Su actual canciller afirma adicionalmente que no se trata de un documento vinculante y que el estado colombiano no está obligado a aceptar sus recomendaciones.
Por Alberto Morales Gutiérrez
El informe de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos ha sido rechazado apresuradamente por el gobierno de Duque. Su actual canciller afirma adicionalmente que no se trata de un documento vinculante y que el estado colombiano no está obligado a aceptar sus recomendaciones. Todo esto les importa un bledo. Muchos analistas concluyen, a partir de las afirmaciones hechas por los detractores gubernamentales y los otros – a pocas horas de haberse dado a conocer el informe – que es absolutamente presumible que no lo hayan leído. Creo lo mismo.
Hay un aparte del documento que, me parece, apunta al aspecto nodal de todo este rechazo, lo explica de manera impecable en una frase. Dice: “La comisión considera que la polarización, la violencia y la persistencia de lógicas bélicas dificultan todo esfuerzo de diálogo como mecanismo para alcanzar soluciones a la conflictividad social…”
¡Esta es la esencia del problema! La pandilla en el poder sólo actúa en la lógica bélica. Eso significa que quien alza la voz, quien emite la más mínima protesta, quien sale a la calle a reclamar algo, es el enemigo a arrasar, ¡y listo!
Pero no hay en sus formas y maneras de actuar nada original. Duque y sus secuaces copian, calcan, imitan, procederes construidos a lo largo de miles de años por los autoritarismos, las dictaduras, los fascismos.
¿Ve usted alguna diferencia entre la situación actual de nuestro país y, por ejemplo, las prácticas del centralismo estatal jacobino, la generalización del terror, el exterminio planificado de líderes sociales que son, además, cuidadosamente seleccionados, nombrados, identificados?
¿Entiende usted la significación de esa exacerbación del culto al Estado, del orden y la autoridad? ¿La narrativa de la salvación de la patria? ¿El amor por la guerra, la pasión por el “plomo es lo que hay”?
Esta pandilla bélica no tiene método distinto que la violencia, su disfrute es el ejercicio de la fuerza, les gusta avasallar todo aquello que no encaje con su voluntad. Lo suyo es el culto a la virilidad, a mi revólver es más largo que el tuyo, a demostrar quién es el “macho” de la película.
Ah, las mismas viejas prácticas del nacional socialismo alemán, del fascismo italiano; las prácticas de Torquemada, las prácticas del generalísimo Francisco Franco, las de Ortega en Nicaragua, allí no más, a la vuelta de la esquina. Dígame de verdad, verdad: ¿observa usted alguna diferencia?
Es increíble. La comisión resalta que “el estado colombiano reportó a la CIDH que entre el 28 de abril y el 4 de junio, en el marco del paro nacional, se realizaron 12.478 protestas en 862 municipios de los 32 departamentos, que incluyen: 6.328 concentraciones, 2.300 marchas, 3.190 bloqueos, 632 movilizaciones y 28 asambleas. El 89% de las protestas, esto es, 11.060, se realizaron sin registrar hechos de violencia…”
Ese es el reporte del estado colombiano, esas son sus cifras. Han de ser muchas más, pues observe usted que mientras la Comisión documentó que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas refirió 133 asesinatos, el gobierno de Duque solo reconoció 53.
Y frente a esta cantidad estremecedora de movilizaciones y de muertos, Duque sonríe ante las cámaras y sentencia, con cierta lujuria, que mientras hay quienes ven en Colombia un estallido social, él ve “un estallido de emprendimientos”.
¿Habrá quién le haga el favor de contarle cuál ha sido el triste final de todos los dictadores, fascistas y autoritarios, en la ya larga historia de la humanidad?
Cuando estos hechos se repiten, se calcan, entonces hay en quienes se reafirma la certeza de que no durarán, y que existe la esperanza de otro mundo posible…
7 respuestas a «Los torcidos…»
Apreciado Alberto…
Acertado análisis el qué haces…
Dudo que el presidente y sus áulicos estén para escuchar palabras disonantes con sus lógicas guerreristas…
Hola Patri. Creo lo mismo que tu. Un abrazo y gracias por leer
No estoy de acuerdo con su análisis. Esto es solo trampa de la oposición, que siempre han sido guerreros tras criminales y no debemos dejarnos.
Anúlelo entonces
Hola Carlos. Gracias por leer. Es válido no estar de acuerdo
¡Cesó la horrible noche!
La libertad sublime
derrama las auroras
de su invencible luz.
Así dice el himno, así rememoramos los heroicos tiempos de aquellos que se levantaron a principios del s.XX para lograr la independencia, la justicia y, porque no decirlo, la felicidad de sus coterráneos.
Más de dos siglos atrás seguimos en las mismas, luchando por la independencia, la justicia y la felicidad.
Lo inmediato duele, duelen los abaleados, los muertos, las violaciones, torturados y torturadas y desmembrados que se descubren día tras día flotando en el río Cauca, en cualquier basurero o escombrera escondida en algún lugar de nuestra nación soberana, esa hermosa Colombia que todos amamos o decimos amar, duelen los disparos de fumígenos a los rostros de nuestros muchachos y duelen, de sobremanera, los disparos con bala en dirección a los manifestantes por parte de paramilitares apoyados y protegidos por las “fuerzas del orden”, todo eso y muchas cosas más duelen, duelen infinitamente.
Sin embargo, hay otro dolor, un dolor más soterrado, más pesado, un dolor del que no se habla, o poco, un dolor invisible, un dolor que no es individual, un dolor del cual no se puede reclamar nadie porque es colectivo, es parte de la memoria colectiva, del pensamiento de todos, o casi, un dolor difícil de expresar, me refiero a esa sensación que tenemos de que no hemos salido de “la horrible noche”, que ella sigue allí, agazapada, escondida en las profundidades de los pensamientos colectivos y que las “auroras” de las que habla el himno nacional nos son más que quimeras, ilusiones de ópticas colectivas, luces que no existen ni existieron. ¿Cómo saldremos de estas?, ¿lo lograremos?, ¿tendremos el valor de emprender otra marcha, otro cambio de rumbo, definitivo hacía la independencia, la justicia y la felicidad.?, ¿cuántos jóvenes más sin futuro caerán en este proceso?, no lo sabemos pero sabemos que la losa pesa demasiado, que el hambre de vida es feroz y terco, que los jóvenes de nuestras barriadas no van a bajar los brazos y que su gran lucha por la paz, la independencia, la justicia y la felicidad seguirá.
¿Seremos capaces de dejar un mundo mejor nuestros hijos y nietos?, no lo sé, solo sé que estamos en esas.
Gracias por sus columnas, aportan mucho.
Gracias por leer Serge. Ciertamente es una larga noche, tengo la certeza de que, más temprano que tarde, habrá un amanecer…