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La imbecilidad, como factor común

Su majadería, su necedad, esa mentecatez que los caracteriza, se va convirtiendo en una especie de sello personal. Es como si la imbecilidad los uniformara. Son insensatos ciertamente, pero no lo disimulan. Por el contrario, exhiben con arrogancia su estupidez.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Es necesario sacudirnos de un error conceptual que nos hace incurrir en análisis incorrectos. No podemos seguir pensando que personajes nefastos como Trump a nivel internacional, como Duque a nivel nacional o como Quintero a nivel local, son casos individuales, aislados o particulares. No. 

Todos ellos y los que los interpretan, defienden y aúpan, hacen parte consciente o inconscientemente de un fenómeno global que, a partir de desencadenar un sinnúmero de confusiones, arrasa con todo lo que ve, en beneficio de muy pocos. 

Si, hay quienes existen para lucrarse de los dolores de los otros y de la destrucción de lo que encuentran a su paso. Son máquinas depredadoras de la democracia, negacionistas, ignorantes, para quienes lo único que importa es lo que están haciendo ahora y cuya irresponsabilidad los exime de considerar ningún tipo de consecuencia. El futuro es problema de los que vienen detrás, se dicen.

Y no, no están solos. Se atraen entre si, se encuentran, se defienden, se apoyan. Envalentonados con sus logros ya no se preocupan por disimular nada. Sus barbaridades son públicas, sus intenciones son absolutamente visibles.

Mire usted el caso de Duque, quien ha tomado una posición abierta de apoyo a Trump sin temor alguno por las repercusiones políticas de sus actos. Mire usted el cinismo de Quintero, el desafuero de sus fiestas, la voracidad de sus pretensiones. Y hagan lo que hagan, cuentan con una guardia pretoriana de partidos y organizaciones, con medios e instituciones que los aplauden, los apoyan, los sostienen.

No es inocente el partido Republicano en EEUU, tampoco son inocentes el partido Conservador, el Centro Democrático, Cambio Radical, el partido Liberal, el partido de la U en nuestro país, ni son inocentes los integrantes de la coalición partidaria que hoy apoya a Quintero en Medellín.

Su majadería, su necedad, esa mentecatez que los caracteriza, se va convirtiendo en una especie de sello personal. Es como si la imbecilidad los uniformara. Son insensatos ciertamente, pero no lo disimulan. Por el contrario, exhiben con arrogancia su estupidez.

Dígame usted cuál es la diferencia existente entre estas afirmaciones delirantes: 

. “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos” Donald Trump

. Hoy es digno de aplaudir lo que está viendo el mundo y es que a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas” Ivan Duque

.  “Mala noche tendrán los corruptos que quieren revocarnos…” Daniel Quintero

Y mire usted cosas que dicen quienes se les parecen:

.“Lo que reclama el ciudadano colombiano, cualquiera sea la ciudad, es más policía” Carlos Holmes Trujillo

. Reince es un maldito esquizofrénico y paranoico” Anthony Scaramucci Director de Comunicaciones de la Casa Blanca.

. “El COVID19 es apenas una pequeña gripa o resfriado” Bolsonaro

. “Que se jodan los negocios” Boris Johnson Primer Ministro británico.

La irresponsabilidad manifiesta, el actuar desaforado, permite a pensadores importantes como Noam Chomsky concluir respecto del partido Republicano por ejemplo (ese partido ante el que Duque es genuflexo) que “está consagrado a correr lo más de prisa posible hacia la destrucción de la vida humana organizada. No hay precedente histórico de semejante posición” (2016. P, 320) 

Chomsky lo demuestra con abundante documentación de las posiciones de los republicanos frente al cambio climático. En nuestro país es demostrable el resultado siniestro de las posiciones de todos esos partidos que han tejido el entramado de la corrupción por décadas. En Medellín lo demuestra la patología mentirosa de Quintero y de quienes lo acompañan.

El profesor Bertrand Gross (1912-1997) en un acto de lucidez infinito, alcanzó a vislumbrar en el ya lejano 1980, una realidad que hoy ejercen muchos “dirigentes” en el mundo: “el fascismo amable”. Lo practican con solvencia una serie de rufianes muertos de la risa.

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