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Kissinger: mala yerba nunca muere…

Por Alberto Morales Gutiérrez

Es a los campesinos del mundo, a quienes se debe la entronización de este refrán que tomó forma en los cultivos medievales, afectados no solo por plagas y bichos de todos los tamaños, sino por yerbas malas que tenían la perniciosa condición de revivir después de haberlas cortado y mutilado y arrancado.

Era un ciclo eterno y desquiciante. No había manera de que desaparecieran.

Esa sabiduría popular identificó también como “malas yerbas” a personas cuya vocación de maldad y capacidad de hacer daño era perenne, inmodificable. Una capacidad dotada, además, de la asombrosa facultad de multiplicarse entre quienes las rodeaban.

Henry Kissinger, quien acaba de fallecer luego de cien años de existencia (nació en mayo de 1923) se ajusta con rigor a esa descripción.

Habrá quienes tengan dudas, pues la “historia oficial” de USA se ha encargado de darle un halo de estadista, conciliador, intelectual, paladín de la democracia, héroe nacional. “El gran estratega que marcó la política exterior norteamericana desde mediados del siglo XX”.

De hecho, su maquillaje y el indudable poder de su país, logró que, terminada la guerra del Vietnam, le entregaran el Premio Nobel de la Paz en 1973, compartido con Le Duc Tho, uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, quien se negó a aceptarlo.

Hubo una movilización global de profesores universitarios, líderes de opinión e intelectuales, convocando a que le fuera retirado el Premio Nobel, pero la prensa occidental supo ocultarlo. Los testimonios de sus desafueros, difundidos en las denuncias de ese entonces, son aterradores.

La verdad es que Kissinger fue, desde muy temprano, una máquina de hostilidad. Estudiante en Harvard, fue reclutado por el ejército a los 20 años de edad, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial. Su origen alemán y el hecho de haberse conectado con Fritz Kraemer, un alto oficial también inmigrante y que, como él, había nacido en Fürth, contribuyó al aceleramiento de su vertiginosa carrera en los pasillos del poder. Fue asignado a la 84ª División de Infantería en la sección de Inteligencia Militar. Su trabajo le valió ser condecorado con la Estrella de Bronce.

Para 1946 (tenía tan solo 23 años) ya era adiestrador de los nuevos cuerpos de inteligencia militar del Comando Europeo. Luego de la guerra reanudó sus estudios en Harvard, e inició un periplo de trabajos y consultorías con grandes corporaciones, asociadas al negocio de las armas.

Kissinger era un viejo conocido y colega de Nixon, cuando este último lo llamó a ser su secretario de Estado. De hecho, los dos personajes, siendo ciudadanos particulares, “sabotearon de forma deliberada las negociaciones de paz en París en 1968 (lo hicieron de forma ilegal) y sugirieron a la junta militar de Vietnam del sur que podrían conseguir un mejor acuerdo, con un gobierno republicano”.

En el año 2001 el periodista Christopher Hitchens publicó el libro “Juicio a Henry Kissinger” escrito con indignación, es cierto, pero también con una gran rigurosidad, y ampliamente documentado. De ese texto se ha dicho que es “un secreto a voces, demasiado trascendental y demasiado horrible para contarlo”.

Se resalta en ese juicio el rol desempeñado por Kissinger en las más diversas guerras, genocidios y golpes de Estado, tales como los de Bangladés, Chile, Chipre y Timor Oriental. La investigación ubica al siniestro personaje como el directo responsable del secuestro y asesinato del general chileno René Schneider en 1970 (quien era una amenaza para Pinochet). Este es, claro, apenas uno de los casos.

Fue el informe de Hitchens el que abrió paso a la definición de Kissinger como un auténtico “criminal de guerra”.

Hitchens, quien murió en el 2011, era visceral, apasionado, sanguíneo. Esta definición que hace del exsecretario de Estado permite entender su animadversión: “Kissinger es un matón, un delincuente, un mentiroso, un pseudointelectual y un asesino”.

Pero fue el historiador Greg Grandin, en el año 2015, quien logró con su libro “La sombra de Kissinger”, desvelar de manera precisa y contundente el “legado” de éste en el actuar imperial de los gobiernos de Reagan, Bush, Clinton y Obama.

Una de las reflexiones, incluida en el apartado de “agradecimientos” que trae su texto, establece la diferencia entre el estudio que él presenta y el de Hitchens. Este último – dice- “se centraba de forma obsesiva en la moralidad de un solo hombre, su demonio”, pasó por alto “la visión de conjunto”. Es decir, veía a Kissinger como un “saqueador de los valores estadounidenses”, y no alguien que intensificó el militarismo de este país y tuvo “un rol desmesurado” a la hora de crear el mundo en el que vivimos en la actualidad, que acepta las guerras interminables como algo natural”.

Kissinger era mala yerba y trabajó con esmero para perpetuar su visión.

Aquí, en nuestra América del sur, la publicación de documentos secretos del Departamento de Estado, que se han integrado en ambos libros, permite clarificar con contundencia, el rol de Kissinger en la tristemente célebre “Operación Cóndor”, una siniestra estrategia de terrorismo estatal implementada desde noviembre de 1975 por los regímenes de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, con “participación indirecta” -dice el documento- de los gobiernos de Colombia, Ecuador y Perú. Esta “Operación Cóndor” es solo una más de sus fechorías. Hay muchas más.

Debe destacarse que el asesinato y desaparición de opositores se convirtió, desde entonces, en un “modus operandi” de la mayoría de los gobiernos de este continente.

Poner en evidencia ese recorrido siniestro repleto de sangre y de dolor que protagonizó Henry Kissinger, es un acto de justicia elemental con todas sus víctimas. Alertar sobre la vigencia de esas prácticas de barbarie, ejercidas hoy por los Estados Unidos a lo largo y ancho del planeta, resulta un imperativo ético.

Al pensar en la mala yerba, debemos saber, por lo menos, hacia quiénes mirar, tanto por aquí como por allá.

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20 respuestas a «Kissinger: mala yerba nunca muere…»

Gracias Alberto por poner de nuevo al descubierto a este miserable crminal del gobierno norteamericano que tanto daño le causó al mundo..!
Voy a publicar esto en todos los medios posibles para que la gente sepa que miserable personaje fué este sujeto.

Gracias Eduardo por tu lectura y por replicar la columna. Me siento muy halagado.

La historia se repite constantemente en cualquier lugar del mundo. Le puedo asegurar que hay y habrán seguidores de genocidas como Pol Pot, Mao, Hitler y demás. Adoradores a ultranza de bestias como Kissinger, Castro, Somoza, etc. y de proyectos de dictadorzuelos como nuestro iluminado Gustavo Petro.

Muchas gracias por tu lectura Eduardo. La mala yerba es contagiosa y contaminante.

Fiel reflejo de lo siniestro que fue este personaje y de lo que implica el poder mal manejado, quien se adueña del poder y lo combina con una egolatria se pruduce el caos y este señor hizo mucho daño en el mundo diria incalcilables las muertes prpiciadas por su actuar.
“Al pensar en la mala yerba, debemos saber, por lo menos, hacia quiénes mirar, tanto por aquí como por allá” ste final me hizo acordar de muchos siniestros persobajes en nuestra politica que no quieren dejar el poder y el cumulo de atriciades que han cometido no los deja porque deben estar como el gato tapando sus cagadas y muertes

Hola Jesús. Gracias por tu lectura y comentario. Claro que existen por aquí personajes siniestras cuyas andanzas y cuyo pensamiento es una solución de continuidad a la barbarie.

No conocia sus azarosas andanzas. Tengo que agradecerte nuevamente
Ambos son responsables de políticas de estado de control de la población muy cuestionadas

La historia universal está plagada de mercenarios, asesinos despiadados promotores de masacres bajo el estigma de la libertad y la paz. Y son presentados por sus áulicos como los adalides de la justicia y el progreso .

Y siguen existiendo de diversas formas y maneras…..no lo duden

La guerra sigue siendo para algunos el portaestandarte de la democracia

Una cosa es utilizar las armas para la defensa legítima de la soberanía y otra muy distinta para legitimar la barbarie y la ignominia

Hola Carlos Arturo. Gracias por tu lectura. Estas guerras de hoy no son solo con armas y bombas, y aviones y tanques. La guerra contamina las palabras, quieren darles otros significados. ¿Recuerdas que por aquí, le dieron el nombre de “seguridad democrática” a los asesinatos selectivos?

Hola Luis Fernando. Vivimos en un escenario complejo, es cierto. Gracias por leer.

Parece una historia que nunca termina, mires a la derecha o a la izquierda. Ejemplo como este son venerados por sectas de seguidores ahistoricos, antieticos y con valores Morales cuestionables. Nos debe dejar una
reflexion: Se vale todo???. El fin justifica los medios??

Gracias por leer Luis Alfonso. Mantengamos en alto la idea de que no se vale todo ni el fin justifica los medios…

Todos como él están convencidos de que actúan en pro del bien y la libertad. No hay nada qué hacer, el devenir humano está lleno de guerra y una lucha eterna por el poder. Es la típica evolución de las especies: detecta tu depredador y extermínalo!, sino lo puedes lograr, escóndete! o arma un ejército y acábalo. Lo demás son mascaradas, farsa y comedia.

Hola Juan Fernando. Muchas gracias por leer y comentar. Valoro mucho tu participación.

Hola Luis Guillermo, gracias por leer. Sí, creo que no hay ahí comportamientos individuales. Es la manera como los estados Unidos han entendido siempre la solución a los conflictos.

Los comentarios están cerrados.