Es de antología la pregunta del periodista de la FM a propósito del tema: “Doctor Robledo, ustedes quieren gobernar o prefieren dar foros sobre ética? ¡Pura levedad!
Por Alberto Morales Gutiérrez
Hay un consultor político de apellido Rendón, que ha hecho estragos particularmente en América Latina y declaró a la revista Semana en el ya lejano 2011, un predicamento que demarca la territorialidad de eso que, pomposamente, la gente llama la “realpolitik”.
Dijo en efecto y sin ningún pudor que “…eso de la ética es para los filósofos. Soy pragmático de nueve a cinco y hago poesía y filosofía y letras de las cinco para adelante. La película mía es la de ganar elecciones”.
Hay quienes lo siguen aplaudiendo sobre la base de que, como “la política es para ganar” debemos ser pragmáticos y sacudirnos de consideraciones ideológicas, éticas o morales.
Así, amplios sectores de la opinión pública y el grueso de los medios de comunicación tienen una mirada que, de múltiples maneras, cohonesta con esa visión torticera y aplaude las audacias de candidatos como Gustavo Petro y Alejandro Gaviria (para no nombrar sino a dos de ellos) de propiciar alianzas hasta con el diablo y poder cumplir sus sueños de ganar.
Entonces, la reciente discusión que se ha desatado en el interior de la Coalición Centro Esperanza propiciada por el precandidato Jorge Enrique Robledo, en el sentido de que Alejandro Gaviria ha violado los acuerdos, se transforma por arte de birlibirloque en una “demostración” ya del supuesto “sectarismo” de Robledo, ya de un atentado contra la libertad de Gaviria. Es de antología la pregunta del periodista de la FM a propósito del tema: “Doctor Robledo, ustedes quieren gobernar o prefieren dar foros sobre ética? ¡Pura levedad!
Es la derrota del pensamiento. Arrojar, como dice Lipovetski, todo “el descrédito sobre la esfera del ideal moral”. Cabalgar sobre “el ideal de la voluntad libre que solo obedece a sí misma”. Esa lógica perversa de que yo hago lo que me de la puta gana y que se extiende a todos los escenarios: la vida familiar, las relaciones de vecindad, el mundo de los negocios, el tráfico vehicular, los contratos, las obligaciones, el trato a quienes piensan diferente, en fin.
Es el imperio de la viveza que convierte un hecho tan elemental, tan obvio como exigir que se respeten los acuerdos, en la “cháchara” del perdedor, del que no quiere ganar.
No se trata de una cultura que haya surgido por generación espontánea. Tiene que ver con una tema ideológico, económico, conceptual, que personajes como los candidatos Gustavo Petro y Alejandro Gaviria (para no citar sino dos ejemplos) defienden con ardor.
Así lo explica Lipovetski: “en el curso de la segunda mitad del siglo, la lógica del consumo de masas ha disuelto el universo de las homilías moralizadoras, ha erradicado los imperativos rigoristas y engendrado una cultura en la que la felicidad predomina sobre el mandato moral, los placeres sobre la prohibición, la seducción sobre la obligación. A través de la publicidad, el crédito, la inflación de los objetos y los ocios, el capitalismo de las necesidades, ha renunciado a la santificación de los ideales en beneficio de los placeres renovados y de los sueños de la felicidad privada. Se ha edificado una nueva civilización que ya no se dedica a vencer el deseo sino a exacerbarlo y desculpabilizarlo…la liturgia del deber se ha vuelto inadecuada…”
Esa es la doctrina noeliberal que prometió el paraíso con su discurso de bienestar y ha desencadenado las atrocidades de la inequidad, la pauperización de las inmensas mayorías y la entronización de esa idea formidablemente sintetizada por el filósofo Byung Chul Han: “ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando”, mientras unos pocos, muy pocos realmente, se enriquecen a niveles francamente groseros y sin pestañear.
No, no es un problema menor hablar de principios básicos, de respetar acuerdos, reclamar coherencia y seriedad. No es un problema menor convocar al pensamiento crítico, entender quiénes son los que quieren un país con justicia, equidad y dignidad, y quiénes son los que han convertido la política en empresas personales, diseñadas en efecto para ellos ganar, repito, para ellos ganar, pero no la sociedad.
Tiene razón Robledo cuando afirma la imposibilidad absoluta que tiene el discurso vacío de decir, como hacen los dos candidatos referidos, que van a lograr un cambio en contubernio con quienes llevan más de cien años impidiéndole a este país que pueda cambiar. Esa es la discusión seria.
5 respuestas a «La insoportable levedad de la “realpolitik”»
Robledo se alió con Fajardo, hombre de confianza de todo el empresariado colombiano (sospechoso por lo menos) y a Jorge Gómez le tocó tragarse ese sapo, pero Luz Marina Munera si no fue capaz de tragárselo y desertó del Polo por esa claudicación.
Alberto, si no fueras hincha de ninguno, tendrías la cabeza fría para entender que: una cosa es recibir adhesiones y otra muy distinta estar negociando gobernabilidad, y algo mas, el único candidato que ofrece un cambio serio y por eso todos los demás le temen, incluso personas “avisadas” como tú es Gustavo Petro.
Ah bueno y Robledo podría hacerlo también, pero no tiene chance y también se alió con el mismísimo diablo, Fajardo y los apóstoles del partido liberal De la Calle, Cristo y todo los contratos y el prontuario delictivo impune con el que han construido su patrimonio.
Gracias John por leer. Qué bueno para ti que no eres hincha de ningún candidato y no se te obnubila la razón. Persisto en mi reflexión sobre el significado y las repercusiones que tiene en la política y en la vida misma, el objetivo de ganar por encima de todo, ganar a cualquier precio, ganar, ganar, ganar.
Creo que el comentario anterior si tiene candidato hincha y es el mas incoherente de todos!
Gracias por leer Tatiana. También creo como tú que nuestro amigo es hincha de un candidato…
Tiene toda la razón, ya los principios, la coherencia no importan solo hay que ganar como sea, muy triste!