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Musk, un estúpido con plata…

…al igual que  en “El rey desnudo” (esa poderosa alegoría al significado de la estupidez) el mundo ha podido conocerlos no solo en su verdadera dimensión de cretinos irreductibles, sino que ha podido intuir sus métodos de bucaneros para amasar sus fortunas.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Debo decirle que esto no se trata de un insulto sino de una definición. De hecho, el perfil del estúpido fue brillantemente descrito por Umberto Eco en “El péndulo de Foucault”. Sostiene que el estúpido no se equivoca de comportamiento sino de razonamiento. “es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que los gatos son animales domésticos y por tanto ladran”. Sustenta Eco, adicionalmente, que el estúpido puede, incluso, decir algo correcto, pero por razones equivocadas. Concluye que el estúpido es muy insidioso, mientras que al imbécil se le reconoce enseguida “y al cretino, ni qué decir”. La perla final es magnífica: el estúpido es un maestro del paralogismo. “Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes”.

Las definiciones más ortodoxas refieren al estúpido como persona que “muestra torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas”. Musk lo ha demostrado con creces y, debo también decir, que no está solo en el ejercicio de la estupidez. A decir verdad, son multitudes.

Pero habrá quienes y con toda razón, se pregunten el por qué la referencia a “la plata” en un tono provocador. ¿Son estúpidas todas las personas que poseen grandes riquezas? No necesariamente. Voltaire, por ejemplo, tenía grandes habilidades para conseguir dinero, pero no fue un estúpido.

El asunto es explicable porque Musk y muchos de sus congéneres configuran de manera vívida, gráfica, incontrovertible; una de las mayores insidias construidas por la propaganda neoliberal: el exitismo individualista, la idea irracional de que  es el dinero la medida de tu existencia, que conseguirlo es la razón para vivir.

Trump, otro estúpido de siete suelas, permite que todos podamos entender a partir de sus razonamientos y actitudes, la consistencia de esa condición deplorable. Trump ha convertido la palabra “perdedor” en el mayor de sus insultos. Es una palabra que usa de manera recurrente para calificar a quienes le critican, lo combaten o lo derrotan.

El razonamiento estúpido implica asumir la existencia como una competencia sin fin en la que el individuo no tiene sino dos opciones: ganar o perder. El rasero para definir quién gana o quién pierde, es el dinero. ¿Ganas mucho dinero, acumulas riqueza, tienes muchos bienes? ¡Bienaventurado! Eres un ganador. ¿No lo logras? Ah, entonces eres un perdedor.

Para que este “combate” adquiera además las dimensiones épicas que el relato exige, entonces te explican que las oportunidades están ahí, dispuestas para quien quiera disponer de ellas, de manera tal que el ganador es quien mejor las utiliza.

La totalidad  del inmenso y fascinante universo de la condición humana, con todo lo de belleza, dolor, aprendizajes, amor, poesía, estética, solidaridad, cultura y ética que anida en ella; no tiene ninguna significación ni utilidad, pues no es a través de su ejercicio como el dinero llega, no es a través de ellas como te conviertes en una persona ganadora.

La agitada irrupción de Musk para tomarse a Twitter y la suma de exabruptos que ha protagonizado una vez asumió el mando supremo de esa red social, lo único que ha hecho es visibilizar las prácticas “ganadoras” del personaje, su irresponsabilidad manifiesta, su ausencia de reflexión, su comportamiento errático, su tono pendenciero, sus ínfulas mesiánicas, su vocación de dictadorzuelo, su absoluta ausencia de ética y respeto por los demás.

De la misma manera que Trump, han hecho tanto por visibilizarse, por ser reconocidos como “los ganadores más ganadores entre todos los ganadores”, que al igual que en “El rey desnudo” (esa poderosa alegoría al significado de la estupidez) el mundo ha podido conocerlos no solo en su verdadera dimensión de cretinos irreductibles, sino que ha podido intuir sus métodos de bucaneros para amasar sus fortunas.

Solo un estúpido  puede tomar la decisión de gestionar a través de preguntas públicas si alguien puede o no ingresar a los servicios que ofrece su negocio, o si debe o no debe ser él quien dirija a la organización que preside.

Solo un estúpido recibe un cargo de responsabilidad pública  y decide llevarse a su casa documentos clasificados como de alta seguridad, para ver qué negocios puede hacer con esa información, y asume que esa decisión no va a generarle ningún tipo de problema, porque él está por encima de la ley.

Hay un ensayo de Luis Arista Montoya publicado en 2021, que reflexiona sobre la visión ética de Umberto Eco y que me parece adecuado para cerrar esta reflexión. Sostiene que “Eco ha desarrollado una ética laica y pragmática basada en la simpatía humana y que involucra tanto lo moral como lo estético”. Y explica que tal definición se ajusta a la realidad de un mundo como el actual, en el que imperan las antipatías que se desencadenan a partir de los fundamentalismos y los integrismos; los nacionalismos, las migraciones e inmigraciones, “las doctrinas de la intolerancia laica y la religiosa, los racismos salvajes y la corrupción rampante”.

Así, resulta fácil entender la razón por la cual Umberto Eco ocupa ya un lugar destacado en la historia, mientras Musk al igual que Trump y sus áulicos, terminarán siendo, al final, simples anécdotas siniestras…

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4 respuestas a «Musk, un estúpido con plata…»

Buen dia Alberto, cuando espere leer su artículo de hoy; nada pudo ser más acertado que la referencia explícita a esos sujetos y a lo que representan….

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