Categorías
Al Alberto

Lecciones de incompetencia…

Como en una especie de competencia por demostrar quién de ellos es más tonto que su patrón, parece ser el eco, la resonancia pueril de los actos de esos incompetentes que los han precedido y que la historia recuerda con cierta desazón.

Por Alberto Morales Gutiérrez

No es posible recordar un período de nuestra historia, en donde la incompetencia de los gobernantes tenga la dimensión desastrosa que ha adquirido en estos tiempos confusos. El caso de Duque rebasa ya los cálculos de los más pesimistas y se extiende, como una especie de enfermedad terminal, por los pasillos de las sedes de muchos de los gobiernos departamentales y municipales, además de cubrir la casi totalidad de los ministerios y la gran mayoría de las direcciones de los institutos y entes descentralizados.

Encaja en este escenario esa frase lapidaria que soltaban los abuelos cuando se referían, con impotencia, a la imbecilidad manifiesta: “No hay de qué hacer un caldo”. En esas estamos.

La banalidad de Duque, su vocación de mentira, lo errático de todas y cada una de sus decisiones, el desafuero del uso de frases de cajón, sus ridículos envalentonamientos, sus pretensiones, su desbordada capacidad de hacer el oso en cada acto de presencia que hace en los escenarios internacionales; esa vocación de hazmerreír que exhibe con orgullo, ese aplauso zalamero de todos sus subordinados que se comportan exactamente igual a él, a su escala, como en una especie de competencia por demostrar quién de ellos es más tonto que su patrón, parece ser el eco, la resonancia pueril de los actos de esos incompetentes que los han precedido y que la historia recuerda con cierta desazón.

Un ejemplo de torpeza e inmadurez llevada a extremos es el de Napoleón III, cuyos delirios de grandeza generaron desastres memorables e hicieron de sus 18 años como emperador (1852-1870) uno de los más oscuros de la historia de Francia. Murió en el exilio, en Inglaterra.

Calígula, el emperador Cayo Julio César Augusto Germánico, que estuvo tan solo cinco años al mando de los destinos del imperio romano, entre el año 37 y el 41 de nuestra era, ejerció con despotismo y crueldad, dejando una estela de exabruptos que parecen hoy exageraciones, pero que son dramáticamente ciertas. Para que tenga usted una idea de su actuar delirante, le declaró la guerra a Neptuno, y ordenó a sus soldados que se lanzaran al mar con sus espadas para derrotar a las olas. Se hacía llevar a palacio cofres repletos de conchas marinas, a la manera de tesoros adquiridos en combate. Decididamente loco como producto de una inflamación cerebral, terminó asesinado en el monte palatino por un grupo de pretorianos y senadores cercanos.

Uno de los biógrafos de Juan I de Inglaterra (1199-1216) dice a propósito de su reinado: “Es un buen recordatorio de que a los monarcas se les pueden perdonar asesinatos y hasta traiciones, pero no la incompetencia”.

La historia lo recuerda como “Juan sin tierra” y es tristemente célebre porque merced a sus malos oficios, Inglaterra perdió a toda Normandía, ni más ni menos.

Esta lista espontánea podría enriquecerse con el tristemente recordado Felipe V de España, quien se murió absolutamente convencido de que era una rana, sí, ¡una rana! Todo un Borbón el personajillo.

Es doloroso observar cómo en nuestro país, la historia se repite como tragedia y como comedia: lo más probable es que también Colombia pierda a San Andrés; que seamos testigos, en el corto plazo, de ridículos ejercicios de guerra contra el Neptuno venezolano, quien se ha convertido en una especie de obsesión mórbida para Iván, y ni qué decir de los delirios de grandeza que se viven a diario en el palacio de gobierno, en donde la “corte” observa con estupor cómo un día el gobernante amanece futbolista y al otro día presentador de televisión o cantante, en un ejercicio de personalidad múltiple que se recrea a lo largo y ancho del país en la forma de chistes y gracejos. No, no hay de qué hacer un caldo…  

Compartir

4 respuestas a «Lecciones de incompetencia…»

Fue el que dijo el mesías, fue el ungido, el señalado, el incondicional, el escogido, el aprobado, el deseado, el anhelado. ¡País de cafres!

Los comentarios están cerrados.