La tontería imperante distorsionó de manera casi irremediable el auténtico sentido del saber, pues generó la creencia de que el conocimiento no solo es un ejercicio particular del individuo, sino que está al servicio de ese individuo
Por Alberto Morales Gutiérrez
Cada vez que llega el final del año, nos ponemos todos en el predicamento de hacer balances, extraer lecciones y proponernos metas. No nos sorprende que, balances, lecciones y metas se repitan de 31 en 31 de diciembre, con una insistencia tonta, pues nos sumergimos en la idea loca de hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.
Una tontería que lo contamina todo. Hoy la ciencia es tonta, la política es tonta, la sociedad es tonta…no estamos dispuestos a aprender nada, el “saber” carece de sentido.
Escuchaba recientemente esta dicotomía descomunal: que nunca hemos sabido tanto de los jaguares y cada vez hay menos jaguares, que nunca hemos sabido tanto del mundo y cada vez hay menos mundo. Una tontería que nos ha llevado casi que a delirar de la “felicidad” por el hecho de que hemos “abdicado de nuestras responsabilidades”.
Un desastre como el de la corrupción, por ejemplo, no se aborda en la perspectiva de las leyes o de los actos de policía como la mayoría piensa, no. Deberíamos tener la sabiduría de modificar la idea de nuestra relación con el mundo, con la ética. ¿No ha notado usted que no hay una declaración universal de los deberes humanos?
La tontería imperante distorsionó de manera casi irremediable el auténtico sentido del saber, pues generó la creencia de que el conocimiento no solo es un ejercicio particular del individuo, sino que está al servicio de ese individuo, para darle ventajas en la carrera hacia el triunfo. Sí, la tontería de que la vida solo está concebida para que te realices y triunfes.
La verdad es que en el largo trasegar de millones de años, una vez separados de los chimpancés y al empezar a actuar como Australopithecus, pasar por el Homo sapiens sapiens, hasta llegar al Homo de Cromagnon, nuestra existencia solo puede explicarse en términos de colectivos relativamente reducidos, cuya existencia dependía de estar juntos.
La vida primitiva de nuestra especie, desde el nacer hasta el morir, se justifica en la lógica de las sinergias, en la dinámica del ejercicio permanente de procesos participativos intensos, existenciales, de ellos y de ellas, actuando como un solo cuerpo; resolviendo juntos todos los problemas, satisfaciendo juntos todas las necesidades y, desde luego, construyendo potencialidades, aprendiendo juntos, conociendo juntos.
No es absurdo entender que emergiera en el cerebro primitivo en primera instancia un sentido del nosotros, que permitió luego construir el sentido del yo.
En esta lógica, cada experiencia, cada nueva información, cada nuevo aprendizaje, cada nueva síntesis, era a su vez una experiencia, información, aprendizaje y síntesis colectivas, de interés colectivo. El verdadero sentido del saber es la comprensión. Conocer no es lo mismo que saber.
La comprensión exige hacer conexiones capaces de crear una imagen subjetiva y simbólica de aquello que se conoce, para ubicarle no solo un lugar en nuestra subjetividad, sino un lugar en el mundo. Sería algo así como una respuesta a la pregunta ancestral de los niños: “¿por qué?” sí, comprender es saber el por qué de aquello que conozco.
No es cierto que hayamos evolucionado “de animales a dioses”, según sostiene el señor Yuval Noah Harari. No es cierto que el largo enunciado de los descubrimientos, tecnologías, máquinas y artilugios del desarrollo; las estadísticas sobre enfermedades derrotadas o acceso a servicios públicos sean datos que den cuenta de que “la humanidad atraviesa su mejor momento”,como afirma el señor Steven Pinker, o que hayamos llegado al “fin de la historia” como preconiza el señor Francis Fukuyama. No, no es cierto.
Estos tres textos son, por el contrario, un reflejo de la decadencia contemporánea, pues se trata de contenidos abiertamente propagandísticos que buscan defender con diferentes argumentos, una visión única y excluyente: el triunfo definitivo de la “idea occidental” o del liberalismo occidental, sobre cualquiera otra alternativa existente. Una tontería mayúscula sin lugar a dudas.
Es tonta la actitud reverencial frente a los portadores de las buenas nuevas del pensamiento, o quienes se autoproclaman verdaderos sabios.
Willian Ospina, quien es un apasionado del ejercicio del comprender, se mofa de esas lecturas que se asumen “con atril y reclinatorio” y que son abordadas “para aceptar sus verdades e incluso para venerarlas”, y se queja, además, de que los pensadores de occidente siempre hayan tenido aquí muchos admiradores, pero muy pocas veces tuvieron “interlocutores”. Su conclusión es deprimente: “Sabían citar a los autores pero no dialogar con ellos, porque les parecía que el lugar marginal que ocupábamos en el ámbito de la política y la geografía no nos autorizaba para opinar y menos aún para polemizar con las grandes figuras del pensamiento” (2005).
Eso explicaría la manera como Tomás de Aquino y Marx fueron leídos siempre con “idéntica sumisión, con el mismo temor reverencial”. Una práctica que mantiene su vigencia ciertamente, pues sus admiradores (¿tontos?) no tienen frente a ellos la vocación de rebatirlos. Igual ocurre en todo el mundo. La tontería es también pandemia universal.
10 respuestas a «La tontería universal…»
Alberto que pesimista y reiterativo eres. El mundo de hoy es mucho mejor que hace 100 o 200 años. A pesar de la corrupción y de la injusticia que siempre han existido, el mundo progresa en todos los frentes. Escribe algo que te produzca alegría, tus lectores lo merecemos. ¡Feliz año!
Hola John, gracias por leer. Me gustaría mucho poder complacerte y tratar temas amables y divertidos. De verdad, no los he podido encontrar. Creo que los dramas contemporáneos son decididamente graves y no es razonable edulcorarlos. Siento que mantener una posición crítica sirva, de repente, para atrevernos a pensar. Un abrazo
Me gustaría tener más lectura de Alberto Morales
Gracias por leer Victor. Si ingresas a alalberto.com encuentras todas las columnas.
Me gusta su posición crítica sobre el comportamiento humano.
Gracias por leer Tere…
Buen artículo.
Muchas gracias.
Gracias Luis Fernando por leer.
Interesante su perspectiva. Comparto su concepción sobre el sentido del saber. Saber que no defines, a pesar de que afirmas que es diferente al conocimiento.
Gracias Eberto por leer. Tienes razón, la columna adolece de esa definición puntual aunque trata de desarrollar la idea cuando alude al “por qué “ de los niños…