Leer a los pregoneros de la victoria en las redes sociales, permite observar ese optimismo entusiasta en los análisis, esa lectura positiva de cada gesto, cada llamada, cada decisión temprana del nuevo mandatario.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Una parte considerable de este país, está exultante (más del 50% según se desprende de los resultados de la votación final en la segunda vuelta). Esa parte del país considera que la transformación de esta nación ya se ha iniciado, y existe un consenso más o menos general dentro de ellos, en el sentido de que acaba de empezar una “nueva era”.
Leer a los pregoneros de la victoria en las redes sociales, permite observar ese optimismo entusiasta en los análisis, esa lectura positiva de cada gesto, cada llamada, cada decisión temprana del nuevo mandatario.
Es razonable tanta obnubilación. Las gentes votaron por el cambio y quieren verlo, palparlo de manera temprana.
¿Se enteran de que Roy Barreras es el candidato para la presidencia del Senado?, bueno, hay que entenderlo. Tenemos que trabajar con todos para reconstruir al país, dicen unos, mientras otros se desconciertan un poco – es cierto – pero siguen para adelante con la ilusión del cambio.
Desde luego, las fuerzas más oscuras, los sectores más retardatarios, aquellos que “vendieron” el “terror” de la llegada del “comunismo”; no descansan y empiezan a objetar cada encuentro, cada noticia, cada información; esgrimiendo a voz en cuello que ahí están las pruebas fehacientes de que el triunfo de Pacto Histórico es el triunfo de las fuerzas del mal: ¡miren cómo las acciones de Ecopetrol se despeñan a la baja, miren cómo ha subido el dólar!
Ese sector, por el contrario, ya ve un país que va en barrena sin que el nuevo mandatario se posesione. “El castrochavismo empieza a hacer sus estragos. Así fue como empezó todo en Venezuela”. ¡El argumento de nunca acabar!
Amplios sectores de la opinión pública entienden que la derecha está indignada. Todo gesto crítico con relación a los primeros pasos que empiezan a darse en la “nueva era, serían entonces gestos de los enemigos del cambio, de los irracionales.
Una situación compleja ciertamente, porque hay pequeños sectores de demócratas, de gentes progresistas y de izquierda, que no ven que el cambio haya llegado; que ven con preocupación cómo el nuevo mandatario se ajusta, con rigor milimétrico, a las orientaciones del Fondo Monetario Internacional; y no ven que se vislumbre, además, modificación alguna de los lesivos Tratados de Libre Comercio, cuyos resultados advertidos y demostrados, han arruinado a sectores estratégicos del campo y de la industria nacional.
No sin razón, Rudolf Hommes escribió con entusiasmo un trino que, por ser quien es el personaje, adquiere dimensiones épicas: “¡Ganamos!”
Ese acuerdo nacional que se preconiza ahora, también entusiasma al señor César Gaviria, quien ha encontrado que el nuevo escenario le permite al flamante Partido Liberal, ejercer a partir de ahora y sin objeción alguna, su condición eterna de “partido de gobierno”.
Estas reflexiones iniciales, al tenor de los entusiasmos desbordantes con la nueva era, serían entonces reflexiones de derecha, reflexiones reaccionarias que no entienden el imperativo de la unidad nacional, reflexiones de perdedores, reflexiones carentes de razón. Es muy probable que, por ahora, nadie las vaya a escuchar.
Recuerdo entonces un ejemplo, tal vez de algún texto de William James, en el que, con su pragmatismo emblemático, relata la respuesta sabia de un monje a un docto contradictor, cuando le afirmaba que un hombre verdaderamente sabio, repleto de conocimientos, conectado con su interior; aunque fuera recluido en una cárcel, seguiría siendo un hombre libre, pues su mente sería capaz de volar por el universo. El fraile le increpó con una frase lapidaria, diciéndole palabras más, palabras menos, que no fuera pendejo; que un sabio en la cárcel es un hombre en la cárcel, bajo rejas; un hombre preso, que carece de libertad, y que eso no tiene ningún adorno.
Y lo recuerdo, porque esta encrucijada de cómo diferenciarse de las posiciones de la derecha recalcitrante, en medio del jolgorio que desencadena la idea de que ya estamos a punto de tocar el cielo con las manos y que la nueva Colombia, la soñada, está aquí y ahora; es un reto de un tamaño descomunal, dado que el país de la victoria no tiene ojos para ver, ni oídos para escuchar nada diferente.
Al igual que dice Fichte de la educación, en el sentido de que son aquellos, quienes “poseen la más elevada comprensión de su época y de su gente”, los que pueden ejercer la coacción para racionalizar a esa parte irracional de la sociedad, que somos los otros; los pregoneros de la victoria se apalancan en la racionalidad y coinciden con un tal Bosanquet que convocaba a obedecer al hombre racional, porque al hacerlo, nos estamos obedeciendo a nosotros mismos. Sí, cualquier objeción que se haga hoy, es vista como una objeción irracional.
El mismo Fichte argüía en defensa del poder transformador de “la razón” que, quien la tiene, puede actuar en la lógica de que: “tengo que hacer por los hombres (o con ellos) lo que ellos no pueden hacer por sí mismos, y no se les puede pedir permiso o consentimiento, porque no están en condiciones de saber qué es lo mejor para ellos”.
Así nos están viendo, incluso desde antes de la victoria.
Se dice de los efluvios que son emisiones de vapor o de partículas muy pequeñas, que se desprenden de un cuerpo y que se perciben, normalmente, como algo agradable. Estos efluvios que emocionan al país “ganador” irán desapareciendo en la medida en la que el nuevo gobernante, ya ejerciendo el poder, empiece a demostrar de manera incontrovertible cuál es el camino que ha elegido, cuáles son sus verdaderos intereses.
Para evitar confusiones, para desmarcarnos de las posiciones que hoy esgrime la derecha, lo más aconsejable es propiciar esta discusión seleccionando con mucha inteligencia los tiempos en los que debe darse. Un poco a la manera que un amigo aconsejaba por estos días: pensar cada mensaje con rigor, con importancia y con oportunidad. Estoy totalmente de acuerdo.
6 respuestas a «Los efluvios de la victoria…»
Das grima Alberto, eres un espectador triste y pesimista, que juegas a la neutralidad. Te entristece la alegría y el entusiasmo de los ganadores y minimizas los esfuerzos del vencedor por unir al país. A la manera de los difuntos del moir (así con minúscula), terminarás diciendo que el triunfo de Petro era un designio de la banca mundial.
Me estoy cansando de leer tus bobadas por tu falta de grandeza para vivir y pensar nuestro país. Salta de leer los bajos fondos de las redes sociales y conéctate con los expertos, busca menos barras bravas y mas altura Academica en quienes generen tu necesidad de escribir.
Pero negar la importancia del triunfo de la izquierda democrática y la derrota del establecimiento y la derecha toda junta, es por lo menos una falta de tino muy lamentable.
Gracias John por leer. Agradezco tu envío de la columna de Julio César Londoño, aunque ya la había leído temprano, soy suscriptor. Contrario a lo que piensas, la idea de que existan diferencias ha sido siempre para mí una experiencia fascinante. Abrazo
Nada acaba hasta que se acaba
Julio César Londoño
EL ESPECTADOR
Confieso que me emocioné como un niño cuando Petro pronunció la frase que millones de personas esperábamos oír: “Me llamo Gustavo Petro y soy su presidente”. ¿Por qué tiene tanta fuerza una frase tan sencilla? Por la coherencia ética de Petro, un hombre que lleva más de 40 años luchando por el pueblo y por sus ideas. Por la consistencia intelectual y política de su propuesta. Y porque hemos sufrido demasiado. Las élites de este país nos han dado tan duro, se han burlado de nosotros tantas cínicas veces, hemos visto caer asesinados miles de líderes y centenares de miles de colombianos, hemos vivido de manera tan precaria durante dos siglos que no podemos creer que al fin tendremos un gobierno humano que nos representará a todos, a los pobres y a los ricos, a los negros, a los indígenas y a los mestizos, a los diversos, los civiles y los soldados, las cuidadoras, los viejos, los jóvenes.
Me emocionó la corta intervención de Francia Márquez. Ocho minutos de frases cortas y precisas. Su lema, el más bello de la historia de la política: Soy porque somos. Una ecuación filosófica que pone el centro del Yo en el Otro. No en el individuo sino en la especie. Parece una proposición griega o alemana pero en realidad viene de África, la cuna de todos.
Me emocionó ver una tribuna negra. Hombres negros y mujeres negras con vestidos de muchos colores. La seguridad del Movistar Arena a cargo de hombres desarmados, la guardia indígena. Muchas mujeres. Verónica. Sofía. Antonella. La suegra. La madre de Dylan Cruz. La señora que les ayuda a los Petro con los oficios de la casa.
Entre el mujererío, Mockus, el profesor que puso el tablero en las calles.
Me emocionó el discurso de Petro, una cátedra de 42 minutos de administración pública en verso. Un mapa del laberinto. Un guerrillero hablando de paz, un ambientalista jugando contra el imperio la carta del Amazonas, un economista cuadrando el balance con amor, un socialista planeando el cabal desarrollo del capitalismo, un hombre torturado y perseguido dejando en claro que nadie será torturado ni perseguido en su gobierno. Serenidad. Orden lógico y verbal. Firmeza. Un rebelde sesentón y nostálgico que reclama libertad para los jóvenes de la Primera Línea.
Con los movimientos políticos de esta semana, el Pacto Histórico tiene asegurado el control del Congreso. Como los “paracaidistas” llegaron tarde no pueden pedir mucho, pero falta ver qué tan desdibujado quede el Pacto después de recibir el respaldo de los partidos tradicionales.
En cualquier caso, los desafíos son titánicos. Narcotráfico, calentamiento global, justicia social, desarrollo rural, desarrollo sostenible. Sembrar amor en una nación plagada de maleza. Para completar, vienen los coletazos de un monstruo herido de muerte, la extrema derecha, la caverna profunda. Miles de pillos interesados en ocultar evidencias y conservar privilegios.
La política siempre me interesó, pero los motivos eran apenas la indignación o el miedo, y votaba contra un candidato, como todos los colombianos. Ahora es distinto; sentimos que participamos directamente. Millones de personas fuimos activistas en la campaña del Pacto y triunfamos. Ahora viene la concreción del sueño. Sabemos que la suerte del país depende de lo que hagamos desde nuestros oficios, desde las propuestas que planteemos, de las críticas que formulemos. Ahora sabemos que la vida viene sin manual y que el futuro es un mundo que está por imaginar.
P. S. Para los columnistas, el trabajo será difícil. Tantos años mojando la pluma en esa tinta espesa e inspiradora, el odio, y ahora viene el camarada Petro y nos dice que el tema de los próximos cuatro años es el amor. Difícil. No sé. Tal vez pida trabajo en Semana.
Alberto poco le falta para sumarse a los pregonerosdel desastre Pensar que el triunfo de Petro es en últimas el continuismo es deplorable. Neutralidad disfrazando la envidia y la torpeza de no estar en el lado que muestra un camino de cambio el cual tenemos que ayudar a construir todos, es apenas una posición igual a la del sepulturero del moir ese cadáver político llamado Robledo que se enterró junto con el arrogante y tibio Fajardo
Gracias por leer Aparicio. Qué bueno que terminó por fin esta campaña tan llena de sectarismos y descalificaciones. A mi, en particular, me siguen emocionando los aprendizajes sobre cómo gestionar las de gerencias. Abrazos, hermano!
Gestionar las diferencias, quise decir…