“Tal vez fue al otro dĂa que empezaron los ruidos. O un poco despuĂ©s: MarĂa lo olvidarĂa con los años. Ya casada, cuando el tiempo no era más un chispear de instantes sino el lento transcurrir de dĂas iguales, observando jugar a su hija en el jardĂn de una casa donde un marido cualquiera la habĂa confinado,
El cuento está en una vieja edición de la Revista ECO del año 75 (¡hace mil años!)
Se llama “Oriane, tĂa Oriane” y la escritora es Marbel Moreno. Se me vino encima este recuerdo al revivir emocionado todos los sentimientos que se desencadenan cuando empezamos a vivir la Fiesta del libro en MedellĂn, vivirla en vivo, vivirla con gente, con conversaciones, recorridos, encuentros.
No recuerdo bien cómo llegó esa revista a mis manos, creo que fue a principios de los años 90 y, cosas de la edad y de los libros y de la fiesta, cometo con usted este intimismo.
El relato recrea la vivencia transitoria de una niña, MarĂa, con su tĂa Oriane, un personaje fascinante y mágico, cuya historia deslumbra. Tuve con ese texto una especie de experiencia mĂstica pues se tratĂł de una lectura en “crescendo” que me atrapĂł desde la primera lĂnea y me permitiĂł percibir de manera fĂsica, a lo largo y ancho de mi cuerpo, el entramado de hilos que se iban tejiendo a mi alrededor hasta llegar a una especie de estado de Ă©xtasis en el renglĂłn veinte, escuchando decir que MarĂa “podĂa pasar horas enteras junto a tĂa Oriane. Le agradaba su quietud, el silencio que habĂa siempre a su alrededor. Le agradaban sus manos, fugaces como las pelusas que el aire empujaba sobre las acacias del jardĂn…”
“Manos fugaces como las pelusas que el aire empujaba sobre las acacias del jardĂn”, Âżpueden existir manos más fugaces?
En el momento en el que MarĂa ve la fotografĂa que la tĂa le muestra del álbum familiar, la fotografĂa de Oriane niña: “reconociĂł con estupor sus trenzas, su figura, incluso su encogido recelo frente a la cámara”…” “su encogido recelo frente a la cámara…” ÂżPuede haber una manera más sintĂ©tica, más contundente, más bella de describir el gesto Ăntimo que compartĂan Oriane y MarĂa, al ser fotografiadas las dos, siendo niñas, en tiempos y en espacios muy distantes?
Cada párrafo es una reverberante y prodigiosa suma de lecciones que fui subrayando como hipnotizado por la historia, por la escritora, por los personajes. Hice un gran esfuerzo por encontrar dĂas despuĂ©s la palabra que podĂa describir de manera más precisa la sensaciĂłn que me embargĂł con esa lectura, y se me ocurriĂł (perdone usted la cursilerĂa) que “beatĂfico” se ajustaba. SĂ, leĂ ese cuento en un estado de inspiraciĂłn beatĂfica .
“Tal vez fue al otro dĂa que empezaron los ruidos. O un poco despuĂ©s: MarĂa lo olvidarĂa con los años. Ya casada, cuando el tiempo no era más un chispear de instantes sino el lento transcurrir de dĂas iguales, observando jugar a su hija en el jardĂn de una casa donde un marido cualquiera la habĂa confinado, MarĂa intentarĂa recordar en quĂ© momento habĂa oĂdo los ruidos por primera vez, si al dĂa siguiente de haber hojeado el álbum o más tarde, cuando Fidelia anunciĂł que un desconocido habĂa entrado a la playa y recogĂa caracoles mirando descaradamente hacia la casa. Pero no podrĂa precisar el recuerdo. Y lo verĂa alejarse de su mente con una secreta angustia, vago, cada vez más vago, asociado solamente a aquel columpio escamado de herrumbre que habĂa descubierto un dĂa en el jardĂn de tĂa Oriane, y que años atrás, antes de que la lluvia y el sol lo maltrataran irremediablemente, habĂa estado pintado de azul”
Los ruidos son una presencia mágica en la casa de la tĂa Oriane, y el lector alcanza a sentir esa viscosidad sonora que lo va invadiendo todo y que MarĂa empieza a exorcizar con soluciones de niña hasta volverlos ruidos “vulnerables”. Ruidos vulnerables. ¡Un prodigio!
La manera como la tĂa explica a la niña el tema de los ruidos es de una enorme dimensiĂłn poĂ©tica: “los ruidos y las voces dejan huellas en el aire… y es como si el aire no saliera nunca de las casas viejas”.
Tal vez estoy construyendo una argumentación forzada, pero debo decirle que ese cuento me reafirmó en la idea de que la lectura tiene unas facetas que solo pueden descubrirse a fuerza de leer y que existen encuentros de lectores con libros que parecieran haber sido concebidos exclusivamente paras esas conexiones mágicas.
Cada lectura, cada texto, cada libro, tiene palabras y descripciones que, a veces, se tornan reveladoras, que enseñan.
Dice Marbel en el cuento: “y en las noches de luna la arena brillaba como si cada grano escondiera un alfiler de cristal”. Para concluir con MarĂa lo que yo entendĂ como una especie de mandato: “entrevĂa en su actitud un desafĂo y se obstinaba en examinar cada cosa hasta encontrarle su secreto”
Los dĂas de la Fiesta del libro son, siempre, siempre, dĂas muy felices.
10 respuestas a «Marbel Moreno, cuando el libro es una fiesta»
Que buen ensayo
Gracias Sara por leer
Tu relato contagia fiebre lectora. Gracias
Gracias Patri, por leer
Sin duda Marvel Moreno es una de las más grandes y talentosas escritoras que haya parido el paĂs; insuficiente mente divulgada en vida, pero más vale tarde que nunca. No conocĂa este cuento voy a buscarlo en el archivo digital de ECO. Gracias por darlo a conocer y de tan bella manera.
Una escritora trascendental. Gracias Iván por leer
Me super motivo a buscar a Marbel Moreno, no la conocia pero su relato me obliga a conocerla.
Qué bueno, Omar, desencadenar esa intención. Gracias por leer
Hermoso ensayo, gracias!
Gracias Claudia, por leer.