Pero no, Quintero es apenas una expresión más de la tendencia. Recuerde usted que ya fico había inaugurado en Medellín este festín de “gobierno” en modo reality, aunque es bueno advertir que tampoco fico estaba siendo original.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Daniel Quintero da grima. Sufre el sindrome del gobernauta y en medio de su excitación, asume que está siendo muy original. Son los likes los que lo alimentan y es a través de ellos que el pobre hombre mide su inteligencia. Le pasa lo que a los youtubers, que exhiben sin pudores su imbecilidad y creen que las hordas de seguidores que los acompañan, están haciendo una cosa diferente a divertirse con sus ridículas extravagancias y a saciarse con su vulgaridad.
Pero no, Quintero es apenas una expresión más de la tendencia. Recuerde usted que ya fico había inaugurado en Medellín este festín de “gobierno” en modo reality, aunque es bueno advertir que tampoco fico estaba siendo original.
El Banco Interamericano de Desarrollo BID publicó en junio de 2015 un estudio que, bajo la denominación de “El Gobernauta Latinoamericano”, realizaron los profesores Pablo Valenti, Ramiro López, Mario Riorda y Fernando Straface. Los datos son reveladores.
Hacen referencia a lo que denominan la “electorización de la comunicación gubernamental”. Los alcaldes, los gobernadores, los presidentes, se quedan en campaña aún después de haber asumido sus cargos. Viven en modo arenga y se insertan en una “realidad sin retorno” (mire usted nada más al patético Trump y su patético final) que les hace vivir en un mundo paralelo: el ecosistema digital.
Todo en ellos es una distorsión. Quintero asume que su arenga lo hace “alternativo”, mientras su comportamiento, su práctica, el ejercicio de su manera de hacer política, no difiere un ápice de la manera como actúan los sectores más recalcitrantes de las sociedades y la manera como se sirven de las redes para ocultar sus trapisondas y su corrupción endémica. El diagnóstico del BID es certero: “A los gobiernos les cuesta entender las redes como medios de interacción (lo más sencillo) o como medios para la gestión (un concepto hoy casi inexistente en las redes principales de gobiernos o gobernantes)”.
Quintero, que de dientes para afuera vocifera que es “estudioso” y “actualizado”, sentiría vergüenza si leyera el estudio (está disponible en redes) pues se sentiría retratado en toda su deplorable dimensión. El BID afirma que la fantasía de este tipo de políticos es ser unos rockstars. ¿No cree usted que Duque y Trump son también altamente representaivos de ese delirio?
Son personajillos facilmente definibles porque habitan en sus egos. Es por ello que toda su narrativa en redes opera en la lógica de la autopromoción y su uso es la agenda del instante y la unidireccionalidad.
Este dato demuestra que el caso de Quintero es más extravagante aún. El estudio revela que con más de 2,5 millones de datos capturados, los políticos de la región (están hablando de América Latina) han tuiteado o posteado una pregunta en solo 2% de las ocasiones. ¿Cuándo ha hecho este alcalde una pregunta a la ciudadanía?
Es un ejercicio tramposo sin lugar a dudas. El estudio también recalca que no hay correspondencia entre lo que la ciudadanía exige y lo que la política “devuelve” en las redes, sino un peligroso desacople. Los ciudadanos piden respuestas frente a la inseguridad, los gobernantes responden con la inauguración de un centro cultural. Los ciudadanos se quejan de la corrupción, los gobernantes presentan un nuevo programa educativo.
Es como si se cumpliera la premonición de Lipovetski en “El crepúsculo del deber” y Daniel Quintero y todos aquellos que son como él a lo largo y ancho del mundo, representaran el arquetipo de la decadencia de esta sociedad “con una ética débil y mínima, sin obligación ni sanción”. Esa sociedad en la que “hemos dejado de reconocer la obligación de unirnos a algo que no seamos nosotros mismos”
Transmutado en rémora, Daniel Quintero pasará a la historia como una de las mayores tragedias que le haya ocurrido a esta ciudad.
8 respuestas a «La efímera,patética y algorítmica felicidad del gobernauta»
Pues de verdad no lo sigo en su mandato, pero el que los 9.9 billones ya este en manos de la justicia y acusando a Todos los contratistas de Hudroituango, para mi obviamente si pasara a la historia,como el gobernante que se atrevió a tocas las élites de corrupción más notorias en el Departamento
Claro Pedro. Pero, como decían los abuelos, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Las malas compañías de Quintero y sus prácticas nefastas no lo salvan
Este político corrupto mucho más que otros, es un una infamia hp para la ciudad
Un horror Blanca Luz. El escenario es deprimente
Bueno y aparte de esta realidad tan absurdamente oprobiosa que vivimos, qué más podemos hacer los ciudadanos, frente a todo ese arsenal político que se enquista en el poder público. Ciudadanos a la que la vida solo gira en torno, a recoger pal mercao, recoger pal arriendo, recoger pa los servicios públicos y recoger pa pagar la funeraria para cuando nos muramos. No votemos corriente, que lo que usted dice es cierto, pero a casi nadie le importa lo que hagan o dejen de hacer los gobernantes, al fin y al cabo el que termina haciendo la fuerza para poder medio sobrevivir es uno y nadie más . Póngale la firma, quienes quitan o ponen gobiernos no son los más necesitados, sino los más interesados y generalmente son los poderosos y con los intereses más perversos.
Si Rubén, el escenario es desgarrador. Pero no existe solución distinta a la de construir ciudadanía. Debemos trabajar intensamente por desarrollar el pensamiento crítico y la participación.
Lo de construir ciudadanía y desarrollar el pensamiento crítico y la participación, me recuerda las veces que me arrimo a un puesto de basuras donde hay 3 canecas que describen lo que se debe echar en cada una y uno las abre y todas contienen lo mismo y entonces uno dice “¿para que reciclar si nadie lo hace?” entonces pienso y se lo digo a los que están conmigo: lo hago para mi y porque poco a poco y algún día todos empezarán a hacerlo.
Es cierto Claudia, hay que hacerlo para que, poco a poco, algún día, todos empiecen a hacerlo. Abrazo