Se trata de un adolescente (¿capta usted el mensaje?) que, bajo el nombre de Marco Aurelio Antonino y merced a los artilugios de su ambiciosa tía, llegó al poder sin darse cuenta, para suceder al emperador Caracalla.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Esa ausencia de pudor, ese exponerse desnudos, exhibiendo todos sus defectos, sus malos olores, sus llagas ocultas, sus vicios, sus aberraciones, eso que se llama impudicia, ha sido una práctica ejercida por algunos orates de todos los tiempos que, enceguecidos por su propia locura, no parecen tener una conciencia clara de lo que hacen pues, en sus delirios, habitan en un mundo paralelo.
En la Colombia de hoy, por el contrario, la impudicia no requiere de locura alguna. Quienes están en el poder la practican en medio de la excitación de su arrogancia, de la certeza de su impunidad.
Su exhibicionismo es, en lenguaje no verbal, un grito altanero con en el que reafirman que tienen el control de todo y de todos y que a ellos nos les va a pasar nada.
El listado de los impúdicos de este país, cuyas trapisondas, crímenes, abusos, delirios de grandeza, venalidades, corrupciones, son públicas, incontrovertibles, probadas, grabadas, fotografiadas; el listado – digo – es de proporciones épicas.
La hermandad de la impudicia le juega a los efectos reparadores de la amnesia colectiva. Asumen que basta con dejar pasar el tiempo, para que sus escándalos se olviden.
Los Néstor Humberto, los Carrasquilla, los Uribe, los Macías, las Cabal, las Abudinem, las Jennifer Arias, los Duque, los Generales de la república, los fiscales Barbosa, los Quintero, esa larga, larga, larga lista de políticos, ministros, gerentes, embajadores, funcionarios que pecan y empatan, pecan y empatan, produce náuseas.
El director de la DIAN es experto en eludir impuestos a través de cuentas Offshore en paraísos fiscales; el fiscal anticorrupción es detenido infraganti recibiendo dineros de los acusados; el ministro de Hacienda inventa sofisticados productos financieros para esquilmar los municipios del país en beneficio propio; un embajador tiene en su finca un laboratorio de coca; la presidenta de la Cámara de representantes accede a un título mediante el plagio de su tesis de grado; el fiscal general de la nación es un enfermo que delira emocionado mientras se mira al espejo y se autoproclama el colombiano más inteligente que jamás existió; otra ministra desaparece, en un acto de prestidigitación, setenta mil millones de pesos y se enfurece cuando se lo recuerdan; los senadores de la república aprueban los ascensos de militares que están metidos hasta el cuello en crímenes asociados a los falsos positivos, mientras, desde cuando fue proclamado, el presidente de la república no es capaz de hilar una frase inteligente, ni de ejercer su cargo, es el hazmerreir del mundo, y aún no se ha dado cuenta. Sus actos de gobierno se limitan a aplaudir, defender y condecorar a cada funcionario que protagoniza un escándalo, mientras sus áulicos lo aplauden cuando los reúne para que lo escuchen cantar rancheras o canciones vallenatas.
Y entre ellos se admiran, se abrazan, se solidarizan, cuando sus inmundicias resuenan, se difunden, se acrecientan y les explotan en la cara.
No puede uno menos que pensar en el emperador romano Heliogábalo quien, qué coincidencia, gobernó a Roma durante cuatro años, del 218 al 222 de nuestra era.
Es César Cervera quien rescata su existencia, relatada en el texto “Historia Augusta”.
Se trata de un adolescente (¿capta usted el mensaje?) que, bajo el nombre de Marco Aurelio Antonino y merced a los artilugios de su ambiciosa tía, llegó al poder sin darse cuenta, para suceder al emperador Caracalla. “El resultado fue el período más estrambótico en la historia del imperio romano” – dice Cervera-.
Una vez ungido, perdió todo sentido de las proporciones. Lo primero que hizo fue subordinar toda la mitología romana al El Gabal, dios sirio, que era venerado en Emesa, su lejana ciudad de origen. Luego, vestido de mujer, decidió “casarse” con la virgen vestal Aquilia Severa, en una pomposa ceremonia pública.
Cervera explica que los horrores que se relatan sobre él, hacen de las historias de Tiberio y Calígula, personajes de cuentos infantiles. “Estiró al límite los convencionalismos sexuales, rodeándose de amantes femeninos y masculinos, donde primaba la belleza por encima de todo. Incluso se decía que para los puestos en provincias nombraba a aquellos amantes que tuvieran el pene más grande”.
Era feliz ejerciendo públicamente el papel de prostituta en los lupanares de la época. Su impudicia carecía de límites.
Murió finalmente a manos de su propia guardia pretoriana quien, cosas simbólicas que ocurren, lo ahogó en una letrina para tirar luego su cadáver a las aguas del rio Tiber. El texto de Cervera explica que El Senado no solo confirmó la decisión tomada por la guardia, sino que se encargó a partir de ese momento, de borrar de la historia a Marco Antonio Antonino, el tristemente célebre Heliogábalo.
Por el contrario, me acompaña la certeza de que a la hermandad de la impudicia de nuestro país no la vamos a olvidar nunca, nombre por nombre, fecha por fecha, desvergüenza por desvergüenza…
8 respuestas a «La hermandad de la impudicia.»
Con cariño y admiración creo que se les colo el diablillo del teclado o, ese sí Diablo diabólico, corrector automático de dios sabe cual oscuro sistema de revisión ortográfica se activa a la hora de escribir sus eminentes columnas… donde dice …asumen que vasta con… quizás debería decir …asumen que basta con…
Quizás yo esté equivocado, en cuyo caso, bla, bla, bla…
La crítica me parece un poco sesgada ya que básicamente alude al Uribismo, si fuera imparcial hubiera podido utilizar otros ilustres apellidos como : Petro, Cepeda, Bolivar, Barreras, Benedetti-, etc.
Gracias por leer Eduardo. Ciertamente el uribismo es campeón en fechorías y su hermandad es antológica, pero tiene usted razón, los apellidos que menciona pueden perfectamente integrarse a lis matices de esa cofradía
Totalmente de acuerdo con usted, eso le quita validez a lo escrito, el sesgo es muy notorio!
Gracias por leer Tatiana. Estoy de acuerdo contigo. Estas columnas son opiniones personales y están sesgadas por mis creencias personales…
Gracias por leer Serge. Y no fue corrector, fue un error garrafal e imperdonable. Error mío, solo mío y de nadie más que mío. Presentó disculpas avergonzado. Ya la arreglé
Falta medio país político en esa lista incluyendo los de sus afectos
Gracias por leer Jaime. Si, la lista es larga, no caben todos y todas en la columna…