poner en evidencia a estos “Caraduras” ,no dejarlos en la impunidad.
Gracias Alberto por estos análisis.
Un abrazo grande.
Gracias Carlos por leer. Don José Ortega y Gasset, muy juicioso, dedicó una parte de sus escritos a profundizar en el tema de las creencias. Concluyó que los seres humanos habitamos en ellas, las creencias son nuestras verdades. El buenazo de John tiene creencias diferentes a las que yo tengo y puede opinar instalado en ellas. Le gusta mucho aconsejarme de buena fe, él quiere que yo prospere, pero ajustándome a las creencias de él. Como yo tengo las mías, soy incapaz de hacer lo que me propone. Estoy de acuerdo contigo sobre eso de que hay que poner en evidencia a los caraduras. Abrazo
De acuerdo con tu columna de hoy. Cínicos como los más, especialmente el alcalde esta ciudad, que cree que le creemos porque tiene áulicos que le aplauden. Pobre apenas llega a alcalducho
Gracias Maria Ve por leer. Es típico de los caraduras en el poder organizar comités de aplausos. Hoy, bodegas de activistas en internet que activan los algoritmos y los instalan en un mundo paralelo en el que los caraduras creen que son gente sobresaliente, amada, respetada. Una fantasía desde luego
¿Y el caradura que acaba de dejar la presidencia de la República dónde se queda??? ese si que es cínico, descarado, mentiroso…en fin. Apegado al poder de hacer bobadas hasta el último minuto antes de entregar el cargo, de la mano de su señora que nunca se vio haciendo nada importante, pare venir a distinguirse al final por su grosería y malas maneras!!.
Gracias Marta por leer. Es cierto, Duque es tal vez uno de los caraduras más patéticos. Tres semanas atrás escribí sobre el hecho de que ese personaje es un caso clínico patético.
Alberto excelente columna
Caradura es demasiado benévolo para Quintero. El tipo es mal intencionado, malévolo, egolatría mentiroso, artero, falaz, mañoso, corrupto, etc etc
Gracias Piedad. Es nefasto!