Toda minga debe ser mirada y tratada y entendida con un profundo respeto. Su práctica data de tiempos inmemoriales y sus significaciones desde el punto de vista cultural están llenas de símbolos asociados a lo que, en la cosmovisión indígena, es uno de los principios que dirigen el orden del universo: La cooperación.
Por Alberto Morales Gutiérrez
La palabra “minga” resume sabiduría ancestral. Es una expresión mágica, poderosa, repleta de contenido y que proviene del quechua “mink´a”. Significa “trabajo colectivo en beneficio de la comunidad”
El quechua es esa lengua que hablaban los pueblos del período incaico y cuyos descendientes transitan hoy por las tierras de Perú, de Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y, desde luego, Colombia. Los indígenas “quechuas” de nuestro país habitan en los departamentos de Cauca, Nariño, Putumayo, Huila, Valle, y Caldas.
Toda minga debe ser mirada y tratada y entendida con un profundo respeto. Su práctica data de tiempos inmemoriales y sus significaciones desde el punto de vista cultural están llenas de símbolos asociados a lo que, en la cosmovisión indígena, es uno de los principios que dirigen el orden del universo: La cooperación.
De la minga se ha dicho que despierta entre quienes participan, lo más cercano a un bien físico y espiritual, un intercambio de saberes que tiene la virtud adicional de despertar sentidos y sentimientos inenarrables. Históricamente, se han hecho y se hacen mingas ya para ayudar a levantar su casa a un miembro de la comunidad, ya para construir un acueducto o para salvar a un país. Son legendarias las mingas del Ecuador, que han sido capaces de derrocar a presidentes ineptos, y es histórica la minga de Colombia el 12 de Octubre del año 2008 que aglutinó a 60.000 indígenas y marchó imbatible a lo largo de 120 kilómetros desde Santander de Quilichao en el Cauca, hasta la ciudad de Cali.
Las imágenes que hemos visto en estos días, donde nuestros indígenas marchan desde sus territorios y entran a Cali y luego deciden marchar a Bogotá, son impactantes por la determinación que se aprecia en esos rostros curtidos por el sol, por la serenidad y la alegría colectiva, por la justeza inmensa de su causa.
Estremece su enunciado inicial: “Marchamos porque nos están matando”. Nadie puede negarlo. Los están matando. Este país asesina a sus indígenas, los desplaza, los acorrala. Nadie les responde. El nefasto ministro de defensa y las autoridades distorsionan la realidad del desafuero terrateniente a través de los paramilitares a su servicio. Arguyen que no son asesinatos selectivos, inventan historias fantasiosas para disimular la masacre.
Ferney Quintero, consejero del Consejo Regional Indígena del Cauca le expresó a los medios: “la vida no tiene precio, la vida no se negocia, la dignidad del pueblo no se negocia, el territorio no se negocia”
La minga está viva, marcha en paz, no se deja provocar ni del ejército, ni de los medios de comunicación, ni de los “analistas” que los estigmatizan, los acusan de todo tipo de sandeces, los sobrevuelan, los amenazan con que están “infiltrados”, y difunden la contradictoria y ridícula sentencia de que los van a perseguir, para “defenderlos”.
Margarita Gonzales escribió desde el exilio en el año 2018 un bello poema de homenaje a lo que significa esta épica de nuestros indígenas: “Caminando la palabra / los hermanos andan, / llevando la semilla de la vida / custodiada por la guardia, / y con sus bastones de arco iris / se enfrentan a las armas / sin más armas / que la sabiduría de la palabra…”
La minga no se detiene…