No les gustan al militarismo ni las libertades civiles, ni la democracia. Hay, en “el otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez, algunas frases de antología que resumen el escenario militarista sin la más mínima exageración: “nadie se mueva, nadie respire, nadie viva sin mi permiso”. Una frase que se explica a partir de esta premisa que aparece también en el mismo texto: “el poder cree que puede ordenar que quiten la lluvia de donde estorba y la pongan en tierra de sequía”.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Las recientes declaraciones del mayor general Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda, comandante general del Ejército, y el apoyo entusiasta que el señor Duque da a sus palabras, ha desencadenado críticas y denuncias por la indebida participación en política de este par de personajes y de un sinnúmero de funcionarios que, por mandato constitucional, no deberían hacerlo.
No podemos caer en la amnesia colectiva. A decir verdad, la participación en política de los militares y los presidentes y los fiscales y los contralores y los procuradores y los registradores y el resto de ellos, se ha ejercido en este país desde tiempos inmemoriales. Se ha ejercido ya de manera soterrada, ya desembozada y sin escrúpulos -como ocurre ahora- pero se ha ejercido siempre.
No se extrañe usted. Se ha dicho del militarismo que es esa idea retorcida de dar a los militares y a su doctrina, una relevancia inusitada en la vida de una nación, al punto de permitir que sean ellos quienes terminen conduciendo políticamente al país.
El entusiasmo militarista es, a no dudarlo, un reflejo inocultable de la inmadurez política, el atraso y la precariedad de la cultura democrática de una sociedad. El argumento sobre el que se construye tal entusiasmo es que los militares ostentan unos niveles de disciplina tales, que son los elementos mas preparados para dirigir de manera eficiente a la sociedad y ¡ojo! garantizar la seguridad de la nación.
La vocación militarista de nuestro país, por ejemplo, empezó a construirse desde las guerras de independencia. Pero hubo militarismo, de igual manera, en la Esparta de la Grecia antigua, en el Japón, en Alemania, en Francia y en la gran Bretaña, cuando fueron imperios. Fue militarista la Italia de Mussolini, también lo fue la España de Franco y, desde luego, son militaristas los Estados Unidos. Muchas naciones y culturas aprendieron la lección y otras, como la nuestra, no hemos aprendido nada.
Es necesario hacer una consideración importante. En el mundo contemporáneo, el militarismo no se resigna solo a lo que podría llamarse la supremacía del ejército o al carácter autoritario de un régimen. Se trata de un sistema de valores que permea a la sociedad y a los gobiernos y que “se fundamenta en el miedo al enemigo como coartada de una militarización creciente de la vida y de la conciencia de las personas, con el desbocado aumento del gasto militar como uno de sus numerosos síntomas”. Están pintados en esta definición, tanto los relatos dominantes del uribismo rampante de las últimas décadas, como las acuciosos montajes de terror fraguados en la administración Bush.
Tres datos relevantes:
1.- Colombia ocupa hoy en América, el cuarto lugar en gastos militares, después de Estados Unidos, Canadá y Brasil.
2.- 6.402 asesinatos de civiles no beligerantes a manos de miembros de las fuerzas militares. Tragedia que se conoce mundialmente como los falsos positivos
3.- Somos el segundo país del mundo en número de desplazados, con la escalofriante suma de 2.169.874 personas.
Es totalmente inocultable hoy, el contubernio que existió entre las fuerzas militares y los comandantes paramilitares en los procesos de masacres, intimidaciones y barbaries que han sacudido a nuestro país en los últimos años, como es inocultable el grito de combate que esgrimen las gentes de bien cuando observan el más mínimo gesto de rebeldía, cansancio, hastío con el estado de cosas que a todos nos sacuden: ¡plomo es lo que hay!
No les gustan al militarismo las libertades civiles, ni la democracia. Hay, en “El otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez, algunas frases de antología que resumen el escenario militarista sin la más mínima exageración: “nadie se mueva, nadie respire, nadie viva sin mi permiso”. Una frase que se explica a partir de esta premisa que aparece también en el mismo texto: “el poder cree que puede ordenar que quiten la lluvia de donde estorba y la pongan en tierra de sequía”.
A los militaristas les emociona el poder absoluto, total, completo, inapelable. El poder bruto, la fuerza bruta, la palabra bruta. No estoy siendo peyorativo. El diccionario define de manera nítida el significado de bruto/ta: “persona que hace uso excesivo de la fuerza, la emplea sin control o comedimiento o se comporta de manera maleducada o desconsiderada con los demás”. Bueno, también hace referencia a “persona que no tiene inteligencia y por tanto conocimientos”.
Tampoco son del afecto de los militaristas conceptos tales como la ley, la constitución y la justicia.
Para los militaristas, la visión crítica de cualquier ciudadano que defienda la ley y la democracia, es una expresión de comunismo y subversión. Mire que para los militaristas colombianos, el papa Francisco, el padre de Roux y la JEP son altamente peligrosos.
Eso explica su absoluta incapacidad de una mirada autocrítica, de un análisis sobre lo que hacen y la manera como actúan. Su retórica termina siendo vergonzosa y delirante.: “Somos soldados del Ejército de Colombia, y no nos dejaremos vencer por mas víboras venenosas y perversas que quieran atacarnos…”. Sobre la masacre de civiles en Putumayo: “el actuar de la fuerza es contra quienes pongan en riesgo la seguridad de los colombianos”. Sobre lo que ellos representan: “somos apóstoles de los colombianos”.
A propósito del candidato que seduce a todos estos funcionarios activistas políticos, no resulta extraño, entonces, que Federico Gutiérrez, un fanático de la seguridad democrática, y actuando siempre a tono con sus mentores, se apresure siempre a aplaudir al general Zapateiro y al señor Duque. Tampoco a él, como al señor Duque, como al general de marras y a quienes los apoyan, les gusta que se hable de respeto a los mandatos constitucionales…esas cosas les estorban.
2 respuestas a «¡Romper filas! ¡Ar!»
Tampoco del interesa el nonbramiento de un líder del pueblo:Gustavo Petro, peo será nuestro presidente
Pedro
Gracias Pedro por leer. Creo lo contrario. Su descarada participación en política obedece al desespero de tener en el señor Federico Gutiérrez, a un mediocre candidato que cada vez tiene su opción más perdida