Esos jueces y fiscales que van con toda en contra de los de ruana, son los que encarcelan con sus policías a las mujeres indefensas que tratan de vender algo en las calles, los que lanzan al suelo las ollas de los almuerzos comunitarios, los que pisotean al campesinos que ofrece su cosecha sin permiso, los que sacan los ojos a los estudiantes
Por Alberto Morales Gutiérrez
La gente del común, aquellos que no caminan por los pasillos del poder, los pobres, los desarrapados, los que se movilizan, los que protestan porque están acorralados, esos son los de ruana. Esta ha sido una manera de describir a quien no tiene corbata, no viste sacoleva, no tiene corbatín. Los de ruana son los de abajo, porque arriba están ellos, los de los privilegios.
El aforismo según el cual la ley es para los de ruana, resume en toda su dimensión el espectáculo grotesco de la inequidad y de la injusticia. Esos jueces y fiscales que van con toda en contra de los de ruana, son los que encarcelan con sus policías a las mujeres indefensas que tratan de vender algo en las calles, los que lanzan al suelo las ollas de los almuerzos comunitarios, los que pisotean al campesinos que ofrece su cosecha sin permiso, los que sacan los ojos a los estudiantes y quieren que todos los manifestantes se pudran en la cárcel, ¡carajo! para que aprendan a respetar.
Y en el entretanto, los asaltantes del erario, los contratistas corruptos, los funcionarios ladrones, los de los entuertos, los de los torcidos, los aliados de los narcotraficantes, los que se enrumban con los paramilitares, reciben toda la benevolencia, la mirada ausente de la justicia, la impunidad.
En los tiempos de la antigua Grecia, a los de ruana se les decía bárbaros. Los bárbaros son los otros, esa gente que no es como nosotros.
Usted no me lo va a creer, pero tal calificación subyace en toda la ética individualista de esos filósofos que la civilización occidental nos vende como los padres del pensamiento: Sócrates, Platón y Aristóteles. Unos tipazos, nos dicen. No importa que hayan sido vulgarmente clasistas, misóginos y contradictorios.
Se debe a Alejandro Magno, quien tuvo como instructor personal al muy ladino de Aristóteles, quien había sido a su vez discípulo de Platón y este a su vez de Sócrates, se debe a Alejandro -digo- que todo el predicamento y la narrativa de ese trío haya sido el discurso triunfante. Sus ideas se impusieron pues a sangre y fuego, en ese universo conquistado por el hijo de Filipo.
Para ese trío, según plantea Michel Onfray, la colectividad se reduce a la suma de los individuos que la componen, nada más. Hay mucha mística individual, pero no hay mística comunitaria. No se extrañe usted de la perversidad que anida en el estado platónico que se estructura en tres clases: los filósofos, que gobiernan (los filósofos platónicos desde luego), los guerreros que defienden a la sociedad y los artesanos, que trabajan.
Parecen haberse borrado de un tajo las discusiones y planteamientos de aquellos filósofos que, desde otras posiciones, hacían críticas severas a ese individualismo cerrero, a la exacerbación con la venta de la felicidad, a la obsesión con la clasificación de las inteligencias, a su insistencia en que el mundo ha sido creado perfecto y que lo dejemos así como está.
Antifón es un ejemplo relevante de la posición contraria, pero él no aparece en el club de los ganadores.
Antifonte, que era como se llamaba, fue contemporáneo de Sócrates. Un intelectual y un humanista en el sentido literal de la palabra, hacía parte de la escuela de los sofistas que, la propaganda oficial ha satanizado en los últimos 2.500 años.
Son múltiples los temas y aristas del pensamiento que Antifón abordó con originalidad, con vigor y con sapiencia, pero quiero llamarle la atención sobre dos conceptos en particular que encajan en el espíritu de la reflexión en torno a los de ruana: el primero su visión sobre la ley, y el segundo sobre los bárbaros.
Afirmaba en efecto que las leyes no se fundan en la naturaleza, son convenciones sujetas a cambios continuos. Los hombres debemos seguir los preceptos de la naturaleza antes que los preceptos de las leyes. Naturaleza, verdad y bondad se constituyen en la aspiración suprema de nuestra especie.
Rechaza de manera enfática esa categorización que hace la ley entre ciudadanos y esclavos, entre seres de primera categoría y de segunda categoría, es decir esa categorización entre griegos y bárbaros. Promulga, por el contrario, la igualdad absoluta entre todos los hombres, con independencia del lugar de nacimiento, de la sangre o de la raza. Desde luego, este discurso era obsceno no solo para los griegos de la época sino que es obsceno para los filipichines que ostentan el poder hoy.
Esa democracia que les gustaba a los griegos era ejercida apenas por el 10% de la población que ostentaba la condición de ciudadanos, el resto eran los de ruana, exactamente como ocurre hoy.
Antifón era un pregonero de otro mundo posible. Invoca – dice Michel Onfray – el hambre y la sed, las necesidades de techo y seguridad, semejantes en todos y en cada uno de los seres humanos, para hablar de la dignidad y de la obligación ética radical: mi existencia ética como individuo me obliga a reconocer a mi semejante como tal.
Las potencialidades para los días que vienen y para los próximos siglos, no descansan en la discriminación socrática, en el individualismo platónico, en las categorizaciones aristotélicas, sino más bien en el hedonismo libertario de humanistas como Antifonte. Hay que atreverse a pensar y derrumbar los ídolos de barro. Por ahí es.
8 respuestas a «Los de ruana…esos bárbaros»
Comparto con usted Alberto la indignación por la injusticia y la desigualdad que hemos vivido siempre en Colombia y creo que en todo el mundo. Pero tu critica de hoy a Sócrates, Platón y Aristóteles es verdaderamente terrible. Esta muy a tono con eso de tumbar estatuas y derribar la casa de Pablo Escobar, en vez de hacer museos de memoria para nunca olvidar. ¡Qué falta de imaginación! Inteligencia sin imaginación, una lástima. Es como crucificar ahora a los científicos de la época que creyeron que la tierra o el sol eran el centro del universo; mas aún, a los pendejos que no se habían dado cuenta que no era un universo, sino varios universos, estos todavía viven y deberían ser ejecutados por brutos, según parece desprenderse de tu lamentable escrito de hoy. Eso de escribir por la obligación de cumplir cada ocho días definitivamente debe ser muy estresante, lo siento por ti Alberto querido.
Hola Saulo. Gracias por tu solidaridad. Escribí recientemente un texto a propósito de tu reflexión sobre tumbar estatuas. Estoy de acuerdo contigo en que el análisis y la evaluación de los comportamientos de los personajes históricos, no debe perder de vista el contexto. Soy incapaz de armarle una diatriba a Colón, por ejemplo. Pero en el terreno del pensamiento y de las ideas, me parece decididamente válido y necesario impulsar una reflexión permanente. Soy absolutamente incompatible con Cirilo de Alejandría o con Torquemada, por ejemplo.Creo que esa vocación y enseñanza perenne de la filosofía, en el sentido de hacernos preguntas siempre, debe prevalecer. Leer a los clásicos, el pensamiento e ideas de los clásicos, de manera reverencial, impide construir conocimiento. Lamento mucho herir tu susceptibilidad, pero de igual manera que Galileo, aún sancionado, expresó en voz baja “y sin embargo, se mueve”, debo decirte de manera expresa que las enseñanzas de Aristóteles, de Sócrates y Platón deben ponerse en tela de juicio, no pueden asumirse como verdades absolutas, y que existen múltiples pensadores de su época que tenían más claro el deber ser de las sociedades y el deber ser de la especie humana, en la perspectiva de una vida en común. Abrazo sincero.
Al igual que un uribista sorprendido en la felonia que alega haber sido sacado del contexto.
Gracias por leer y comentar Dario. Tengo problemas de comprensión. No entendí lo que me quieres decir…disculpa.
Me parece bastante extraño que usted compare y ponga en el mismo nivel, criticar a los griegos con derrumbar estatuas y tumbar la casa de Pablo Escobar. Es usted el que parece e tener mucha imaginación.
Al igual que un uribista sorprendido en la felonia que alega haber sido sacado del contexto.
*”51. Propiedad y justicia.– Cuando los socialistas prue- ban que la división de la propiedad en la humanidad ac- tual es consecuencia de innumerables injusticias y vio- lencias, y que declinan in summa toda obligación hacia una cosa cuyo fundamento es tan injusto, consideran un hecho aislado. Todo el pasado de la antigua civilización está fundado en la violencia, la esclavitud, el engaño, el error; pero nosotros, herederos de todas las condensa- ciones y circunstancias de ese pasado, no podemos anonadarlo por decreto, ni tenemos tampoco derecho para suprimir de él ni un solo pedazo. Los sentimientos de injusticia están igualmente en las almas de los no po- seedores; no son mejores que los poseedores y no tie- nen ningún privilegio moral, pues han tenido alguna parte de los antiguos poseedores. No es de nuevas par- ticiones hechas por la violencia, sino de transformacio- nes graduales de las ideas, de lo que tenemos necesi- dad; es necesario que en todos la justicia se robustezca y se debilite el instinto de la violencia.”* Humano, demasiado humano. Federico Nietzsche.
Hola Saulo. Todos esos aforismos y textos de Nietzsche en “Humano, demasiado humano”, están llenos de sabiduría. A veces, si lo notas, encuentras también contradicciones. Eso es lo bello del caótico ser del pensamiento. Intuyo, por el texto que has seleccionado, que este tema de los cambios genera en ti más empatía si se realizan sin violencia, si se asumen como transformaciones graduales, pues es importante debilitar el instinto de violencia. Respeto profundamente ese parecer. Se me antoja de todas maneras que todos los procesos de nuestra especie y los procesos de la naturaleza no fluyen en una línea recta. La ya larga historia que la humanidad viene atestiguando desde hace por lo menos tres millones de años, que se trata de un periplo repleto de giros, altibajos, fracasos, tragedias, luces y sombras. Un caos creador, un caos siempre. En mi caso, coincido más con la sentencia de Amin Maalouf a propósito de las urgencias del presente: “Todos cuantos vivimos en este extraño comienzo de siglo tenemos el deber –y, más que todas las generaciones anteriores, los medios– de contribuir a esa empresa de salvamento; con sensatez, con lucidez, pero también con pasión e incluso, a veces, con ira. Sí, con la ardiente ira de los justos”. Te reitero mi abrazo.